GABRIEL MARIO DE COCA : " ANTI-CABALLERO. UNA CRÍTICA MARXISTA DE LA BOLCHEVIZACIÓN DEL PARTIDO SOCIALISTA OBRERO ESPAÑOL"
Gabriel Mario de Coca. |
Gabriel Mario de Coca
ANTI-CABALLERO. Una crítica marxista de la bolchevización del partido socialista obrero español
PRÓLOGO DE GABRIEL AMRIO DE COCA
Existe, en todo lo que constituye el marxismo, en la sazón y plenitud de su ser , un espíritu de alcurnia intelectual que es presa segura de su ímpetu de continuidad. Tenemos, por ejemplo, que lo que más le caracteriza no es tanto su genio anticapitalsita como las dotes propias de crítica y criterio que necesariamente traspasa a sus adeptos y devotos. Nació el marxismo del amor entre la inteligencia y la crítica, y no parece sino que queda enteco y angosto cualquier otro cauce de interpretación que quiera dársele. El marxismo ha cobrado sus valores más briosos y seguros de la línea polémica que le impregna desde su cuna y le presta su halo vital.
Marx pudo hacer El Capital porque supo poner en juego su poder de análisis y el grito de guerra en el que expandía lo sustancial de su espíritu era aquél que exaltaba a una consideración sobresaliente la hegemonía del rigor crítico. Su pensamiento cardinal era que había que someter a una crítica implacable a todo lo divino y lo humano, y que todos los valores existentes debían revalidar sus títulos de legitimidad constrastándolos en el fragor de una polémica inclemente. Carlos Marx no hubiera aceptado, ni de balde, un socialismo que no se basara en el ejercicio de estos valores, y lo que menos pudo imaginar él nunca es que llegará un día que la escuela marxista se cerrase a la luz de la inteligencia, convirtiéndose en una secta fanática con servicio papal y privilegio de infalibilidad. Buena prueba de que esto es cierto nos la dan los productos genuinos del marxismo, las dos obras polémicas que llevan sus destellos inextinguibles, las dos obras polémicas que llevan sus destellos inextinguibles el anti- Proudon y el anti – Duhring, donde, sin, mas, se reduce a polvo vil, una vez por la mano de Marx y otra por la de Engels, los programas sociales fundados en lucubraciones de orden moral.
Todo esto viene a cuento de querer asegurar a mi modesto libro un puesto de derecho en las disciplinas marxistas. Por mal camino van los que piensan extender un tabú de inviolabilidad personal a nombre de los líderes que movilizan a las masas bajo promesa de redimirlas en un periquete, en una de esas jornadas supremas que han destruido, entre fiebres de suicidio, a varios partidos socialistas de Europa. El almirantazgo socialista de Largo caballero de 1930 a 1936 tiene mucho que discutir y se presta a una buena controversia con un juicio marxista de ésos que piensan que Carlos Marx fue, ante todo, un libertador de las conciencias, puesto que las enseñó a desarrollar sus dotes críticas. Me fuerza más a intervenir en este sentido polémico el indudable peligro que corre en el Partido Socialista español el más leve ejercicio de una crítica lógica del dogmatismo que hoy reina en sus masas. Francisco Largo Caballero goza en la masa obrera de un concepto sobrehumano, con el equipo completo de atributos anejos a la infalibilidad e inviolabilidad. Los trabajadores creen en él ciegamente porque él les ha prometido su redención a plazo fijo, en un zafarrancho definitivo. Y lo importante es esclarecer las circunstancias en que se producen estas promesas y la trayectoria histórica a través de la cual se afirman, a lo que nos llevará de la mano el afán polémico que ha engendrado este libro .
Con él vamos a hacer también un modesto esfuerzo de contribución a la historia objetiva d de la revolución obrera de 1934.[...] la trayectoria de la revolución de 1934 comenzó en 1930, con el planteamiento y desarrollo de una tendencia política dentro de un partido de clase como el Socialista. Esta tendencia se desintegro de su cuerpo social y trazó su órbita rauda, contradictoria y terrible, por el campo de la política española[...]
En 1930, el partido Socialista se escindió en dos a las enemigas y hostiles. Unos, los menos pensaban que los burgueses debían gobernar la República, que para eso era de ellos, y los socialistas utilizar el nuevo régimen para crear la instrumentación económica precisa para la socialización. Los más pensaban que los socialistas debían actuar como un partido más allá de la República, en estrecha colaboración con los republicanos que ellos llamaban afines. Y así fu. Largo Caballero impuso la táctica política del colaboracionismo, y se pregonó su ortodoxia y legitimidad en nombre de doctrinas concretas desquiciadas de sentido. Se cayó en un oportunismo político, sin norte de principio, que Largo Caballero defendía con la frase: "Estamos en una cuestión táctica no de principios" Y para el proletariado, el principio de la lucha permanente de clase es toda sustantividad y todo ser.
Un movimiento socialista sin principios, sin esa potente raíz vital, es una fuerza ciega, desencajada de la firme fortaleza ideal, que rueda a descomunales bandazos por la nave política del país, hasta que el minero menos experto y hábil le abre camino hasta el abismo. Del bandazo colaboracionista al bandazo bolchevique. De que se quiso restablecer el concepto de neta diferenciación proletaria, se dio de lado la guía inteligente del principio. La diferenciación se hizo a mayor gloria de la posesión de los mandos políticos del Estado, concibiéndolos como fuertes palancas capaces de efectuar el aplastamiento del adversario, no en razón a invalidar por la técnica del sindicato el poder económico del capitalismo. Toda esta concepción defectuosa del movimiento socialista parte de la iniciativa personal de Largo Caballero, y de ahí el porque de este libro.
No se crea por un instante, que es tarea grata la que acomete, pese a que ocurra, como ocurre, que el polemismo goza de mi especial estimación y me recreo en él con singular complacencia [...]
Una labor de polémica contra Largo caballero es difícil y desabrida, puesto que no puede basarse en ideas. El ideario de Largo Caballero está inédito, más que para nadie para él mismo, pues sus basculaciones de posición sólo habla de desconcierto. Largo Caballero posee, a lo más, la dialéctica del oportunismo, que es una dialéctica práctica, de hechos que por no provenir de una ideología científica, que él no puede comprender nunca, integran un sofisma práctico, arrebatado de vivo por la contradicción, la paradoja y la sorpresa.
Los hechos contradictorios, elaborados a brazo y a la ventura, según la presión del momento, exponen su lamentable vacío intelectual. Con esta convicción seguimos los hechos que, a cambio de los principios e ideas, perfilan la personalidad de Largo y Caballero. Y lo seguimos por los intensos y trágicos jalones de la historia de estos últimos años, un tanto cansinos y alicaídos. Sin vislumbre alguno de los principios e ideas, parece que seguimos una recua trajinante y sin rumbo, ansiosa de llegar a cualquier rincón propicio para descargar su único hatillo: la filosofía sofística del oportunismo y la dialéctica de piedra de la táctica no se constituye con principios.
Marzo de 1936
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