JOAQUÍN RIERA: LA GUERRA CIVIL Y LA TERCERA ESPAÑA.

    



       



LA GUERRA CIVIL  Y LA TERCERA ESPAÑA. DE CÓMO UNAS MINORÍAS EXTREMAS NOS LLEVARON ALA GUERRA CIVIL.

    (págs  25-26)


Las olas de la Historia, con su rumor y su espuma, que reverbera al sol, ruedan sobre un mar continuo, hondo, inmensamente más hondo que la capa que ondula sobre un mar silencioso y a cuyo último fondo nunca llega el sol. Todo lo que cuentan a diario los periódicos, la historia toda del «presente momento histórico», no es sino la superficie del mar, una superficie que se hiela y cristaliza en los libros y registros, y una vez cristalizada así, una capa dura, no mayor con respecto a la vida intra-histórica que esta pobre corteza en que vivimos con relación al inmenso foco ardiente que lleva dentro. Los periódicos nada dicen de la vida silenciosa de los millones de hombres sin historia que a todas horas del día y en todos los países del globo se levantan a una orden del sol y van a sus campos a proseguir la oscura y silenciosa labor cotidiana y eterna, esa labor que, como la de las madréporas suboceánicas, echa las bases sobre que se alzan los islotes de la Historia. Sobre el silencio augusto, decía, se apoya y vive el sonido; sobre la inmensa Humanidad silenciosa se levantan los que meten bulla en la Historia. Esa vida intra-histórica, silenciosa y continua como el fondo mismo del mar, es la sustancia del progreso, la verdadera tradición, la tradición eterna, no la tradición mentira que se suele ir a buscar al pasado enterrado en libros y papeles y monumentos y piedras. 

Unamuno, Miguel de:  "La tradición eterna" En torno al casticismo. 1895



Joaquín Riera


BIOGRAFÍA

Joaquín Riera Ginestar (Tormos, 1975) es licenciado en Geografía e Historia, diplomado en estudios avanzados (DEA) en el área de conocimiento geográfico “Asentamientos humanos y actividades económicas”, poseedor de la Suficiencia Investigadora por la tesina predoctoral “Trabajadores españoles en la República Federal de Alemania. Un caso de emigración económica en Europa. Salida, retorno y permanencia (1960-2010)” y profesor titular de Educación Secundaria Obligatoria y Bachillerato en las especialidades de Geografía, Historia y Arte. Historiador, investigador y escritor, entre sus obras se cuentan una monografía sobre el fenómeno del flujo migratorio español hacia Europa desde 1960 (“Maletas de cartón: 50 años de emigración española a Alemania”, 2018); un ensayo microhistórico sobre la guerra civil española que cuestiona el mito de las dos Españas (“La Guerra Civil y la tercera España”, 2016); dos estudios sobre fuentes literarias del cristianismo primitivo (“El Jesús de la Historia”, 2017 y “El otro legado de Jesús”, 2018); y un ensayo sobre filosofía epicúrea, felicidad y posmodernidad (“El arte del bien vivir”, 2022).


2. LAS DOS ESPAÑAS ( pags 28-33)

Para entender el concepto de Tercera España hay que referirlo a uno anterior del que deriva  de manera natural: el de las dos Españas. Este término nace y se desarrolla mucho antes de la Guerra Cicil, concretamente en el último cuarto del siglo XIX y para nada se refiere a las dos minorías radicales que arrastran al resto de España a una lucha fratricida entre  entre 1936-1939 en un contexto internacional de auge de los totalitarismos  y de cobardías de las democracias occidentales ( Comité de No Intervención 1936). No obstante,  se puede conceder que, en parte, y de manera indirecta, las dos Españas de la Guerra Civil provienen de las dos Españas  de finales del siglo XIX: la España " integrista" y la España " renovadora".

     El término de las dos Españas es esbozado, por primera vez, por el escritor Pérez Galdós  (1843-1920) quien alude a la división de dos bloques, conservador y liberal, de las capas alfabetizadas de la élite social de finales del siglo XIX. Dicha escisión arranca  un siglo antes con la llegada a España de las ideas de la Ilustración, reflejadas en la malograda Constitución de 1812, y se consolida durante el diecinueve con la importación al mundo intelectual español de la ideología kraussista germánica por Julián Sanz del Río ( 1814-1869) y con los procesos de la revolución liberal ( 1808.1874) e industrial ( 1830-1930)[...]

    Pérez Galdós hace alusión indirecta a esas dos Españas en su novela Dona Perfecta ( 1876) en la que una España formada por la antigua aristocracia y la burguesía moderada, se le atribuye tradición, fanatismo, intolerancia y rutina mental ( España integrista) y a la otra España, integrada por la burguesía reformista, progreso, cientifismo y liberalismo ( España renovadora). Lo que plantea el autor canario con ese dualismo es la lucha entre dos contradicciones.[...]

    El propio Galdós reelabora su primera aproximación a la dualidad española en 1912 en su obra Cánovas, la última novela ( nº 46) de la serie Episodios Nacionales. en ella, al referirse al Régimen de la Restauración ( 1876-1931). Galdós habla claramente del divorcio, no ya entre la España integrista y la España renovadora, sino entre la España real y la España oficial, dominada  ésta ahora definitivamente por la burguesía del dinero que durante el proceso de revolución liberal del siglo XiX fue consolidando su poder político frente a la vieja aristocracia, con la que fue emparentando matrimonialmente e ideológicamente. En Cánovas, el escrito canario describe de la manera que sigue, a la nueva clase dominante, ala burguesía moderada del dinero que reniega del papel liberador que se le atribuía a priori y que constituye la base de la España oficial:

Los dos partidos que se han concordado para turnar pacíficamente en el poder son dos manadas de hombres que no aspiran más que a pastar en el presupuesto. Carecen de ideales, ningún fin elevado les mueve, no mejorarán en lo más mínimo las condiciones de vida de esta infeliz raza pobrísima y analfabeta. Pasarán unos tras otros, dejando todo como hoy se halla, y llevarán a España a un estado de consunción que, de fijo, ha de acabar en muerte. No acometerán ni el problema religioso, ni el económico, ni el educativo; no harán más que burocracia pura, caciquismo, estéril trabajo de recomendaciones, favores a los amigotes, legislar sin ninguna eficacia práctica, y adelante con los farolitos`... [...] Han de pasar años, tal vezlustros, ante de que ese Régimen, atacado de tuberculóis étnica sea sustituido por otro que traiga nueva sangre y nuevos focos de lumbre mental [...]. 

Por lo tanto, para Galdos el liberalismo español fracasa a principios del siglo XX en el cometido  que se le presuponía, es suyo, barrer los aspectos negativos de la tradición. Y eso sucede, porque la burguesía liberal moderada ( agraria y urbana(, cuando alcanza una posición política dominante, se alía con los antiguos amos del poder ( oligarquía terrateniente aristocrática) y abandona a su suerte al grueso de la España de la que provenía ( traición de la burguesía conservadora a la España real formada por la burguesía progresista y las clases populares) [...]

    El mismo año que Galdós llegó a a esta conclusión, el poeta sevillano Antonio Machado ( 1873-1939) versificó el divorcio entre las dos Españas en el poema titulado Españolito, incluido en la sección de Proverbio y catares de su obra  Campos de Castilla ( 1912):

                                            Ya hay un español que quiere
                                                 vivir y a vivir empieza,
                                                 entre una España que muere
                                                 y otra España que bosteza.

                                                Españolito que vienes
                                                al mundo te guarde Dios.
                                                una de las dos Españas
                                                ha de helarte el corazón.

Dos años más tarde, en marzo de 194, el filósofo José Ortega y Gasset ( 1883.195) hace suyo el concepto galdosiano de las dos Españas y lo desarrolla en la conferencia que pronuncia en el Teatro de la Comedia de Madrid titulado Vieja y nueva política donde establece que:

"Hoy en nuestra nación presenciamos: dos Españas que viven juntas y son perfectamente extrañas: una España oficial que se empeña en prolongar los gestos de una edad fenecida, y otra España aspirante, germinal de una España vital, tal vez no muy fuerte, pero vital, sincera, honrada, la cual, estorbada por la otra, no acierta a entrar de lleno en la historia"

Dentro de esa España germinal, obstaculizada por la oficial, junto a una minoría burguesa auténticamente progresista y liberal y no correspondida por el bipartidismo turnista de la Restauración, se va haciendo un lugar cada vez más relevante en la pugna con la España oficial.,la clase obrera cuya irrupción en la escena política ejemplifica bien el cambio social que Ortega analizará en la Rebelión de las masas (1929.) Esta clase social que toma conciencia de sí misma ya desde el Sexenio Democrático ( 1868-1874), a partir de 1917 quiere coger el relevo a quienes intentaron fallidamente, desde Maura y Canalejas, pasando por Primo de Rivera, hacer la revolución del sistema " desde arriba" para evitar lo que acabó pasando que el pueblo la intentase  hacer " desde abajo" para liquidar violentamente un régimen  que beneficiaba en exclusiva a una reducida oligarquía. Entonces, cuando a partir de 1931, llega esa oportunidad de cambio desde abajo, el choque es inevitable entre la feneciente España oficial y floreciente España germinal.

    En esa coyuntura de cambio y reformismo profundo resurge la España más integrista con sus instituciones insignia . Eso es, el Ejército ( Sanjurjada) la  Iglesia católica ( cardenal Gomá), reforzados con el capital de la oligarquía terrateniente y urbana ( Juan March), que sirve para dar aliento a líderes políticos moderados, como el católico cedista Gil Robles, pero también extremistas como el falangista José Antonio Primo de Rivera ( 1903-1936) y el derechista monárquico de Renovación Española José Calvo Sotelo ( 1893-1936). Dichos dirigentes y sus partidos son aprovechados por la España retrógrada para defender de la España más vital. Y esto sucede sucede paralelamente al progresivo cambio de perspectiva de aquellos liberales progresistas que, como Ortega y Gasset, se habían creído adalides y guías de la España renovadora y que paulatinamente reculan hasta posiciones cuanto menos próximas ala España tradicional. Ese cambio de posicionamiento se debe al rechazo que les produce el fanatismo de una parte de la base social de la España germinal, de una minoría obrera, industrial y campesina, harta de medidas bienintencionadas pero estériles y azuzada de manera temeraria por líderes populares inconscientes y trasnochados como Largo Caballero (1869-1946), quien olvida su pasado de colaboracionismo con la dictadura de Primo de Rivera ( 1923-1930) y quiere convertirse a sus sesenta y cuatro años, con el Lenin español.

     De esta manera cuando, cuando la II República es proclamada, intelectuales como Ortega, que habían demandado el triunfo de la España vital y real, si bien en un primer momento creen que se ha alcanzado la victoria de ésta sobre la España oficial y caduca, progresivamente, según se suceden los incidentes que anuncian un choque de trenes, cambian de opinión de manera irreversible. Las ineptitudes, cortedad de miras y errores políticos ( Azaña) en las cuestiones religiosa, agraria, militar y autonómica, los resentimientos y los hechos violentos ( anticlericalismo, Sanjurjada, pistolerismo anarquista, ocupación de fincas en Andalucía, golpe de estado revolucionario de octubre de 1934 en Asturias y Cataluña), que llevan en acelerada pendiente a la nación hacia el conflicto bélico civil), les demostraran a los intelectuales dos hechos: por un lado, que la España integrista no ha sido derrotada pacíficamente ni convertida a la modernidad ,y, por otro lado, que la España liberal progresista que ellos encarnan no tiene la sUficiente fuerza para evitar verse desBordada por una minoría radicalIzada por las ideologías revolucionas y totalitarias de izquierda ( revolución soviética9, que quiere minar las bases de la España tradicionalista y que choca con la resistencia y reacción de ésta, amparada en el totalitarismo fascista y nazi en un marco dede crisis económica mundial.

    El paréntesis republicano democrático de 1931-1936 aparece claramente como un espejismo que deriva en pesadilla por el empeño de los dos bloques minoritarios en anularlos pasando por encima de la mayoría de los españoles. El oasis  soñado por los liberales acaba  siendo arrasado por la tormenta totalitaria. Ortega ejemplifica bien pronto la decepción y el hastío de los intelectuales con la República y con la pasividad de los dirigentes ante el cariz que toman los acontecimientos y del Delenda est Monarchia ( 1930) pasa en un año al ¡ No es esto, no es esto! ( 1931), y acaba, cuando estalla la guerra, exiliado y convencido como Goya de que " el sueño de la razón produce monstruos".

        En términos intrahistóricos podría decirse que la masa de "los sin historia",esto es,  los miembros de las clases populares de España real, irrumpe violentamente en la historia oficial y lo hace animada, en parte, por intelectuales ( Ortega y Gasset)  que habían teorizado las dos Españas y que se habían puesto progresivamente detallado de la España vital, arrepintiéndose poco después de esta toma de postura. Dicha rectificación se produjo porque se dieron cuenta de que, en cierta medida, facilitaron la apertura incontrolada del redil de la España real, donde junto a una masa popular trabajadora progresivamente alfabetizada, deseosa de cambios e ideológicamente centrista que entra en la historia, aguardaba una minoría obrera y campesina extremista. Dicha minoría estaba radicalizada por el progreso del movimiento obrero y por unos líderes republicanas de izquierdas ( Azaña) y socialistas ( Largo Caballero, Prieto y Negrín), sectarios y exaltados, que se mueven en un contexto internacional de depresión, que se mueven en un contexto internacional de depresión económicas y de crisis de las democracias occidentales.

    Estos dirigentes políticos, con su torpeza y dogmatismo, en vez de encauzar las ansias de cambio y la sed de justicia del pueblo español en general y del proletariado en concreto, a través de necesarias reformas de calado pero mesuradas, dilapidan esa oportunidad y,  conjuntamente con la violencia del bloque reaccionario que se les opone (derogación leyes reformistas durante 1933-1936, brutal represión de Asturias por parte de la Legión y las tropas marroquÍes del golpe de Estado revolucionario de octubre de 1934) al ver atacados los fundamentos de su poder, escriben su propia página en la historia de España con la sangre de otros, la sangre de la mayoría del pueblo español.

    Así, a través de desafortunadas acciones de gobierno y de proclamas hechas a través de partidos políticos(PSOE) y sindicatos(UGT y CNT-FAI). Los reseñados líderes progresistas promueven, por acción u omisión, hechos como la quema de conventos ( 1931), las fracasadas insurrecciones anarquistas de 1932-1933, en las que destacan los sucesos de Casas Viejas ( 1933), o el fallido golpe de Estado revolucionario de octubre de 1934 contra el legítimo gobierno republicano, que anticipan la Guerra Civil de 1936-1939 y a los que se contraponen violencias provenientes de la extrema derecha ( Falange) y del gobierno radical-cedista ( 1933-1936), así como acciones conspirativas ( Sanjurjada, 1932), que unen a oligarcas del período de la Dictadura de Primo de Rivera y la Restauración con militares en el golpe de Estado del 18 de julio de 1936 que supone el inicio del conflicto armado.

     En definitiva puede decirse que las dos Españas antagónicas, provenían del siglo XIX y que Galdós describe en 1876 y 1912 y a la que se refiere también Ortega y Gasset en 1914 acaban chocando pero no lo hacen en bloque, como quieren hacernos ver los partidarios del  mito de las dos Españas, sino que pequeños corpúsculos radicales de ambas Españas se lanzan contra el régimen republicano radical liberal y empujan a la fuerza a que la parte mayoritaria de la población española tome partido en una guerra a muerte entre ideologías totalitarias foráneas: fascismo.nazismo y comunismo.
    
    Esas minorías radicales odiaban por igual a la República a la que intentaron derribar antes de 1936 infructuosamente. Primero fueron los militares derechistas apoyados por políticos monárquicos con el golpe de Estado de Sanjurjo ( 1932), que respondía a sucesos como la quema de conventos, la elaboración de una constitución sectaria o las insurrecciones anarquistas y el menosprecio a la derecha. Después fueron las izquierdas con el movimiento revolucionario de octubre de 1934, un golpe de Estado en toda regla contra el legítimo gobierno republicano, especialmente importante en Asturias, organizado por líderes socialistas como Largo Caballero y Prieto, y por nacionalistas catalanes ( Compayns), que fue justificado por el supuesto riesgo de fascistización del país debido a la entrada en el gobierno de Lerroux de tres ministros de la CEDA ( partido que había ganado las lecciones), así como por el contrarreformismo de dicho gobierno, lesivo con los derechos delos trabajadores.
    
    Desde febrero de 1936 se precipitan los acontecimientos y, cuando el Frente Popular accede al poder y aprueba una amnistía para los encarcelados por el fallido golpe de Estado de 1934 y pone de nuevo en marcha la legislación reformista del bienio 1931.1933, se produce una espiral creciente de violencia( "primavera trágica") en la que el protagonismo es de las minorías fascista ( Falange Española, carlistas), comunista ( Juventudes Socialistas Unificadas) y anarquista ( CNT-FAI). Todo esto culmina el 13 de julio con el asesinato de Calvo Sotelo, que responde a su vez al del teniente José del Castillo, miembro de la Unión Militar Republicana Antifascista (UMRA), asesinado el 12 de julio. Lo que  sigue es la sublevación , muy violenta y planificada minuciosamente, de un aparte del Ejército español que se inicia en el Marruecos español el 17 de julio y que es contestada por el gobierno constitucional republicano, primero, con la indolencia ( Casares Quiroga) y, acto seguido, con la decisión arriesgada de repartir armas (Giral) entre la minoría radical de izquierdas y de los delincuentes infiltrados en sus organizaciones, hecho que supone el comienzo de una revolución social que supera a las autoridades republicanas.

LA TERCERA ESPAÑA ( pag 39-44)

    El concepto de Tercera España nace con el estallido bélico del verano del 36 y con el creciente flujo de exiliados políticos intelectuales españoles que provocaba dicho conflicto. Concretamente, según señala  Giustiniani ( 2009), el término es acuñado por ex Presidente de la I República Niceto Alcalá Zamora ( 1877-1949) en un artículo publicado el 12 de mayo de 1937  en  L´ Ère Nouvelle de París, titulado la Tercera España. En su escrito definía España como:

    "Constitucional y parlamentaria, cordialmente igualitaria, emanada de la justicia social, católica en su mayoría, pero sin formar un partido confesional"

    Estimaba que la Guerra Civil significa la derrota por adelantado de la Tercera España:

" Una España deshecha, esparcida, la única esperanza de renacimiento de la vida nacional que se les puede asegurar y permitir a todos los españoles"

    Según la definición de Alcalá Zamora, la Tercera España tenía que ser una síntesis conciliadora de las dos Españas antagónicas articuladas desde finales del siglo XIX. Debía rescatar a la España real, liberal y vital, depurándola de radicalismos, y a la vez asumir parte del bagaje de la España oficial, tradicional, conservadora, eliminando de ella corruptelas, autoritarismos, injusticias y dogmatismos.

    Así pues, la idea de una Tercera España es establecida originalmente, a raíz de la Guerra Civil, por algunos políticos intelectuales republicanos liberales, para referirse a las personas que desearon y pudieron mantenerse al margen de la contienda  y fuera de  sus escenarios. Se quería identificar la existencia entre la población española de un grupo social amplio, representado y escaneado en la postura  de destacadas personalidades políticas e intelectuales, que no tomaron parte en la Guerra Civil o que, si bien se vieron arrastrados a involucrarse de laguna manera. no se identificaron realmente con ninguno de los bandos enfrentados, independientemente de que antes de la guerra hubieran simpatizado con partido s o con movimientos que pudieran asociarse a alguna de las dos Españas en lucha y del hecho de que después de la contienda se quedaran en el exilio, regresen de él o permaneciesen en la España franquista.

    Frente a esas dos Españas, reactiva una y revolucionaria y que calcan con matices propios un esquema general característico de la Europa de entreguerras, aparece una tercera vía, reformista y de centro. Esa Tercera España, asentada en una democracia liberal auténtica y estable, es la que representan y reclaman líderes de opinión como Ortega y Gasset, Sánchez Albornoz, Madariaga Menéndez Pidal y tantos otros intelectuales liberales consolidados que ya se habían alejado de la República, pidiendo su rectificación o su cambio de rumbo, y habían mostrado su distancia respecto a la política del Frente Popular. Con el estallido de la guerra de la revolución que, a su parecer, se inicia en la zona republicana al tiempo que  no quieren vivir en la zona sublevada donde se da una privación total de libertades políticas.

    Tras el paréntesis de la dictadura franquista ( 1939-1975), con el pretexto de la Transición. ala Democracia ( 1975-1978), se retoma desde los círculos políticos e intelectuales, el concepto de Tercera España [...]

    En ese marco histórico, y, más concretamente, desde la última década del siglo XX , en un contexto de superación y cuestionamiento de dicho proceso de " cambio sin ruptura", con debates historiográficos sobre la Guerra Civil y la memoria Histórica que ponen de manifiesto y discuten que la consensuada reconciliación de la Transición fué quizá más simbólica que real ( consideración de la Ley de Amnistía de 1977 como una Ley de Punto Final),  el escritor Andrés Trapiello aborda el tema de la Tercera España. Lo hace en su libro de 1994, reeditado ampliamente en 2002 y 2010; Las armas y las letras,literatura y Guerra Civil  1936-1939. En esa obra constata documentalmente que, en el mundo intelectual literario de los años treinta, en España hubo una Tercera España que extiende, sin concretar, al resto de la población, una España intermedia que se vio empujada a elegir entre uno de los bandos minoritarios.

    La Guerra Civil,  afirma Trapiello, consiguió que dos minorías armadas arrastrasen a una inmensa mayoría neutra y desmovilizada, tanto en el caso de los escritores como en el de la población civil. Esta minoría de españoles que permanecer silenciosa, porque manifestar su equidistancia en voz alta significaba, en una y otra zona, un severo castigo por derrotismo y traición. El escritor leonés  sitúa en este bando intermedio a algunas personalidades olvidadas a conciencia por vencedores y vencidos, como el periodista Manuel Chaves Nogales ( 1897-1944), autor de A sangre y fuego. Héroes, bestias y mártires de España (1937). En el mismo lugar se puede y debe colocar a la política republicana madrileña Clara Campoamor ( 1888-1972(, fundadora de la Unión Republicana Femenina ( 1931) y autora de La revolución española, vista por una republicana ( 1937) , a Julián Besteiro ( 1870-1940), catedrático de Lógica y sucesor de Pablo Iglesias como líder del PSOE y de la UGT en 1925, al sevillano Manuel Giménez Fernández ( 1896.1968), ministro de agricultura de la II república ( 1934-1935), y al político demócrata cristiano valenciano, fundador y líder de la Derecha Regional Valenciana ( 1930) y ministro de la II república de Obras Públicas y Comunicaciones ( 1935), Luis Lucia Lucia ( 1888-1943), al que el historiador Hilari Raguer ( 2002) califica como el caso  más dramático que él conoce de la Tercera España.

Finalmente es el periodista y escritor Pedro Corral quien en su investigación sobre los desertores de ambos bandos durante los casi tres años de guerra, recogida en el libro Desertores, la Guerra Civil que nadie quiere contar ( 2005), apunta completa e ilumina de manera definitiva el concepto de Tercera España, poniendo el foco no sobre la minoritaria clase dirigente, política e intelectual que lo acuñó y teorizo sobre él desde la lejanía y seguridad del exilio, sino sobre los protagonistas intrahistóricos. Esto es, Corral pone la atención sobre quienes se vieron directa e involuntariamente afectados en sus carnes por el conflicto: la población en general y concretamente en los hombres de edad militar.

    El periodista donostiarra delimita aproximadamente el volumen numérico militar de la Tercera España, estudiando, lo que los historiadores parecen haber considerado irrelevante a pesar de la magnitud y llevar al autor a hablar de un " ejército invisible". Esto es, los españoles de las quintas movilizadas que no fueron a filas (2,5 millones) pudieron igualar la suma de efectivos españoles delos dos bandos en lucha ( 1, 3 millones en el ejército republicano y 1,2 millones en el ejército franquista)

    Los datos exhumados de un olvido sospechoso ponen de manifiesto, en definitiva, que 2,5 millones de hombres edad militar llamados a filas (quintos), incluidos adolescentes y cuarentones, evadieron su obligación no incorporándose a la milicia o desertando de ella en el frente. Si a esta cifra se suman las decenas de miles que se encuadraron voluntariamente en el ejército y que luego abandonaron posiciones en el campo de batalla, se descubre una imagen más realista de la Guerra Civil y de la Tercera España, que como dice el autor " no disminuye un ápice la percepción del conflicto como una terrible tragedia, ni oculta el sacrificio de muchos combatientes de ambos bandos".

    Como señala Corral ( 20005) frente a los clichés de la época que han mantenido hasta hoy la imagen de movilización entusiasta de los españoles en la guerra y la idea de una afluencia extraordinaria de voluntarios ansiosos de marchar al frente, la realidad opone, desde las primeras semanas del conflicto, la competición de los dos bandos para asegurarse la sumisión de los miles de hombres a los que reclutarían a la fuerza y castigarían con severidad si decidían desertar del frente. Dichas imágenes de euforia ante la guerra han sido asumidas desde entonces como un hecho objetivo a pesar de obedecer a una intención totalmente propagandística.[...]

    Los desertores desmintieron el presunto estigma cainita de un pueblo que acabo arrastrado a la guerra por el sectarismo revolucionario de los unos y el mesianismo de los otros. Miles de españoles se vieron involucrados en el drama de la guerra por la única razón de tener edad de ser llamados a filas, sin que sintieran como suyas ninguna de las causas contendientes.

    Deben quedar definitivamente desterrada, pues, algunas interpretaciones que califican la Guerra Civil Española como la última guerra romántica por el gran número de voluntarios, españoles y extranjeros, que empuñaron las armas. Estos análisis argumentan que fue la  movilización  de voluntarios lo que provoco la prolongación del conflicto. Pero quizá fue precisamente la escasa afluencia de voluntarios la verdadera causa  de que, la contienda se transmutara, con la intervención extranjera soviética, fascista y nazi, en una auténtica guerra contemporánea, cruel, prolongada y sostenida desde las primeras semanas del conflicto.

    Es necesario referirnos en este punto a la opinión llena de desprecio y falta de objetividad y rigor histórico y científico sobre la Tercera España,cuya existencia se niega, de historiadores situados en el movimiento por la memoria histórica. Se trata de dos mitólogos acérrimos de la entelequia guerracivilista de las dos Españas: Francisco Moreno Gómez (1946)  y Francisco Espinosa Maestre ( 1954). Ellos consideran, según lo Manifiesta Espinosa (2014), que en 1936 había sólo dos Españas: la del Gobierno legal surgida de las  elecciones generales de febrero ( " primera España2) y la del golpe militar del 18 de julio ) " segunda España).[...]
    
    Tanto Espinosa como Moreno, al mismo tiempo que menoscaban el testimonio de Chaves Nogales y se olvidan de su obra A sangre y fuego: Héroes, bestias y mártires de España ( 1937) un libro que fue escrito menos de un año después de que tuviesen lugar los hechos que presenció el autor en 1936 y que retrata fielmente por medio de los relatos que toman la forma de una crónica casi periodística, les gusta citar en cambio, de manera reiterada y obsesiva, un fragmento de la novela del socialista Max Aub ( 1903-1972), Campo de los Almendros  (*)( 19689 alejada veintiocho años de los hechos que narra. Unos hechos, que además, no presenció el autor, pues había salido de España en enero de 1939. en la idolatrada cita de Aub, en la que Moreno y Espinosa quieren ver a los que ellos consideran como la " primera España", se hace referencia los republicanos, militares y civiles, que se apelotonaron en los últimos días de marzo de 1939 en el puerto de Alicante esperando una evacuación marítima que no llegó para la mayoría de ellos, Todos los allí concentrados y los repartidos por las calles de Alicante ( entre doce mil y quince mil) son calificados, sin distinguir entre aquellos criminales que tenían las manos manchadas de sangre y los inocentes que temían la brutal represión franquista por razones políticas, como" lo mejor de España, los únicos, que, de verdad, se han alzado, sin hada, con sus manos contra  el fascismo, contra los militares, contra los poderosos, por la sola justicia; cada uno a su modo, a su manera, como han podido, sin que les importara su comodidad, su familia, su dinero"

Lo más irónico  de este amargo asunto reflejado en la obra de Max Aub es que[...] Dicha evacuación no se llego a realizar por la traición del coronel socialista Segismundo  Casado / 1893-1968) y los anarquistas liderados por Cipriano Mera ( 1897-1973) que dieron un golpe de Estado el 5 de marzo de 1939 contra el gobierno republicano, presidio por Juan Negrín (1892-1956) y apoyado por los comunistas, y facilitaron que la flota republicana, que podría haber sacado de España por mar  a aquellos que, con razón o no temían la represión franquista, huyese el 6 de marzo de Cartagena con destino a Bizerta ( Túnez). Es necesario también recordar la fortuna de los líderes del pueblo ( de los jefes de la "primera España" de Espinosa y Moreno) que no corrieron la cruel suerte de los soldados y civiles que estaban bajo su responsabilidad y dejaron abandonados en Alicante y en las trincheras. Así , Manuel Azaña ( 1880-1940), último presidente de la II República, dejó España el 5 de febrero de 19939 en coche a través de la frontera francesa, Negrín, sus  ministros y miembros del PCE, como Dolores Ibarruri "Pasionaria" y Rafael Alberti, salieron del territorio español con rumbo a Francia en aviones que despegaron de Monóvar ( Alicante) el 6 de marzo de 1939. Por último Casado abandonó España el 20 de marzo de 1939 en barco por el puerto de Gandía ( Valencia) con destino a Marsella e Inglaterra.

Para concluir con la cuestión de la existencia de la Tercera España podemos decir que[...] incluso en sociedades como la española en 1939 [...] sólo una minoría puede realmente ser descrita como fuertemente o incondicionalmente adherida a un polo u a otro, mientras que la mayoría tiende a permanecer, sin comprometerse o comprometiéndose débilmente, formando parte de una "zona gris" entre los dos polos, (Kalyvas, 2010). Esta realidad ha sido señalada con fuerza por Edward Malefakis ( 1996: 26) al referirse al caso concreto de la Guerra Civil Española afirmando que "en todas las guerras civiles, la mayoría de la población pertenece probablemente, al menos en el inicio del conflicto, a algo equivalente a lo que llegó a ser llamado en 1936-1939, la Tercera España; aquella que no creía en ninguna causa con la intensidad suficiente como para estar dispuestos a derramar su sangre por ella".

Consideramos que, más que una polarización ideológica y política a escala global, lo que hubo en la Guerra Civil Española, igual que en otras muchas guerras civiles, fue una oportunidad para que algunos elementos, bajo el amparo de la violencia y de determinadas organizaciones políticas, sindicales, paramilitares y estatales (Falange,CNT-FAI,Ejército, SIM, etc) instrumentalizadas para la aplicación del terror, realizaran múltiples y salvajes ajustes de ciertas a escala local a cuenta de rencores seculares contra instituciones y personas.
    
    Seidman (x) ( 2002), por su parte, considera que durante la Guerra Civil Española " solo una pequeña minoría estaba incondicionalmente  e identificada con los partidos y sindicatos. Incluso los famosos milicianos, las fuerzas de voluntarios que ayudaron a salvar la República cuando la rebelión militar estalló a menudo tenían un compromiso inestable a la causa". En este sentido Seidman (2002) pone de manifiesto que durante la Guerra Civil Española más que  lealtades políticas lo que existió " lealtad geográfica", esto es, hubo una tendencia generalizada a ponerse del lado del bando que domina el pueblo, ciudad o región en la que se vivía. Un ejemplo que prueba empíricamente esta afirmación del hispanista estadounidense es el hecho de que el 855 de los asalariados que se encontraban en la zona republicana durante la Guerra Civil Española, sólo se afiliaron a un partido  sindicato de izquierdas una vez que la Guerra Civil se hubo iniciado, haciéndolo por razones prácticas y no por motivaciones ideológicas. Seidman ( 2002) argumenta que, aunque conscientes de su identidad de clase, en la Guerra Civil los españoles usaron las organizaciones de clase ( partidos y sindicatos) para sus propios fines individuales. Además, parentesco y amistad personal compitieron con éxito frente a la conciencia de clase en la obtención de lealtades hacia uno u otro bando en el conflicto bélico.

 (x) En 2002 apareció Republic of Egos: A Social History of the Spanish Civil War, publicada por la editorial de la Universidad de Winconsin,​ y que se publicó traducida al castellano en 2003 con el título A ras de suelo

    Todos los ejemplos citados son conscientes con una interpretación de la Guerra Civil Española como un conflicto moldeador de preferencias ideológicas determinadas meramente por las circunstancias individuales más que como un espejo que refleje fielmente tendencias y agrupaciones ideológicas previas al conflicto bien cimentadas e inamovibles, y que tenían que acabar chocando fatalmente ( mito de las dos Españas).

    Y es que en cualquier guerra, y más aún en una guerra civil, el sufrimiento es tan intenso que la única ideológica que tiene la gente es una ideología contra la atrocidad. La gran mayoría de las personas lo único que quieren es seguir con vida, quieren una vida en la que sus seres queridos no sean aniquilados, sus casas no sean bombardeadas y no haya caos y disparos en la calle. La política ocupa en este contexto un lugar totalmente secundario y en la mente de la gente solo hay una idea obsesiva: mantenerse fuera de peligro. Debido a esta realidad biológica, universal e incontrovertible, es lógico, como ha señalado Seidman ( 2002) para l aGuerra Civil Española, que los bajos depósitos de compromiso popular que pudieron existir en un principio en cada uno de los bandos se secaran con rapidez una vez iniciado el derramamiento de sangre y el horror.

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