UNAMUNO ENTRE VIVIAS Y MUERAS

         

                            Unamuno, entre vivas y mueras.


          RAFAEL ORDÓÑEZ  

27/09/2019

ENLACE

El acto del Paraninfo de la Universidad de Salamanca del 12 de octubre de 1936 es uno de los episodios de la Guerra Civil sobre el que más volvemos, y volveremos, los españoles. Un momento de la historia de España que contiene la esencia del conflicto fratricida y sus relatos. 

La prensa del día siguiente apenas recoge que Miguel de Unamuno (1864-1936) intervino en el acto del Día de la Raza, no dice más. No tenía que intervenir, estaba en el acto como máxima autoridad de la ciudad y de la Universidad. Los discursos sobre la anti-España que se escucharon en presencia de Carmen Polo, esposa del recién nombrado Jefe del Gobierno del Estado de la España nacional, el general sublevado, Francisco Franco, hicieron que el rector de la Universidad hablara abiertamente de lo que pensaba. 

“Dije que no quería hablar, porque me conozco; pero se me ha tirado de la lengua y debo hacerlo”, así comienza el la intervención de Unamuno según la versión del periodista salmantino Emilio Salcedo, que recoge Severiano Delgado, bibliotecario de la Universidad de Salamanca, en su libro Arqueología de un mito ( Silex) 

Unamuno habla al final, tras las intervenciones previstas de varios profesores en los que se abordan temas como la raza, el imperio y el momento político. Según Salcedo, en su discurso asegura que la guerra es incivil, ataca el concepto de anti-España y defiende a catalanes y vascos como parte de España. Según otros testimonios de la época recopilados por Delgado y que también recogen los biógrafos del intelectual, Colette y Jean-Claude Rabaté en Miguel de Unamuno (1864-1936) Convencer hasta la muerte (Galaxia Gutenberg), Unamuno criticó en un discurso a las mujeres salmantinas que asisten a los fusilamientos ataviadas con símbolos religiosos y las mujeres de la zona republicana por ir a la guerra. Además, defendió a la figura de José Rizal, el héroe filipino que fue fusilado por los españoles. 

“José Rizal era considerado un traidor y Millán Astray no pudo soportar que fuera ensalzado como ejemplo de españolidad. Unamuno atacó el concepto anti-España que se utilizaba en la zona nacional, no podía soportar que unos españoles llamarán anti-españoles a otros y, sobre todo, que se tratara como anti-españoles a los liberales. Él se consideraba un liberal de pura cepa y tampoco podía soportar que una parte del de la política se considerara con el monopolio de la españolidad. Para Unamuno tan españoles eran los de un lado del frente como los del otro”, explica el autor de Arqueología de un mito. 

Durante muchos años se impuso un relato de lo ocurrido en Salamanca ese 12 de octubre en el que Millán Astray intervenía y Unamuno le replicaba con su «Venceréis, pero no convenceréis». Frase que no dijo, sino algo parecido a «Tened en cuenta que vencer no es convencer, ni conquistar es convertir». Según Delgado la literalidad es imposible conocerla, en su libro documenta todas la versiones que ha podido recopilar para que el lector saque sus propias conclusiones.  Otro aspecto que no es cierto es que Astray no intervino en ningún momento, sí reaccionó el legionario al discurso de Unamuno, pero él no estaba entre los conferenciantes, como tampoco estaba prevista la participación de Miguel de Unamuno. Lo que parece claro es que Astray elevó el tono y según los biógrafos de Unamuno,  Colette y Jean-Claude Rabaté un catedrático de la Universidad de Salamanca, testigo del episodio, denuncia “la violencia de Millán Astray, que terminó con vivas y mueras”. Algo que, recuerda Delgado, era habitual en las intervenciones del popular legionario y amigo de Franco.

Lo que sí parece claro es que los allí presentes temieron por la vida de Unamuno. Para Severiano Delgado lo que dijo Unamuno el 12 de octubre de 1936 “era un torpedo en la línea de flotación ideológica de la España de Franco. Y enfadó muchísimo a un montón de gente que estaba acostumbrada a tomar represalias en la más absoluta impunidad, hubo bastante gente que empezó a gritar y a cargar las pistolas con ademanes hostiles”. El propio Millán Astray aconsejó Unamuno que acompañara a Carmen Polo a su coche, la esposa del generalísimo y su escolta sirvió de parapeto para el intelectual.

Una figura controvertida

El camino seguido por Miguel de Unamuno desde que empezó la guerra hasta que murió, el 31 de diciembre de 1936, está cargado de contradicciones que todavía suscitan polémicas. Delgado recorre en su libro ese camino que empezó con un apoyo entusiasta al golpe perpetrado por los militares. 

“En los primeros momentos tuvo mucho entusiasmo por el golpe militar, pensaba que era un movimiento regenerador que iba a poner una junta militar y poner orden en España. Pero como comprobó en Salamanca, se había convertido en un movimiento sangriento que estaba llevando al poder a los falangistas, a los fascistas que él odiaba profundamente”.

Entre el comienzo de la guerra y su muerte Unamuno concedió entrevistas a varios periodistas. Él accede a hablar positivamente de la sublevación con varios redactores, pero en las últimas entrevistas, ya estaba completamente en contra.

Una de las entrevistas la hizo con Johan Brouwer que cubría la guerra de España para medios católicos holandeses. “Brouwer era un católico convencido que al principio, como Unamuno, pensó que los rebeldes eran un movimiento cristiano que iban a implantar un régimen militar pero basado en principios cristianos. Brouwer recorrió España, estuvo en Burgos, Valladolid y Badajoz, donde comprobó la represión y que aquello no tenía nada que ver con principios cristianos, ni liberales y cuando llegó a Salamanca los primeros días de septiembre vio que a Unamuno le había pasado lo mismo”, explica Delgado.

En Arqueología de un Mito, se recogen los episodios de represión en la ciudad de Salamanca aquellos meses, además de la presencia de la Legión Cóndor. “La situación en Salamanca esos meses es lo que explica realmente el comportamiento de Unamuno. Él odiaba a los nazis y el concepto de raza que manejaban. Unamuno se encontró no solamente con que los falangistas estaban teniendo un papel preponderante, sino que Salamanca empezó a llenarse de alemanes con uniforme que iban haciendo el paso de la oca y ondeaba la bandera nazi por la ciudad”.

Cuando Brouwer vuelve a su país regresa como un defensor del bando republicano. Su entusiasmo por la causa jugará un papel fundamental en la elaboración del mito de lo ocurrido en el paraninfo. Brouwer volvió a España al tiempo de la muerte de Unamuno, pero esta vez va a cubrir la guerra desde Valencia. Allí estaba Luis Portillo, que era el encargado de llevar las relaciones con los medios extranjeros. Portillo, en aquel momento, elaboró un comunicado sobre la figura de Unamuno, como un héroe que se había  enfrentado al fascismo con la información de Brouwer. Un relato que recogería años después en una publicación y que el historiador Hugh Thomas, posteriormente, le dio categoría de hecho histórico.  

“Portillo lo que quiso hacer era un una representación simbólica entre el héroe y el cíclope, representado por Millán Astray, quien encarnaba toda la violencia y la sinrazón del fascismo”, explica Delgado. 

Unamuno y la tercera  España

La figura del intelectual, atrapado entre las dos Españas de la Guerra Civil se ha utilizado como representativa de una tercera España. Delgado no está de acuerdo con esa idea. “A Unamuno le pasó lo que a muchos españoles. El comportamiento que tuvieron los españoles dependió, en buena medida, de la zona en que les tocó el comienzo de la guerra. Tenemos la certeza hubo mucha gente que le pasó lo mismo que a Unamuno, cuando vieron las matanzas que se estaban cometiendo, también, en la zona republicana. Gente que acabó diciendo esto no es lo que yo pensaba. Por eso lo de las dos Españas no es sostenible, hubo tantas Españas como españoles. Cada uno evolucionó de acuerdo con lo que le pasó a su familia, las ideas políticas que tenía. Unamuno es uno de esos españoles que al principio de la guerra pensaba una cosa y, meses después, pensaba otra distinta”, asegura Delgado.

Durante el franquismo se prohibía los libros de Unamuno, pero por otro lado se recogía su figura como la de ese gran intelectual

La figura de Unamuno, quedó para siempre marcada por aquellos meses. Durante el franquismo se prohibían los libros de Unamuno pero, por otro lado, se recogía su figura como la de ese gran intelectual del que se elogiaba su estilo, su poesía, a la par que se consideraba que su posición intelectual era prácticamente la de un hereje, por la parte más más católica del franquismo”, mantiene Delgado. 

El propio entierro de Unamuno fue un acto de propaganda falangista, “él, que odiaba profundamente a los falangistas”, recuerda el autor. “En su enterramiento los falangistas cogieron el el féretro y lo llevaron al cementerio, lo pusieron en el nicho haciendo el saludo fascista y gritando los arriba España y los presentes de rigor”. 

Con la llegada de la democracia, pasa lo mismo, “se saca la parte de Unamuno que más interesa a cada uno. Unos destacan que se enfrentó a Millán Astray en el paraninfo, pero otros recuerdan que aceptó ser concejal de Salamanca sabiendo que el alcalde legítimo estaba en prisión”. 

Es lo que sus biógrafos llaman “las dos memorias de la Guerra Civil, iniciada a finales del franquismo, reactivada en la época de la Transición y que sigue hasta nuestros días».



Comentarios