JULIÁN ZUGAZAGOITIA: GUERRA Y VICISITUDES DE LOS ESPAÑOLES






Guerra y vicisitudes de los españoles fue escrito en París entre 1939 y 1940 para ser publicado este último año, por entregas y bajo el título "Historia de la guerra en España", en el periódico La Vanguardia de Buenos Aires. Lo primero que llama la atención es que, a pesar de la cercanía en el tiempo de los acontecimientos que narra, carece de los odios y resentimientos que cabría esperar en quien había sido protagonista destacado de uno de los bandos. Esa actitud de Zugazagoitia conquista de inmediato al lector y, además, proporciona una considerable credibilidad a su versión de los hechos. Por ejemplo, ya en las primeras páginas sorprende la naturalidad con que describe el traspaso de simpatías de los jóvenes de derecha desde la CEDA hacia la Falange, y las analogías de las tácticas de esta última con las de los sindicalistas de la CNT. Julián Zugazagoitia conoció el asesinato de Calvo Sotelo por boca de uno de sus responsables. Concebido como represalia por la muerte el día anterior de un oficial republicano, Castillo, en el plan se contemplaba también la ejecución de Gil Robles. No hizo falta que ésta se consumara para que estallara la guerra, predicha con lacónica exactitud por Zugazagoitia nada más saber del atentado. A partir de ahí se inicia el relato de los acontecimientos más significativos de la contienda, tal como se vivieron en la parte republicana. Combinando a partes iguales apasionamiento y amargura, el periodista se ocupa tanto de los hechos políticos como de los sucesos militares. En los primeros, destacan su paso por la dirección de El Socialista y, ya implicado en el Gobierno, sus singulares relaciones con Prieto y Negrín. 

Su narración es un testimonio valiosísimo de muchas cuestiones discutidas por los historiadores, tales como la defensa de Barcelona, la desbandada final tras el Consejo de ministros en Figueras, la dimisión de Azaña, el golpe de estado del general Casado, las negociaciones para la rendición de Madrid y otras muchas. Desde el punto de vista literario, el valor de la obra es más que aceptable. El estilo, casi galdosiano, resulta algo anticuado ya en la época en que el libro fue escrito, pero esto no le resta interés ni amenidad. Se olvida muchas veces que un libro de Historia, además de ser riguroso, debe estar bien escrito. Guerra y vicisitudes de los españoles no es obra de un historiador, sino de un testigo directo de los acontecimientos, pero posee la credibilidad de un documento histórico y una calidad literaria que algunos historiadores de hoy quisieran para sí.





                                                                                                                                                       Prólogo

La guerra de España no ha terminado […] Lo que ha perdido en crueldad militar, lo ha ganado en virulencia política. Victoriosos y derrotados continuamos odiándonos con la misma fuerza, pero rezumándonos la pasión y no queriendo dejar sin empleo el sobrante, uno y otros, respondiendo a la misma naturaleza, nos hemos dividido y subdividido enconadamente. Las banderas españolas son, por esa causa, múltiples. Enumerarlas, indicando el nombre de cada abanderado, sería abusar de la paciencia del lector, y por lo que a mí hace, renovar un sentimiento que participa, apartes iguales de la tristeza y de la indignación Tristeza por nuestra insolidaridad, indignación por la constancia con que la fomentamos. Todo hace presumir que ni los triunfadores fecundarán la victoria, ni los derrotados escarmentaremos en el descalabro, No hay pero enemigo del español- y de lo español- que el español mismo. Una parte de esta verdad nos era conocida antes de que la mayoría del Ejército se sublevase contra la República, pero los más agudos no la sospechaban en su integridad. Si alguien se escapa a ese reproche de evidencia es don Miguel de Unamuno. La definitiva visión de ese maestro de mi juventud la localizo en una sesión de las Cortes Constituyentes en la que como se debatiera ásperamente sobre unos sucesos sangrientos ocurridos en Bilbao, don Miguel, irguiéndose en su escaño, interrumpió al orador con voz de protesta:

-Llegará un día en que nos asesinaremos los unos a los otros en nombre de un crucifijo de piedra o por unas insignias de barro, con la quijada de un asno

Nadie estaba aquella tarde, ni nunca, para escuchar profecías, y don Miguel, asordado por los murmullos, se conformaba con agitar sus brazos, aspas del molino de su conciencia española. Asesinándonos hemos vivido los españoles todo este último período. Dispuestos a seguir matándonos nos acechamos. ¿Cuántos años guardaremos  esa pasión cainita?. No cabe  anticipar ninguna respuesta tranquilizadora. Todas las conjeturas son pesimistas. ¿ Vamos a continuar en el mismo escorzo violento más tiempo de que la propia vida nos acuerde, prolongando la desesperación a través de nuestros hijos. entre los que contesten rotundamente no, me inscribo. Prefiero pagar a la maledicencia las alcábalas más penosas y ser cobardes para quienes me disciernan ese dicterio , renegado para los que por tal me tengan, escéptico, traidor, egoísta... que todo me parecerá soportable antes de envenenar, con un legado de odio, la conciencia virgen de las nuevas generaciones. españolas.

Encuentro preferible que ellas, a diferencia de las nuestras, se den para su vida, como empresas únicas, las de la razón. Sería abusivo, para no decir criminal, comenzar equivocándolas por lo que se refiere ala guerra. Este hecho, brutal y desmesurado, llamará forzosamente su atención. Para una primera curiosidad  les sean útiles lo libros que los protagonistas y testigos del drama nos apliquemos a escribir. Éste que yo he compuesto a instancias del doctor Mario Bravo, a quien tanta gratitud, debo, se aparta deliberadamente de todo propósito polémico y declina toda intención apologética. De haber acertado, una sola verdad resplandeciente se impondrá al lector: el sacrificio del pueblo. Éste es quien, con atuendos diferentes, y a veces sin ellos, tributó su sangre. A la inversa de como nos había sido anunciado, es un fácil deslizamiento demagógico. Tómense, pues, esas páginas, no como una Historia de la guerra, sino como una contribución desinteresada para quienes con el debido rigor, se propongan escribir la imparcialmente. Los sucesos y los hombres que participan en ellos, están vistos, deliberadamente, a la mejor luz, pero con un enfoque personal, circunstancia que  elimina toda pretensión de verdad absoluta. Confesada esa limitación. mantengo la veracidad d e mis observaciones. Un gran parte de ellas fueron anotadas al día, con escrupulosa fidelidad. Variadas referencias verbales, alas que hay que añadir publicaciones e informes, me he permitido reconstruir las escenas que se refieren en los últimos episodios,

Descuento que nadie agradecerá la ausencia de recodos polémicos con que este libro ha sido escrito. No gustará a nadie. Según un amigo, mío, es todavía temprano para permitirse el lujo de la imparcialidad- Pero ¿ qué hacer si ese lujo es, para ciertas conciencias necesidad biológica? . a ellas, muchas o pocas, va este libro.

                                                                                                                                               J..Z
                                                                                                                                   París, 1940




Julián Zugazagoitia, en su  obra Guerra y vicisitudes  de los españoles. Colección Tiempos de memoria. Ed Tusquets. Madrid 2007, explica como conoció el asesinato de Calvo Sotelo.


(Pág 38- 40)

[...] En mi casa todos cuidaban de respetar mi sueño contra los visitantes importunos, circunstancia que me permitió conocer que algo grave sucedía al sentirme llamado a los ocho de la mañana del lunes. La persona a cuyo requerimiento se me había despertado me esperaba en el despacho[...] Su rostro tenía una expresión de cansancio, el ajamiento de quien ha perdido la noche. No muchos días más tarde había de tocarle perder la vida en los chanchales de la tierra del Guadarrama. Me parece una prueba de respeto a su muerte no asociar su nombre a la relación que me hizo. Dados los presagios de aquel tiempo, pensé en una nueva desventura irreparable, mientras le preguntaba:

-¿ Qué sucede?

- Vengo a decirte, porque acaso convenga que lo conozcas, que anoche han matado a Calvo Sotelo[...]

-Ese atentado es la guerra- declaré a mi visitante-

El cadáver- siguió sin pararse en mi observación- ha sido encontrado esta madrugada en el depósito del cementario. Tenía unos balazos en la cabeza. [..]

Con ser impresionante el relato que mi interlocutor me había hecho, aún me impresionó más, sin que supiera decir por qué, la aclaración con qué terminó la entrevista:

Antes de decidirnos a ejecutar la represalia estuvimos vacilando si ir a casa de Gil Robles ola de Calvo Sotelo. Nos decidimos por el segundo con el propósito de volver por Gil robles si terminábamos pronto en casa de Calvo Sotelo.

Después de que se hubo marchado mi confidente, una sensación de repugnancia y malestar me ganó el cuerpo. Me interrogaba sobre las coincidencias que me pudieran correligionar a quienes se autorizaban un proceder semejante, y confieso que eso no descubría ninguna. Pero estos análisis estaban fuera de ocasión. creía que mi deber era avisar lo sucedido a mis compañeros dando como supuesto que las derechas, que no se negaban a practicar el atentado  personal, replicarían con agresiones a los más calificados nombres de la izquierda



Capítulo 12  ( págs 134-135)

La resistencia de Badajoz , capital que había sufrido varias alternativas, resultó débil. A la rendición de los republicanos siguió una represalia colectiva de la que se hizo personalmente responsable, no sé bien con qué fundamento, el general Yagüe. Las ejecuciones se llevaron a cabo en la plaza de todos, habiéndose distribuido invitaciones para el espectáculo. Dudo mucho, conociendo la posición política de Yagüe, que le alcance responsabilidad  en semejante carnicería humana. Ella pudo haber sido obra de la exclusiva iniciativa de algunos jefes de la Guardia Civil, que derrotados por los republicanos y perdonadas sus vidas, se dedicaron a madurar un odio monstruoso que había de fructificar en las matanzas del coso taurino.[...]

    En los tendidos, l era mayor  que la de sus piernas endurecidas por el instinto.os invitados registraban con comodidad las angustias y las muecas de la inválida masa humana que, saliendo de su espanto, intentaba escapar ala condena, sin descubrir cómo ni por dónde, que la velocidad de los proyectiles [...] Yagüe de quién yo no sospecho culpa,  deberá ayudar al esclarecimiento de un crimen que s encarnizó con hombres que, años tras año , nos habían dado a todos el trigo par nuestro pan



( pág 138-13

[...] Hemos entrado en la última fase de la guerra. El cuerpo diplomático se ha presentado al señor Giral y le ha comunicado que , o cesan, inmediatamente las represalias que se está cometiendo en la cárcel o se retiran todas las misiones, recomendando a sus gobiernos una rápida intervención que restablezca el derecho de gentes. No creo que el Gobierno tenga fuerza coactiva para imponerse.

    Esta comunicación de Prieto nos llenó d estupefacción. Ignorábamos lo que sucedía en la cárcel  Modelo. salieron varios redactores e informarse. Cuando regresaron al periódico, su emoción y su indignación eran vivísimas. Con sus datos hicimos un artículo tajante y condenatorio al que dimos mucho relieve tipográfico. Después de juzgar la situación entendimos que no había más remedio que coger el toro por los cuernos y humillarle la cabeza [...] El interior de la cárcel, cuando la visitaron nuestros redactores, admitidos  en ella a título excepcional, transcendencía a matadero. En uno de los patios había varios cadáveres, algunos de personalidades políticas conocidas-

Melquiades Álvarez y Martínez de Velasco, jefe de los agrarios y aquél de los reformistas.se habían arrugado antes de morir, implorando con las palabras más temblorosas piedad para sus vidas. No se les escuchó[...] de los dos, fue Melquiades Álvarez quien más rogó a la compasión de sus ejecutores. Martínez dVelasco hacía las peticiones con la mirada, desorbitados los ojos por el horror. [...] Ruíz de Alda fue otra de las víctimas. A éste lo ejecutaron en el patio, mientras los fusileros. Durante el trayecto, no escatimó su opinión. Abrumó convectivas a los que le conducían. repelió alguna agresión, y ya en el patio, mientras los fusileros corrían sus cerrojos, ,siguió gritándoles se desprecio. La escena impresionó a cuantos la vivieron. Fuerte, buen tipo, arrogante siempre, pero más arrogante en aquel momento, su figura imponía respeto. antes de que la muerte se le fuese encima tuvo tiempo de gritar su nombre y  filiación. [...] Amelia Azarola, conoció la muerte de su marido estando el, a su vez prisionera. he oído decir, sin que responda de la veracidad del dato, que como  quien le hiciese la notificación pusiera en ella cierta complacencia, la mujer se hizo esparto, y seca, sin una lágrima, respondió:
- Ruíz de Alda tiene un hijo, que será digno de él y le sabrá vengar.

La  respuesta no es inverosimil en Amelia Azarola, que tiene una fortaleza moral envidiable, que le prohibió, por el tiempo que estuvo en la cárcel, producir la menor queja cerca de sus amigos [...]  Uno de sus valedores más constantes fue Irujo, que acabó consiguiendo para ella un canje, después de haber logrado su libertad. Casi afirmaría que, a pesar de la herida  inmensa que sele abrió con la muerte de su marido, su juicio dela República y de los hombres que la gobernaron durante la guerra no es malo Tiene motivos para saber los esfuerzos que hicieron por corregirlas injusticias y derrotar la brutalidad. Pudo saber que  el Gobernó mandó a la cárcel el batallón de la Motorizada, con el encargo de restablecer el orden. La empresa no era fácil [...] La solución no estaba en las armas y sí en la política. La noche siguió siendo trágico. Los jefes de la prisión no tenían la menor autoridad. seles habían impuesto  los nuevos custodios que, pistola en mano hacían y deshacían en los ficheros, buscando nuevas  víctimas. Los socialistas  que habían conseguido penetrar en la Modelo se pasaron la noche pidiendo en los términos más angustiosos ayuda para ellos y remedio para la situación creada . Al amanecer, el nerviosismo y la violencia habían decrecido bastante[...] La designación de un tribunal extraordinario y de urgencia permitió poner término al episodio más bochornoso que  padecímos. Un hombre que esa sola razón merece todos los respetos se decidió a presidirlo: Don Marino Gómez. Apoyado en los vocales socialistas, que eran  los más exorables, consiguió hacer que la justicia, dura justicia de tiempos de guerra, no fuese brutal ni rencorosa. Don Mariano Gómez, presidente del Tribunal Supremo, que es posible que pase por ser bestia negra para los insurrectos, aplacó con su toga la insania de los que enfurecidos por el bombardeo buscaron el desquite en la carne de los detenidos, eliminando previamente a los presos  de derecho común y a los extranjeros, permitiendo la salida  en una de estas clasificaciones, aun capitán dela Falange granadina, Sancho Dávila, que al amparo de un  sanitario de los de San Cosme y Sam Damián, y con otras protecciones posteriores, quizá la del señor Morla, consiguió volver a Andalucía para conocer, en el ejercicio de su pasión falangista, riesgos más directos que el que pudo sentir en la cárcel Modelo de Madrid.

Mariano Gómez González


(pag 181-188)

En el Palacio Nacional se hacían preparativos de viaje.El Gobierno dio una nota para traNquilizar a la opinión : por acuerdo del consejo de Ministros, el presidente se trasladaba, en visitas de frentes, a las zonas levantinos y catalanas.La verdad, inculcarles para el pueblo de Madrid, es que el presidente abandonaba la capital del Estado porque la situación comenzaba a hacerse crítica.La determinación  pareció razonable y no solamente no fue censurada, sino que se alabó 

.Don Manuel se fue con su séquito, Barcelona, donde ha ido de pasar momentos apurados y sufrir no pocas contrariedades. Barcelona, con abundancia de todo hervía de pasiones revolucionarias, que se ma inestable de muchos modos y maneras. Práctiamente, la autoridad estaba en manos deos sindicatos xe la CNT, que la ejercían por medio de las llamadas Patrullas de control".El Gobierno de la Generalidad, que presidía Compayns, litigaba con el Gobierno  entrar sobre materias del Estado autonómico, y conllevaba la situación que le habían creado los Sindicatos, a cuya fuerza expansiva  no tenía posibilidad de poner límites.

   
Comprensión  no quería reñir  ninguna batalla cuyo éxito no estuviese previamente asegurado.Daba tiempo al tiempo, confiando en que parte de aquella fiebre remitiría y entonces, e sería hacedero recuperar resortes de autoridad que como sucedió en Madrid, había dejado de responder,.Hacía la política y la hacía con la  natural cautela, apoyÁndose preferentemente el emoción autonómica del pueblo, catalán del que era, desaparecido Maciá, el paladín más visible.[...]

la autoridad del Gobierno se había resquebrajado, coincidiendo la disminución de su autoridad con el acercamiento de los rebeldes a Madrid. En algunas zonas de los alrededores de la capital, equipos de hombres cavaban trincheras. Era la última pasión: cavar trincheras[...] En el dictamen de ingenieros y arquitectos, las trincheras que se construían no servían para nada. Era una perdida de tiempo.[....] las fortificaciones de la capital eran modestísimas zanjas, sin profundidad, de las que la aviación enemiga expulsaría a nuestros combatientes tan pronto como se lo propusiera[...] Nadie pasaba a creer que Madrid pudiera defenderse. Este tema espinoso estaba descartado de todas las conversaciones. No recuerdo que lo tratásemos, ni una sola vez, los directores de los directores de los periódicos de la capital que, a instancias del  ministro de la Gobernación, Ángel Galarza, nos reuníamos con él todas las tardes para ser informados de la marcha de los sucesos militares, al objeto de que poseyéramos una base firme para nuestros comentarios[...] En  relación directa con Largo Caballero, nos proporcionaba las noticias del frente y nos hacía sugestiones que discutíamos con él. No necesito decir que las sugestiones eran mejores que las noticias, de las que el ministro no era responsable[...]
    
Alguna vez he encomiado lo que los periodistas hicimos por la defensa de Madrid, y lo que hicimos fue romper un estado de marasmo que no dejaba hacer al heroísmo. La constante ocultación de la verdad nos hacía daño. Fuerte debió ser la contribución de los periodistas a la defensa de Madrid, cuando en el Cuartel General de Madrid. Entre ellos están, según noticias que no parecen desmentirse. Javier Bueno- el mejor de todos nosotros en hombría y sabiduría, excepcional de carácter e insuperable de comportamiento-al que han ahorcado con soga, Salado (obra: Tiros al blanco. Periodismo bajo las bombas) de la Voz una pluma fina y delicada, prometida agrandes éxitos; Hermosilla, de La lIbertad que pudo esperar todo el periodismo menos ese final infausto, y quizá porque no tengo noticias de él, un muchacho cuya vocación apasionada estimulé yo y de cuyo futuro podían hacerse mejores vaticinios; Mendieta. Fuerte fue nuestra contribución y cara ha sido la cuota. aparte  de esa reconvención, que recuerdo sin la menor molestia, en aquellas reuniones con el ministro de la Gobernación se trató, a su iniciativa, de un tema que tiene cierta curiosidad. Prácticamente la entrevista de aquella tarde había terminado. Conversábamos de pie, cuando Galarza, pidiéndonos promesa de discreción se resolvió a contarnos una duda. Aclaró:" El jefe de Gobierno- es absolutamente ajeno a lo que me propongo decirles y esa es la razón por la que le s pido la más absoluta reserva", " Se trata- siguió- de la posibilidad de un canje que se ha indicado y sobre el que no me resuelvo a decir una sola palabra. Las personas a canjear serían el hijo de Largo Caballero, que como saben lo tienen en rehenes los rebeldes y José Antonio Primo de Rivera". Copio de mi nota de aquel día. La respuesta fue general:  "¡ Imposible!" "¡ Ni hablar de eso!". Yo me callé. Tenía la sensación de que acaba de dictarse en aquel momento, la pena de muerte  contra primo de Rivera. Como la conservación se prolóngase sobre el mismo tema, hice algunas observaciones que se rechazaron con sorpresa:" ¡Sería peor!" Lo arrastrarían". " Se reputaría una traición" . Necesité defender lo que consideraba justo. ¿ Se quería una muerte simbólica" ¿ No acabaríamos arrepintiéndonos tarde de una torpeza irremediable?? ¿ No lo sería igualmente consentir que la represalia alcanzase a un hijo de Largo Caballero?. El ambiente era cerrado y hostil. Galarza temía que la represalia se produjeses, pero su gestión había fracasado. Insistió en que la "silenciásemos". Presumo que Galarza  le era indiferente la vida de Primo de Rivera, interesándole mucho en cambio, la de Paquito Largo, interés al que tenía derecho, ya que debía conocer el torcedor de conciencia que la inseguridad de su hijo representaba para Largo caballero, incapaz de declarar a ningún confidente . por lata que fuese la confianza, sus sentimientos a ese respecto. En mi juicio, influyó el temor de cometer algo peor que una injusticia, un error. Primo de Rivera, preso en Alicante, había dejado transparentar su pensamiento sobre la guerra y llegó a soñar con la idea de poner fin a la misma mediante un Gobierno de unión nacional, que discurrió en la soledad de su celda y en la que la cartera  de Obras Públicas, estaría reservada aIndalecio Prieto, Éste, que se interesó mucho por conocer los papeles últimos de primo de Rivera, y por leer el proceso, que había de serme reclamando a mí, que no lo había visto ni leído, cuando la evacuación de Barcelona, explicará, si alguna vez escribe sus memorias, quienes componían aquel Gobierno y a qué declaraciones de principios tenían que ajustarse su actos. Si la consulta que se nos hizo a los periodistas encerraba una intención humanitaria, el fracaso, previsible, debió descorazonar a Galarza. Fracaso presumible, porque los tiempos no eran favorables ni a la justicia ni a la piedad, No habían acabado para Madrid los amaneceres bochornoso. Galarza no consiguió dominar la situación, aun cuando había logrado mejorarla. El problema policial era dificilísimo de resolver. La arbitrariedad tenía mucho vicio.

18
(págs 188-190)

Se renovó el Gobierno. Los sindicalistas entraron a formar parte de él [...]

La defensa de la ciudad no acaba de verse clara [...] No teníamos armamento. El encargo de la defensa era obligado confiarlo a las milicias que desde Talavera, no hacían otra cosa que retroceder desmoralizadas. En esa condiciones, por mucho que diese de sí el heroísmo de la ciudad, ¿ qué cabía prometerse? Nada bueno [...] El Gobierno acabó planteándose el problema de evacuar Madrid. Era, por su parte, una temeridad prolongar la permanencia en la capital. Resolvió trasladarse a Barcelona, donde había fijado su residencia el presidente de la República, donde había fijado su residencia el presidente de la República, donde había fijado su residencia el presidente de la República y donde las gestiones que anticipadamente se hicieron habían sido cordialmente acogidas por la Generalidad. Ésta albergaría con el mejor gusto al Gobierno central. El Consejo de Ministros en que se tomó esta grave resolución se prolongó más allá de la hora habitual.

Como algún ministro preguntase al presidente cuando debía iniciarse la marcha. Largo Caballero contestó que cada ministro debía emprender el viaje a la hora de convertirse, sin formar una caravana que llamase la atención a su paso. El traslado del Gobierno a Barcelona no se haría público, que lo tenía todo dispuesto, emprendió la marcha hacia Valencia, donde resolvió quedarse y donde, sin explicación posterior a los ministros, instaló el Gobierno. Las instrucciones con respecto a la defensa quedaron en dos sobres, dirigidos al general Miaja y Pozas. Largo Caballero  reservó llevarse a Valencia al general Asensió. Los periodistas no tuvimos referencia ninguna de ese histórico Consejo de Ministros. Galarza debió de dársela a los directores de periódicos que aquella tarde acudieron, por última vez, as u despacho del edificio de la Puerta del Sol. A mí me fue imposible asistir. Ignoro lo que Galarza dijo. Solo recuerdo que parte de aquellos colegas míos, dado por segura la pérdida de Madrid, abandonaron sus puestos y tomaron camino de Levante. Poco después de la reunión con los periodistas. Galarza partió de Madrid y en su despacho se instaló, prometiendo no abandonarlo Wenceslao Carrillo. La evacuación de los ministros se hizo discretamente. Fueron muy contadas las personas que la conocieron. En algunos periódicos, tal La Voz y Política, todavía el día siguiente ignoraban que el Gobierno había trasladado su residencia a valencia. Yo tuve referencia del acuerdo ministerial por los camaradas de la Comisión Ejecutiva, que habían acordado, y a su vez, imitar la conducta del Gobierno, añadiendo que yo, como director del periódico, debía irme con ellos. El acuerdo suponía, de cumplirse al pie de la letra, la suspensión de El Socialista. Discutiendo el tema, se nos hizo la hora de cenar. Había que resolver. a la puerta de la redacción tres autos, bien abastecidos de gasolina, esperaban nuestra palabra. La mía ya era firme.

    La noche del día  7 de noviembre, Prieto la pasó en Madrid. Había decidido salir para Valencia, utilizando un avión, al amanecer del día siguiente. Dos de sus colegas de ministerio, conociendo el propósito, le había perdido que les reservase un asiento.Estos ministros, entre. los que estaba Álvarez del Vayo, salieron el mismo día siete en sus automóviles; pero al llegar a la jurisdicción municipal de Tarancón, los militares que montaban la guardia se negaron a dejarles continuar el viaje, faltándoles al respeto de palabra y llegando en su osadía a amenazarles con las puntas de las bayonetas. Fue pero que alegasen su condición de ministros.Las imprecaciones y los insultos subieron de tono y el racimo de bayonetas, se hizo más espeso. Según la referencia que me daba Prieto, algún ministro debió sentir en la carne, sino la punta de las armas, la presión de las mismas. Los milicianos del punto de Tarancón pertenecían a la columna del Rosal, que operaba en Cuenca y de la que contaban las historias más abracadabrantes. Vivía sobre los pueblos donde acampaba y sus injusticias tenían ensombrecidas a la provincia entera, donde la República, que dispuso de pocos amigos, no debía tener ninguno. Andando el tiempo, un hijo del jefe de la columna  había de ser acusada de varios delitos graves, y no recuerdo  exactamente si identificarlo como fascista, condenado a muerte y ejecutado. En el tiempo en que su padre operaba en Cuenca, que es donde el hijo había cometido los delitos, la sentencia no hubiera podido cumplirse. El destacamento que envió a Tarancón, pese a sus pañuelos rojinegros, no hizo diferencia con los ministros  confederales, a los que trató de la misma forma desconsiderada que a Álvarez del Vayo, motejándoles de cobardes y de traidores, indicándoles, imperativamente que su puesto estaba en Madrid, adonde les obligaron a regresar. Esa el razón por la que habían solicitado del ministro del Aire una plaza en un avión que se proponía utilizar para trasladarse a Valencia. Este violento desacato a los ministros era un indicio para juzgar de la autoridad del Gobierno [...]

-La noticia de la marcha del Gobierno se conocerá mañana y no habrá quien no crea que se trata de una fuga. El silencio de que se ha rodeado el traslado le da esta apariencia de deserción. En la guerra, las previsiones son inexcusables y es equivocado esperar al último   momento porque en la precipitación se hacen malas cosas que importan mucho que se hagan bien. ¿ Usted qué piensa hacer?

-Quedarme- le respondí- Nuestro periódico no puede dejar de publicarseNuestro periódico no puede dejar de publicarse[...]

Necesito quedarme. ¿ A qué compañero le digo que me sustituya en mi opuesto, y cómo se lo digo sin exponerme a que me replique que su vida no es menos valiosa que la mía?. tengo que quedarme. Es una obligación de mi cargo

Prieto reconoció que ese era, en efecto, mi deber, y sin que yo lo pudiera me mandó con Victor Salazar, un secretario, una orden autorizándome a tomar una plaza en cualquier avión, militar o civil, que saliese de Madrid después del día ocho. Acogiéndome a aquella prueba de amistad, que le agradecí profúndame. Me las concedió y se despidió de mí.nte, le pedí dos autorizaciones iguales a la mía para mis dos redactores; Albar y Cruz Salido.[..]


INFORMACIÓN COMPLEMENTARIA.




Lápida de la tumba de Julián Zugazagoitia en la Almudena. DIEGO BARCALA

RAFA BURGOS
Alicante - 10 DIC 2021 - 05:40Actualizado: 10 DIC 2021 - 08:08 CET
MEMORIA HISTÓRICA

Las hermanas de derechas que pagaron la sepultura de dos fusilados por el franquismo
Una investigación desvela que Emilia Marroquín, que salvó su vida gracias a la mediación de dos periodistas, sufragó junto a su hermana la escultura que preside la tumba de los represaliados.


La tumba de los periodistas Julián Zugazagoitia Mendieta y Francisco Cruz Salido, fusilados por el régimen franquista en 1940, ha guardado durante 80 años uno de los mayores secretos del cementerio de la Almudena, en Madrid. Una tal Sabina Marroquina, nombre que no se sabía si era real o seudónimo, había sufragado en su día una sepultura de granito en forma de libro abierto en la que aparecían los nombres de los dos periodistas, dos condenados a muerte, un hecho nada habitual en la época. La familia de Zugazagoitia trató de averiguar mucho después, en 2013, quién era la misteriosa benefactora. Sin éxito. Ocho años más tarde, el misterio ha sido resuelto.

Un investigador de Alicante ha reconstruido la historia: Emilia Marroquín de Pedro había salvado su vida en los años treinta gracias a ambos periodistas, que declararon en su favor en un juicio tras ser encarcelada en una checa de la República, acusada de fascista. Más tarde ellos serían fusilados por el régimen, y Emilia y su hermana Sabina decidieron devolverles de alguna manera el gesto rescatándolos del anonimato de una fosa común y encargando una lápida que los recordara.

El sumario incluye el acta del juicio celebrado entre el 23 de septiembre y el 18 de octubre de 1940 contra seis procesados: el dramaturgo y director de escena Cipriano Rivas Cherif, el periodista y político socialista Francisco Cruz Salido, el ingeniero Carlos Montilla Escudero, el abogado y diplomático, militante de Izquierda Republicana, Miguel Salvador Carreras, Julián Zugazagoitia Mendieta y el político y sindicalista Teodomiro Menéndez Fernández. Todos ellos habían sido detenidos por la Gestapo en Francia y entregados a las autoridades franquistas el verano anterior. Como en otros consejos de guerra, representantes de la sociedad civil de los vencedores de la guerra se mostraron “dispuestos a testimoniar a favor” de los presos, según recoge Ríos en su investigación. En este caso, participaron el periodista Manuel Aznar, los escritores Felipe Ximénez de Sandoval y Wenceslao Fernández Flórez y una “funcionaria y excautiva con carné, Florencia Emilia Marroquín de Pedro”.

Emilia era una joven funcionaria del Ministerio de Obras Públicas, una muchacha “un tanto desgarbada y nerviosa”, en palabras de Rivas Cherif, que declaró “con desmañada ingenuidad” como testigo en favor de los dos periodistas. Además, firmó un escrito que quedó depositado en el sumario, indica Ríos Carratalá. La joven señaló que fue encarcelada durante la guerra bajo la acusación de fascista o falangista, circunstancia que demostró con “el carné de excautiva, que en aquellas fechas era una garantía de adhesión al régimen”, dice Ríos. Su “detallado informe acerca del humanitario comportamiento de los dos periodistas con ella y otros encarcelados en parecidas circunstancias” no influyó en el tribunal, ya que todos los procesados fueron condenados a muerte, salvo Menéndez Fernández, sobre el que recayeron 30 años de prisión.

Tras el juicio, cuenta Rivas Cherif, Emilia visitó a los condenados en la madrileña cárcel de Porlier y en compañía de un cuñado de Cruz Salido, se hizo cargo de los pocos objetos propiedad de los fusilados: “sus maletitas y la ropa de ambos”. Ambos periodistas fueron los únicos que cayeron acribillados en el paredón, a las 6.45 horas del 9 de noviembre de 1940, ya que al resto de sus compañeros de banquillo se les conmutó la pena a 30 años de prisión por mediación del cuñado de Franco, Ramón Serrano Suñer. Ese mismo día, Sabina Marroquina, apellido probablemente alterado sin intención, pagó las dos sepulturas, por un precio total de 760 pesetas, tal como consta en el registro del cementerio, consultado por Villarías, con quien Ríos ya se ha puesto en contacto para comunicarle el hallazgo”[...]

(págs 196-

[...] En el Ministerio de la Guerra las desafecciones eran constantes. El setenta porciento de los jefes de Estado Mayor se pasaron al adversario, sin que nadie pudiese hacer nada para evitarlo, dado el desconcierto que se había instalado en aquella casa. Entre los militares  evadidos, los había de filiación republicana, personas de absoluta confianza para el régimen, para los que la guerra no tenía color.¿ Qué fue de ellas?. Lo más probable es que les aplicasen al llegar, alas filas de Franco, el trágico arancel de la muerte.Margarita Nelken, según sus informes, se había convertido en una autoridad en el Palacio de Buenavista., donde permanecía horas y horas, ordenando y disponiendo con un tono menos inquietante que su tono habitual. Censuraba acremente a Largo Caballero, en cuya línea política se había mantenido, reprochándole torpezas y apresuramientos culpables. Difícilmente escapaba alguna persona a su juicio crítico. Sis víctimas decían de ella que estaba iracunda por no haber sido embajadora en Moscú.-puesto que apetecía se  y para el que se consideraba en las mejores condiciones-Inteligente y sutil como es, no había alcanzado a darse cuenta de la desestimación en la que tenían sus compañeros de línea revolucionaria. Su exclusión de todo puesto gubernativo debió revelárselo y sintiéndose herida por personas a las que menospreciaba en secreto, se sirvió de la ocasión para pincharles los alfileres de su ironía sarcástica. Yo pude medir su irritación en una visita que nos hizo al periódico, domicilio que hacía muchos meses que no había pisado, considerándolo indigno de su planta revolucionaria. Para facilitar una inteligencia, puso en orden de revista todas sus indignaciones más recientes[...] le falto darse cuenta de que hablaba con un periodista gubernamental [...]
    
    - Marcho mañana mismo para Valencia- me dijo- y Barcelona voy a decir a Largo Caballero lo que pasa, con la esperanza de que se decida a poner remedio a este desbarajuste, si no quiere que Madrid se pierda irremediablemente. Los comunistas se están apoderando de todo, sin que nadie se cuide de irles a la mano.Están causando un daño inmenso.[...] Estoy yo sola en el ministerio de la Guerra y no es imposible hacerlo todo. Sería menester que alguien me ayudase, que regresasen los que tan precipitadamente se han ido [...] Cumplido con ese deber, me volveré a Madrid , a correr la suerte de los milicianos, que yo no soy de los que se retratan mucho, simulando que han estado en la primera línea, cuando la verdad es que no han pasado nunca de la retaguardia[...] las últimas invectivas de Margarita Nelken fueron para algunos colaboradores de prieto: Camacho,Hidalgo de Cisneros.. y para el propio ministro del Aire, que tenía mala mano para elegir las personas de su confianza. Albar, con quien Margarita Nelken había conversado un momento antes, vino a mi despacho y me dio su impresión:

    - Tiene razón en mucho de lo que dice; pero le falta autoridad moral para decirlo[...]

    Tres días más tarde de nuestra conversación,Mundo Obrero nos sorprendió con la noticia de que Margarita Nelken había solicitado y obtenido el ingreso en el Partido Comunista[...] ¿Qué había sucedido ala diputada ex socialista en Valencia? [...]

    Esta mujer es la que distribuía órdenes, advertencias y avisos en el Ministerio de la Guerra, en tanto los ordenanzas, con tráfago enloquecido, vaciaba n archivos, cargaban cajones, movían mesas [...] tropezaban conMargarita Nelken, que los fulminaba con la  a 
- mirada[...] Su presencia fiscal y su palabra hiriente, pronunciada sin prudencia, irritaba

- Director-me pedía el redactor militar por teléfono- haga que lleven a Margarita de aquí o acabaremos por tener un disgusto[...] No encuentro a nadie que no diga perrerías de ella. Empiezan a sospechar que es una espía

    - Allá el general con ella- le contestaba-; yo no puedo hacer nada, más que lamentar lo que sucede.

 BIOGRAFÍA DE JULIÁN ZUGAZAGOTIA 



(Bilbao, 1898 - Madrid, 1940) Periodista y político español. Fue diputado a Cortes por Badajoz en 1931 y por Bilbao en 1936, en ambas ocasiones por el Partido Socialista Obrero Español (PSOE) y redactor del diario El Liberal de Bilbao, propiedad de Indalecio Prieto, con quien mantuvo una estrecha amistad; también dirigió el periódico El Socialista de Madrid (1932-1937).

Fue Ministro de la Gobernación en el primer Gobierno de Juan Negrín, desde mayo de 1937 a abril de 1938. En 1937 asistió al II Congreso Internacional de Escritores Antifascistas celebrado en Valencia, Madrid y Barcelona. Tras cesar como ministro desempeñó el cargo de secretario general del Ministerio de Defensa. Terminada la contienda se exilió a Francia, donde fue detenido por la Gestapo cuando los alemanes ocuparon el país vecino. Trasladado a España, fue entregado a las autoridades franquistas, juzgado en Madrid por un consejo de guerra, condenado a muerte y ejecutado.

Fue autor de innumerables artículos de prensa y de varias obras entre las que destaca Guerra y vicisitudes de los españoles (Barcelona, 1977), titulada en su primera edición Historia de la Guerra de España (Buenos Aires, 1940), sin duda, su obra más cualificada, excepcionalmente objetiva a pesar de que la escribió meses después de finalizar el conflicto español. Otras obras destacadas son Una vida heroica: Pablo Iglesias (1926), Una vida humilde: Tomás Meabe (1927) y las novelas Una vida anónima: vida del obrero (1927) y El asalto (1930).

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