EL PARTIDO COMUNISTA DE ESPAÑA JUSTIFICÓ LA INVASIÓN DE POLONIA.
INFORMACIÓN PREVIA.
El Pacto Alemán-Soviético fue un acuerdo firmado por la Alemania nazi y la Unión Soviética el 23 de agosto de 1939. Fue negociado por el ministro alemán de relaciones exteriores, Joachim von Ribbentrop y el ministro soviético de relaciones exteriores Vyacheslav Molotov. Llamado comúnmente Pacto Alemán-Soviético o Pacto Molotov-Ribbentrop, también se conoce como el Pacto Nazi-Soviético o el Pacto Hitler-Stalin.
El Pacto Alemán-Soviético consistía en dos partes, una pública y otra secreta. La parte pública era un pacto de no agresión en el que cada signatario se comprometía a no atacar al otro. También se prometieron que, en caso de que uno de los signatarios fuera atacado por un tercer país, el otro no le prestaría ayuda de ningún tipo a ese otro país. Además, los dos acordaron que no participarían con otras potencias en ningún acuerdo contra el otro, ya fuera directa o indirectamente. El acuerdo de no agresión tendría una vigencia de diez años y se renovaría automáticamente por cinco años más si ninguno de los signatarios actuaba para terminarlo.
La parte secreta del pacto consistía en un protocolo que establecía las esferas de influencia soviética y alemana en Europa oriental. Reconocía a Estonia, Latvia y Besarabia como parte de la esfera soviética. Los signatarios acordaron dividir a Polonia a lo largo de los ríos Narev, Vístula y San.
El Pacto Alemán-Soviético en acción
Con el pacto Molotov-Ribbentrop en vigor, Alemania atacó a Polonia el 1° de septiembre de 1939 sin temor a la intervención soviética. El 3 de septiembre de 1939, Gran Bretaña y Francia, que habían garantizado cinco meses antes la protección de las fronteras de Polonia, le declararon la guerra a Alemania. Apenas dos semanas después, el 17 de septiembre, la Unión Soviética invadió a Polonia desde el este. Estos sucesos marcan el comienzo de la Segunda Guerra Mundial.
Entonces, Alemania y la Unión Soviética actuaron para tomar el control de las esferas de influencia delineadas en el protocolo secreto del pacto de no agresión. Modificaron el protocolo para asignar Lituania y la ciudad de Vilnius (entonces llamada Wilno y perteneciente a Polonia) a la esfera soviética, y ajustaron la frontera que habían establecido en Polonia. El 29 de septiembre de 1939 se repartieron Polonia. Alemania ocupó la región occidental y la mayor parte de Polonia central, anexando al Reich las provincias occidentales. La Unión Soviética ocupó y se anexó el resto del territorio polaco.
Asimismo, de conformidad con el acuerdo, la Unión Soviética se anexó otros territorios a su esfera de influencia. El 30 de noviembre de 1939, los soviéticos atacaron Finlandia. Después de una guerra de cuatro meses, se anexaron el territorio finlandés a lo largo de la frontera soviética, en particular la zona cercana a Leningrado (la actual San Petersburgo). En el verano de 1940, los soviéticos ocuparon y se incorporaron las repúblicas bálticas de Estonia, Latvia y Lituania. También se apoderaron de las provincias rumanas de Bukovina del Norte y Besarabia.
El final del Pacto Alemán-Soviético
Hitler siempre consideró que el Pacto Alemán-Soviético de no agresión era una maniobra táctica y temporal. Nunca tuvo la intención de respetar las condiciones del acuerdo durante diez años. Su plan a largo plazo siempre había sido que las fuerzas alemanas atacaran a la Unión Soviética y establecieran un Lebensraum (espacio vital) para los alemanes en los territorios capturados. Antes de dar este paso, sin embargo, Hitler tenía la intención de subyugar a Polonia y derrotar a Francia y a Gran Bretaña. El pacto de no agresión le permitió a Alemania librar esas guerras intermedias sin temor a un ataque soviético, evitando así una guerra por dos frentes.
En julio de 1940, un mes después de que Alemania derrotó a Francia, Hitler ordenó los preparativos para la guerra contra la Unión Soviética. Los diplomáticos alemanes se esforzaron por asegurar el flanco de Alemania en el sureste de Europa. En noviembre de 1940, Hungría, Rumania y Eslovaquia se unieron a la alianza del Eje. Durante la primavera de 1941, Hitler comenzó a informar a sus aliados europeos acerca de sus planes de invadir la Unión Soviética.
El 18 de diciembre de 1940, Hitler firmó la Directiva 21 (con el nombre clave de “Operación Barbarroja”), la primera orden operativa para la invasión de la Unión Soviética. Desde el principio de la planificación operativa, las fuerzas armadas y las autoridades policiacas alemanas tuvieron la intención de librar una guerra de aniquilación contra lo que consideraban el gobierno comunista “judeo-bolchevique” de la Unión Soviética, así como contra sus ciudadanos, en especial los judíos.
El 22 de junio de 1941, las fuerzas alemanas invadieron la Unión Soviética, menos de dos años después de haber firmado el Pacto Alemán-Soviético.
ASÍ ES COMO EL PARTIDO COMUNISTA DE ESAPA JUSTIFICÓ LA INVASIÓN NAZI-SOVIÉTICA DE POLONIA.
El 23 de agosto de 1939 los ministros de asuntos exteriores de Hitler y Stalin firmaron en Moscú el Pacto Ribbentrop-Molotov, un acuerdo de no agresión entre Alemania y la URSS, que incluía un protocolo secreto por el que ambas potencias se repartían Polonia, las Repúblicas Bálticas y Finlandia, un protocolo descubierto por los Aliados en 1945 y que la URSS negó hasta 1989. La Internacional Comunista, controlada por Stalin y con sede en Moscú, dio órdenes a los partidos comunistas de sabotear el esfuerzo de guerra contra los alemanes. Ese sabotaje se tradujo, especialmente, en acciones de propaganda de los comunistas para promover el derrotismo y justificar la invasión de Polonia. El 9 de septiembre de 1939 Georgi Dimitrov, secretario general de la Internacional Comunista, dirigía un telegrama a la cúpula del PCF afirmando: “El proletariado mundial no debe defender a la fascista Polonia.” Faltaban ocho días para que las tropas soviéticas penetrasen la frontera oriental de Polonia, de modo que esa consigna se refería a la invasión alemana. Ante la reacción de los gobiernos de Francia y el Reino Unido declarando la guerra a Alemania, Dimitrov señalaba: “los comunistas deben declararse en contra de la guerra, dejar al descubierto su carácter imperialista, votar en contra de los créditos militares, informar a las masas de que la guerra traerá miseria y agravará las cadenas de la explotación.” Las acciones de propaganda de los comunistas se centraron en dirigir la mayoría de sus críticas contra los gobiernos del Reino Unido y de Francia, como si fuesen los verdaderos culpables de la guerra.
El Partido Comunista de España (PCE), como los demás, siguió esas consignas de Moscú al pie de la letra. Así lo hizo desde el periódico “España Popular”, editado desde México y que sirvió como portavoz del PCE durante la contienda. El primer número se lanzó el 18 de febrero de 1940. En portada incluía un artículo de Dolores Ibárruri, “La Pasionaria”, miembro de la cúpula del PCE exiliada en la URSS.
[...] La política de “No Intervención” significó dejar las manos libres a los invasores extranjeros para hacer la guerra a España para invadir, esclavizar y destrozar nuestro bello país.
Significó poner desde el primer momento en un plano ventajoso a los generales sublevados[...]
Fué la imposición brutal de un veto para la compra de armas, a un pueblo que defendía su independencia, y fué, por fin, la entrega de la República Española a la reacción, y el sacrificio de un pueblo que, a pesar de todo, defendió durante cerca de tres años su libertad y la independencia y el porvenir de su patria. [...] Mas, no era así como pensaba el proletariado francés, ni como pensaban los obreros de diferentes países. A este respecto, la posición de L’Echo de París, órgano del Comité des Forges, es decir, de la gran burguesía industrial francesa, era bien significativa. El 9 de septiembre de 1936 [...] afirmaba que la política de “no intervención” representaba el medio más eficaz para romper esa ola revolucionaria de solidaridad.
Al servicio de la reacción y el imperialismo
¿A quién servían Blum y los jefes socialdemócratas con su política pacifista, con su política de neutralidad y de limitación de conflictos guerreros? [...]
En una Conferencia de las Trade-IJnions inglesas, celebrada el 7 de septiembre de 1936, Citrine defendía la política de “no intervención” y, entre toda una serie de argumentos justificativos de esta política, decía lo siguiente: El Gobierno francés (presidido por Blum), estando obligado, por el mismo Tratado francoespañol, a suministrar al Gobierno republicano de España las armas que necesitase, ha llegado a la conclusión de que no puede cumplir lo estipulado en dicho Tratado, porque el envío de armas a la España republicana podría provocar la guerra. Debemos llegar a comprender la necesidad de aprobar la política de neutralidad,‘ aunque esta política no sea popular entre nuestros aliados. [...]
Orientados en este sentido, los jefes laboristas y socialdemócratas hicieron repetidos viajes a España, durante el transcurso de la guerra, para convencer a los socialistas españoles de que la resistencia era imposible`...]
Y Adlef y Schevenels, y Delvigne y Nenni, y AbramOvitch y Julius Deutch, y Stolz y De Brouckére, y Citrine y Attlee, y todos los jefes socialdemócratas que llegaron a España, llevaban el mismo objetivo, que es el de la burguesía de todos los países: ver cómo se podía luchar contra el Partido Comunista, por su inquebrantable posición de lucha y de resistencia ante los agresores, y convencer a los dirigentes socialistas, entre ellos a los diferentes Presidentes de los distintos Gobiernos y a los ministros socialistas, de la necesidad de terminar la guerra, entregando España al fascismo.[...]
El miedo a la revolución
Los ardientes “pacifistas” y partidarios de la política de “no intervención” eran movidos, no sólo por el interés de servir a sus burguesías respectivas, sino también por su miedo a la Revolución.[...]
La República Española, que, al comienzo de la lucha, era una República de tipo democrático-burguesa, se transformó, en el desarrollo de la guerra, en una República diferente de las Repúblicas democráticas burguesas, donde domina y manda el gran capital. Era una República apoyada en el Frente Popular y en el Ejército Popular regular; una República de la cual fueron eliminados del Poder los terratenientes semifeudales, el gran capital y los reaccionarios. Era una República en la que los obreros, los campesinos, todas las masas populares, participaban de una manera intensa en la dirección de la vida política y económica del país. Era una República democrática popular en la cual, conservándose la propiedad privada, se estaba realizando la nacionalización de las grandes empresas industriales, de los bancos y del transporte; una República en la cual se llevó la cabo la confiscación de las tierras de los grandes terratenientes, y en donde las cooperativas y colectividades voluntarias de los obreros y de los campesinos encontraban la ayuda y la protección del Estado.
El triunfo de una tal República hubiera abierto perspectivas revolucionarias en todos los países[...]
Y esta República, cuyo desarrollo y consolidación era una garantía del mantenimiento de la paz en el Mediterráneo; esta República, que poseía la llave del Estrecho ’de Gibraltar, es decir, del camino de Africa, que significa decir la posibilidad para Francia del transporte de tropas; esta República que, fronteriza con Francia a través de los Pirineos, hubiera ayudado a Francia en cualquier circunstancia, es abandonada, es entregada a los enemigos seculares de uno y otro pueblo.
Los portavoces socialdemócratas del imperialismo inglés y francés repiten cada día que hacen la guerra para “restaurar la Polonia”, en nombre de la democracia y “del derecho de los pueblos.
Ellos han ahogado a España, donde el pueblo catalán y el pueblo vasco gozaban de libertad para el desarrollo de su cultura nacional. Ellos dicen ayudar (aunque bien sabemos hoy cuánto vale esta ayuda) a Polonia, donde millones de ukranianos, bielorrusos y judíos ni siquiera tenían el derecho de hablar libremente su idioma, y vivían en condiciones de parias.
Ellos defienden un régimen que destrozaba la cultura de pueblos enteros, y abandonaban a los defensores de la cultura del pueblo español. Los hombres de la socialdemocracia, al servicio del gran capital, se atreven a llamar democrático al Estado polaco, el que fué cárcel de pueblos, donde el obrero no tenía derecho a organizarse libremente, donde el proletariado polaco llevaba la misma existencia de esclavos que el resto de los pueblos oprimidos. Ellos se declaraban solidarios con los gobernantes de la Polonia reaccionaria, desaparecida sin honor y sin gloria, porque los terratenientes polacos, los coroneles venales y que formaban su gobierno y que no representaban la voluntad del pueblo polaco—que no tenía ni voz ni voto para decidir sus destinos—, representaban, sin embargo, los intereses de los banqueros y grandes capitalistas de Londres y París.
El deseo de restablecer de nuevo aquel cordón sanitario, aquella base para ataques militares contra el país del Socialismo, que era el papel que jugaba Polonia, Estado creado artificialmente y que era un conglomerado heterogéneo, creado por el Tratado de Versalles: Polonia no debía servir a otro fin.
Los Blum, Jouhaux, Citrine y Attlee, fieles servidores de sus patronos, no pueden hacer otra cosa que gritar con toda su fuerza en defensa de los terratenientes y coroneles polacos.
¡La Polonia de ayer, cárcel de pueblos, República de campos de concentración, de gobernantes traidores a su pueblo, que estaba constituida a la imagen de la democracia de los Blum y Citrine! La socialdemocracia llora sobre la pérdida de Polonia, porque el imperialismo ha perdido un punto de apoyo contra la Unión. Soviética, contra la patria del proletariado. Llora por la pérdida de Polonia, porque los ukranianos, bielorrusos, trece millones de seres humanos, han conquistado su libertad. Como durante la guerra de España, ellos se encuentran hoy al lado de los enemigos de la Humanidad. [...] Pero ningún obrero consciente podrá tomar 'voluntariamente las armas en defensa de la Polonia reaccionaria. Los trabajadores de todos los países han saludado con entusiasmo la acción libertadora del Ejercito Rojo sobre el territorio del antiguo Estado de los terratenientes polacos
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