LIBRO | MEMORIAS AUTÓGRAFAS DE QUEIPO DE LLANO.
LIBRO | MEMORIAS AUTÓGRAFAS DE QUEIPO DE LLANO
El hombre que 'no fusiló' a Lorca
En la semana en la que la familia del poeta accede finalmente a la apertura de su fosa, extractamos las memorias inéditas del hombre al que muchos culparon del fusilamiento por la frase: «Dadle café, mucho café». Sus escritos y su hijo lo niegan. Queipo escribió a Franco en 1947 acusándole de ejercer "un régimen de dictadura totalitaria"
JORGE FERNÁNDEZ-COPPEL
¿Conoce usted el archivo de mi padre? Desde su muerte en 1951 no he dejado que nadie manosee sus papeles...». Así fue como empezó mi libro. O el libro del padre de quien me decía aquellas palabras, porque en realidad, y tras casi tres años buceando en aquellos documentos que al entorno de Franco le hubiera gustado destruir, lo que he escrito son las memorias de Queipo de Llano, el general que jugó, como militar sublevado contra la República, un papel fundamental en la Guerra Civil. Casi tanto como Franco, que terminaría ordenando su destierro en 1939, Gonzalo Queipo de Llano marcó el desarrollo de la contienda fratricida. No sólo en el campo de batalla. «Las tonterías e idioteces que en los primeros días [sus famosas alocuciones radiofónicas desde Sevilla comenzaron la misma noche del alzamiento] decía por la radio el ex general Queipo de Llano nos fueron más perjudiciales que el desembarco de los legionarios y los regulares», llegaron a admitir sus enemigos del mismo bando. Tanto se hizo oír -dicen que tenía la desgracia de pensar en voz alta- que hasta le atribuyeron la responsabilidad del fusilamiento de Lorca con aquella famosa sentencia: «Dadle café, mucho café». Pero sus archivos personales, con miles de documentos donde anotaba hasta el más mínimo detalle de aquellos días de guerra, dicen otra cosa. A continuación recojo extractadas algunas de las revelaciones con las que me sorprendieron sus memorias autógrafas.
QUEIPO AVISA DEL «ALZAMIENTO» AL EX PRESIDENTE DE LA REPÚBLICA
Queipo de Llano avisó con antelación al ex presidente de la República Niceto Alcalá-Zamora de que iba a producirse alzamiento militar de julio de 1936. En el archivo del general, he descubierto una carta de febrero de 1949, con motivo del fallecimiento del presidente, en la que Queipo ensalza su figura como gobernante y como persona, y en la que también revela que el republicano conocía de primera mano los acontecimientos que iban a producirse: «Desposeído el señor Alcalá-Zamora del cargo que desempeñaba, pensó en alejarse del país por una temporada. Yo le animé a que se marchase lo más pronto posible, porque el levantamiento del país era inminente, cosa que él no podía creer (...). Me costó mucho trabajo convencerlo de la realidad. Y cuando le aseguré que yo mismo era el que me iba a sublevar, me dijo sencillamente: "Bueno, si es así, sólo le advierto que no sea el primero, porque lo más probable es que lo dejen solo" (....). Si el señor Alcalá-Zamora no hubiera sido un caballero y hubiera hecho cualquier indicación al Gobierno, hoy gobernarían en España mandatarios de Stalin...».
FRANCO INTENTÓ SUBLEVARSE CONTRA PRIMO DE RIVERA
Las divergencias entre Francisco Franco y Queipo de Llano surgieron poco después del Alzamiento. Franco pronto olvidó que, sin el voto favorable del general, jamás se le hubiera encumbrado al puesto de Generalísimo. Quizá los secretos que Queipo tenía sobre su antiguo subordinado y sus actuaciones durante la Campaña de Africa le hacían un compañero de viaje algo molesto y desagradable. Por ejemplo, por primera vez conocemos el intento de sublevación por parte de Francisco Franco contra el dictador Miguel Primo de Rivera. Dice el general Queipo en sus memorias:
«Se presentó en mi despacho el teniente coronel Franco para hacerse eco de aquel ambiente, y al darse cuenta de mi manera de pensar, de acuerdo con él, me dijo, claramente, que se habían reunido todos los tenientes coroneles que tenían mando de unidad para cambiar opiniones y llegado a la conclusión de que para salvar a aquel ejército era preciso encerrar en El Hacho a todos los componentes del gobierno y obrar por nuestra cuenta; pero que como ellos eran tenientes coroneles, venía a verme en nombre de todos, para que yo me pusiese al frente de ellos y tomase el mando del Ejército. ¡Qué ocasión, si yo hubiera sido un hombre ambicioso!
Yo no podía estar conforme con tal proposición, pero juzgué que no podía ponerme abiertamente enfrente de ellos.
(...) Conociendo a Franco, conociendo su carencia, su bajura moral, he llegado siempre a la conclusión de que, temeroso del paso que había dado cerca de mí, pensó en "cubrirse con la manta" y se presentó al general Primo de Rivera para darle cuentas mediante promesa del más absoluto secreto de la imposición que yo le había hecho, de sublevarnos para encerrarle en El Hacho. Sólo así se comprendería todo lo que el dictador hizo contra mí a pesar de la buena amistad que nos había unido muchos años, que debió ser fundamento para que me pidiese una explicación. La promesa del secreto se lo debió impedir».
LAS DESAVENENCIAS CON FRANCO Y EL EXILIO «DE ORO» EN ROMA
No sólo los secretos que Queipo conocía de Franco, también su sinceridad en la exposición de las circunstancias en las que se encontraba el país y sus críticas públicas hacia el Generalísimo iban a truncar la hasta entonces brillante carrera, que acabaría con el exilio en Italia.
«Serví al Generalísimo con lealtad no superada por nadie. (...) Por eso puse en su conocimiento cosas que creía no se debían tolerar y era preciso corregir. (...) Al observar que esta manera de proceder no le agradaba, opté por retirarme poco a poco hasta quedar en un discreto término de alejamiento...».
El punto de inflexión en las relaciones con Franco se produce e1 19 de julio de 1939, cuando es convocado a una junta extraordinaria de generales en Burgos. De camino, piensa que le van a reconvenir por un duro discurso que había dado el día anterior en Sevilla, pero, en realidad, Franco iba a separarle del mando. Así explica el general su entrevista con el Generalísimo:
«Me dijo que yo me estaba metiendo con el gobierno, a lo que contesté que mi lealtad me obligaba a escribirle, como lo hice constantemente hasta que pude apreciar que le molestaba, los errores en que el gobierno incurría con grave perjuicio para la economía del país, y ya que no podía escribirlo, lo decía a personas que pudieran hacerlo llegar hasta él, para ver si se modificaba el rumbo que se llevaba, para bien del país.
(...) Estos y otros cargos por el estilo me hizo, para terminar diciéndome que había llegado a la conclusión de Primo de Rivera de que yo era un inadaptable.
-Sí -repliqué-, inadaptable contra toda situación de injusticia».
En otra carta inédita, fechada en Sevilla el 3 de junio de 1947, Queipo de Llano escribe un emotivo texto a Franco en el que le pide que termine con su régimen:
«Si dejases libertad a la prensa para que haga crítica severa y justa, pero sujeta a la sanción natural para los calumniadores y los injuriadores, te horrorizarías de las cosas que se han podido realizar al amparo del régimen que representas. ¡Nunca, nunca vivió España una época de inmoralidad tan grande como la presente, ni estuvo tan al margen de la justicia! (...) Apelo a la tuya (a la razón) y te exhorto a que pienses que no hay en la Historia un solo caso de dictaduras largas que no hayan terminado trágicamente. De nuestro tiempo son las de Hitler y de Mussolini. Más de cerca, vivimos la de Primo de Rivera y si ésta no murió ahogada por la tragedia, fue porque al lado de aquél se encontraba el Rey y éste trató de hacer la evolución, que es la única forma -cuando aún se está a tiempo- de salir con bien de las dictaduras. (...) Si hubieran procedido con la máxima lealtad aquellos a los que juzgabas más afectos, te darías cuenta de muchas cosas y habrías evolucionado, hace mucho tiempo, hacia una normalidad lógica y voluntaria, que sería muy distinta a las que nos podrían imponer y temo que nos impondrán.
Pero, quienes soñamos con el bien de la patria; quienes pensamos en los que, posiblemente, puede ocurrir en España, vemos con profundo dolor la persistencia en el error, pues error grande creemos la prolongación de tu régimen de dictadura totalitaria... Creo, con toda la sinceridad de mi alma, que se impone buscar una salida en la que tú podrías quedar respaldándola, como un recurso que volvería a ser empleado si fuese preciso».
GARCÍA LORCA: «¡QUÉ MUERTE TAN INNECESARIA!»
Después de varios años de trabajo y el estudio de miles de cartas y documentos que se encuentran en el archivo del general Queipo de Llano, no he encontrado ni la menor referencia al poeta Federico García Lorca. Ni una sola vez, ni de refilón, es mencionado. Conociendo la idiosincrasia del general, que pensaba en voz alta y lo dejaba todo por escrito -lo que le provocó multitud de problemas- parece imposible que fuera él quien ordenara el asesinato del poeta granadino. Si se tiene, además, en cuenta que reconoce que mandó fusilar a personajes de la talla del general Campins, el coronel Mateo o el capitán Burguete, ¿por qué no reconocería el asesinato de Lorca?
En mis conversaciones con el recientemente fallecido Gonzalo Queipo de Llano y Martí, hijo del general, surgió varias veces este tema. Lo explicaba así: «Jorge, aún recuerdo cómo, mientras comíamos en la residencia de mi padre en Sevilla, le llegó la noticia del asesinato de García Lorca y cómo mi padre pegó un puñetazo en la mesa exclamando: Esto nos hará mucho daño. ¡Qué muerte tan innecesaria! Las venganzas canallescas nunca abandonarán a este pueblo... Aparte de que mi padre siempre me dijo que nunca tuvo nada que ver, qué mejor prueba puede haber de su desconocimiento sobre el tema que ni las izquierdas durante la guerra, ni tampoco las derechas posteriormente, utilizaron jamás, y repito jamás, el asesinato de García Lorca contra mi padre. ¡Y qué gran arma hubiera sido para ellos! Fue a partir de los años 70, con el libro de Ian Gibson El asesinato de García Lorca, cuando se empieza a decir lo contrario. Sin embargo, el mismo autor reconoce que no tiene pruebas contundentes para apoyar su teoría acusatoria contra mi padre. De esta frívola manera deberíamos acusar a todos los generales republicanos que estaban en Madrid de los fusilamientos de Paracuellos, entre otras responsabilidades...».
Jorge Fernández-Coppel es autor de Queipo de Llano. Memorias de la Guerra Civil, publicado por La Esfera de los Libros
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