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Los muertos ¿enterrarán a los muertos?
La conducta de las ‘Fuerzas de Defensa de Israel’ (el ejército) en Gaza, a todas luces inhumana, tiene apoyo en la naturaleza brutal de Hamás y su ‘sharia’ despótica
- Heraldo de Aragón
- I Guillermo Fatás
En Tierra Santa (maldita para tantos), dijo Jesús de Nazaret una frase opaca: «Dejad que los muertos entierren a los muertos». Ya está ocurriendo, casi.
Los excesos, crueles e inhumanos, de las tropas de Israel en Gaza han envuelto en sombras su imagen y afectado hondamente a quienes defienden su derecho a existir sin ser amenazado sempiternamente con el aniquilamiento. Considerada la secuencia de hechos, en el largo plazo hay que remontarse a la desaparición legal de Jerusalén y de su jurisdicción por decisión del emperador Adriano, en el año 131; en su lugar, instituyó una urbe nueva, llamada Aelia Capitolina. En el medio plazo histórico, Jerusalén fue llamada Al Quds (La Sacra) por sus conquistadores musulmanes, en el año 637. En el corto plazo, a partir de 1947, la ONU creó el moderno Estado de Israel, nunca reconocido por los países árabes en su conjunto.
Pero este mes ha habido gran novedad. El 29 de julio de 2025 diecisiete países árabes han requerido a Hamás para que entregue 1) sus armas y 2) el poder político en la zona de Gaza a la Autoridad Nacional Palestina. Y, además, han condenado de forma expresa el mortífero ataque de los fanáticos el 7 de octubre de 2023, letal para mil doscientos israelíes, casi todos jóvenes, asistentes a un festival campestre de música. Si Hamás accede, cesará la matanza israelí. Pero, a la vez, esta tardanza en exigir a Hamás su rendición viene a dar la razón a la ferocidad empleada por Netanyahu en su desquite. Es el tahúr que mejor ha calculado sus bazas en una mesa de tramposos.
En el mundo hay más antijudíos que filojudíos. Pero importa más su poder que su cantidad. Al antijudaísmo se le llama antisemitismo, como si los árabes no fueran semitas. También se embrolla la terminología religiosa, que origina realidades con aspecto de trabalenguas. Es improbable ser israelí, árabe y judío, pero se puede ser israelí (nacionalidad), árabe (lengua, tradiciones) y cristiano (religión). O bien israelí y musulmán, como hay miles. Hay pocos judíos cristianos israelíes y muchísimos judíos (israelíes o no) agnósticos, ateos o indiferentes a la religión.
Judío aquí se opone a árabe, pero no obligadamente a cristiano o a musulmán. Ser judío no alude a la religión (no existe la voz ‘judaísta’) ni a la etnia o color: los falashas, etíopes negros, fueron reconocidos legalmente judíos por Israel en 1975. La palabra judío no tiene significación solo religiosa. Cristiano y musulmán, en cambio, aluden en exclusiva a la religión.
Hay judíos cristianos. Algunos siguen la vieja ley de Moisés y aceptan, a la vez, que Jesús es el Mesías de Israel, solo que su venida no invalidó las normas bíblicas. A menudo se pronuncian en contra de los gobiernos de Israel.
Este movimiento (‘Neturei Karta’, Guardianes de la Ciudad) prueba que el antisionismo también es cosa de judíos. Bastantes entre ellos son jaredíes (‘temerosos’ de Dios). Algunos son jasidíes (‘piadosos’), que llevan enormes gorros cilíndricos de pelo y se rigen por dinastías rabínicas.
Muchos judíos son antisionistas y repudian al Estado de Israel por ser una blasfemia contra Yahvé, de naturaleza intrínsecamente perversa y opuesta a los fines divinos. En Israel o fuera de él, exhiben banderas palestinas. Alegan, Biblia en mano, que el advenimiento de un estado terrenal de Israel acaecerá con la venida del Mesías y no debe ocurrir antes.
Otra secta agrega que, además, eso sucederá cuando Yahvé disponga, no cuando el hombre quiera, sin efusión de sangre y con la conformidad del resto de los pueblos afectados por el suceso milagroso. (Muy milagroso habrá de ser, desde luego).
El judío cristiano que vive en aquellas tierras atribuladas es raro y, con frecuencia, un erudito. Conoce las dos Escrituras, vétero y neotestamentaria. Sabe hebreo (su lengua materna), inglés (como tantos israelíes), arameo (lengua antaño dominante en Canaán/Palestina) y el griego hablado allí en el tiempo evangélico.
En fin: si De Gaulle ponderaba con alguna sorna el mérito de gobernar un país como Francia, capaz de crear trescientos quesos distintos, la gobernación de la república israelí nunca será sencilla. Pero, sin duda, un enemigo del jaez de Hamás anula los matices y unifica las posiciones defensivas. En España se vivió algo parecido frente al fanatismo sanguinario de ETA.
Benjamin Netanyahu, por su conducta privada, es un notorio desaprensivo. Ha usado su relevancia pública en beneficio personal y, desde 2023, crece políticamente al obrar con máxima dureza como jefe de guerra. Puede ser implacable porque le favorecen los métodos y fines de Hamás, un ejército teocrático considerado criminal en medio mundo. Hamás persigue la desaparición de Israel por las armas para sustituirlo por el repulsivo imperio de la ‘sharia’ en su versión más siniestra y misantrópica.
Quizá erró el copista y la frase de Jesús fuera otra: «Dejad que los jóvenes entierren a los muertos», pues, en el griego evangélico, entre muertos (‘nekroi’) y jóvenes (‘nearoi’) solo hay un trazo de diferencia... o una bala nacida del odio en las filas del hambre.
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