Cosas que pasanAlfonso Ussía

Montorito

Hoy está imputado por herir su honorabilidad como ministro. Siempre apoyado en Soraya Sáenz de Santamaría, Montoro se convirtió en el terror de los ahorradores y los contribuyentes medios. A los altos les permitía todo

18 jul. 2025 - 01:30

Montoro, Montorito, el recaudador de Rajoy, nos arruinó a muchos españoles. Tres días después de las elecciones, tras anunciar durante la campaña electoral una razonable bajada impositiva, hizo todo lo contrario. Yo le escribí un artículo sereno y duro. Dos meses más tarde, me enfrenté a seis investigaciones paralelas. Si no estás de acuerdo con Hacienda, puedes recurrir… a un organismo dependiente del Ministerio de Hacienda que te ha asaltado a mano armada. Para ello hay que tener mucho dinero. Y yo me tragué la multa, de unas declaraciones del IRPF impecables. Una de las inspectoras de Hacienda, más humana, me reconoció que le deba vergüenza mi situación «pero que las órdenes venían de arriba». Las seis paralelas fueron ingresadas. Por una tontería. Escribí que era, en mi opinión, un sinvergüenza. Arrasó con la clase media, que es la que vertebra nuestra sociedad. Su aspecto cómico, muy parecido al millonario de la serie de los Simpson, me sirvió de desahogo literario. Rajoy rechazó el rescate porque entre él y Montoro nos obligaron a los contribuyentes a rescatarlos con nuestras condenas. Hoy, Montorito, está imputado por favorecer a empresas amigas gasistas y de hidrocarburos. Me alegro una barbaridad.

Montorito, hasta que se afilió al PP de Aznar y formó parte de su Gobierno, tuvo acentuadas veleidades marxistas. Era un hombre acomplejado por su falta de brillantez, física e intelectual. Una especie de Albares de la economía. Ordenó un par de declaraciones paralelas a muchos escritores y periodistas. Dos a Anson, dos a Mingote, y no sigo porque el artículo se quedaría sin espacio. A este que les escribe, le endiñó seis, cinco de golpe y una de propina. «No podría multarle por nada. Sus declaraciones son correctísimas. Pero las órdenes vienen de muy arriba». Le pregunté a la inspectora si se atrevería a presentarse ante el juez y repetir sus palabras. Le faltaban tres años para la jubilación y comprendí su miedo a una sanción que comprometería su futuro. El mío, ya estaba herido, y aquella mujer tenía todos los motivos para no defraudar a su ministro, que había ordenado que no se investigara a su antiguo despacho.

Hoy está imputado por herir su honorabilidad como ministro. Siempre apoyado en Soraya Sáenz de Santamaría, Montoro se convirtió en el terror de los ahorradores y los contribuyentes medios. A los altos les permitía todo. La perseverancia de un juez, siete años investigándole, ha dado sus frutos. Puede terminar a la sombra, y esa sombra no me causa dolor alguno.

De hacerlo, a Montorito habría que uniformarlo de penado antiguo. Traje a rayas horizontales, gorrillo a juego y un número en el pecho. Pero a medida que escribo este texto, siento que casi había perdonado sus prevaricaciones, sus venganzas y sus canalladas. Y se vive mejor perdonando.

No obstante, si es juzgado y condenado por traicionar la justicia en su ministerio, es de esperar que ingrese como hacen los hombres, sin lágrimas ni chorradas. Ese día, le concederé mi perdón total.


Montorito, Montorito, te desea lo mejor.

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