LAS M.A.O.C. Y LA TESIS INSURRECCIONAL DEL PCE.
LAS M.A.O.C. Y LA TESIS INSURRECCIONAL DEL PCE
Juan Andrés Blasco Rodríguez
Una novedad muy significativa y original de la política española y europea en el período de entreguerras -19181939- es la aparición de lo que podríamos llamar el fenómeno miliciano. La existencia de milicias es, por otra parte, uno de los hechos que más peculiarmente caracterizan la guerra civil española. Las milicias durante la guerra van a tener unas características determinadas por el propio carácter de la contienda, pero no se entienden sin el precedente de esas mismas entidades en la vida republicana durante la etapa anterior a la guerra civil. y esto es válido especialmente en cuanto a las milicias del PCE durante la guerra, concretadas fundamentalmente en torno a la organización que se denominó Quinto Regimiento de Milicias Populares.
Los destacamentos de las Milicias Antifascistas Obreras y Campesinas (MAOC) constituyen el núcleo de algunos de los primeros grupos de milicias comunistas que van a servir de base para la formación de varias unidades del Quinto Regimiento. Por otra parte, los dirigentes de las MAOC serán los mandos improvisados de esas milicias comunistas de los primeros días de la guerra. La debilidad del PCE durante los años de la Segunda República española y la escasa adaptación de su política a la realidad de esa época determinarán que las MAOC, en vez de constituir la base del futuro ejército del proletariado, meta a la que doctrinalmente aspiran, sean meros grupos de autodefensa casi numéricamente inexistentes fuera de Madrid antes del triunfo del Frente Popular. Pero en la neutralización de la sublevación de julio de 1936 las MAOC adquieren un reaL aunque difícilmente evaluable, protagonismo y a partir de ahí servirán en cierta medida de levadura del Quinto Regimiento.
El PCE y las tesis insurreccionales durante la República
En las primitivas definiciones de la estrategia política del PCE durante la Segunda República se admitía la necesidad de recurrir a la lucha armada como medio de acceso al poder, desconfiando de las tesis evolucionistas de la socialdemocracia que defendía la primacía de la vía electoral en el proceso político para establecer el socialismo en las sociedades occidentales. Pero las resoluciones del VII Congreso de la Internacional Comunista en 1935 y, fundamentalmente, el triunfo del Frente Popular en España en febrero del 36 determinaron la modificación parcial de las tesis sobre la lucha armada y sobre la existencia y organización de milicias políticas paramilitares.
La debilidad afiliativa del PCE y, lo que es mas importante, ideológica, determina que éste siga de hecho al pie de la letra las indicaciones y orientaciones de la Internacional Comunista, tanto en sus planteamientos políticos en general, como en lo referente a la insurrección armada y la creación de milicias. Hasta su VII Congreso, los planteamientos de la Internacional Comunista sobre la lucha armada, la insurrección frente al Estado y la organización del proletariado con este fin, se asientan en las teorías de los clásicos marxistas y, fundamentalmente, en las tesis leninistas. La insurrección armada del proletariado es un tema clásico en la doctrina marxista. La existencia de la lucha de clases legitima el uso de la violencia contra el Estado en manos de la burguesía.
Para Marx la violencia es la comadrona que ayuda a nacer la nueva sociedad desde las entrañas de la vieja. Marx y Engels rechazan la estrategia de lucha callejera defendida por Blanqui. Para ellos la insurrección es «un arte» sometido a reglas precisas. Hay que planificarla adecuadamente mediante el adoctrinamiento y preparación del proletariado. No se debe jugar a la insurrección y, una vez iniciada, hay que obrar con determinación y a la ofensiva (1) . En la perspectiva insurreccional es preciso contar con el apoyo de parte de las fuerzas armadas de la burguesía o al menos anularlas. A partir de la experiencia de la Comuna de París, Marx y Engels se interesan por la guerrilla urbana. La insurrección armada acompaña a la movilización de masas y es la etapa final del proceso revolucionario. En resumen, conocimiento de las relaciones de fuerza, planificación del proceso revolucionario y organización del proletariado como paso previo al asalto al poder mediante un movimiento de masas organizado que actúa en el momento preciso.
Lenin plantea la necesidad del armamento del proletariado enfrentado a una burguesía siempre armada. El proletariado y sus aliados deben crear una milicia popular, integrada por toda la población obrera, que combine las funciones de ejército popular con las de policía. Tal milicia estaría dirigida por el proletariado y vinculada a los soviets que habrían de organizarse militarmente como órganos de la insurrección, de los que serían su brazo armado. Lenin pasa de insistir en la acción de pequeños destacamentos de combate que preparan el clima adecuado para la insurrección a defender la creación de milicias de acuerdo a unas claras normas estratégicas que serán luego recogidas por la Komintern en sus VI y VII Congresos.
Para Lenin, la insurrección no puede ser producto de la acción de una minoría sino que ha de contar con el apoyo del proletariado y ha de realizarse, bajo la dirección del partido. en las condiciones precisas de tensión popular revolucionaria y debilidad del enemigo (2) . En 1906 en Las enseñanzas de la insurrección en Moscú, Lenin había expuesto tres ideas básicas sobre su teoría de la insurrección: sin ésta la huelga política es insuficiente, es preciso atraer a parte del Ejército y contar con una estrategia y táctica militares adecuadas que se concretarían en principio en la guerrilla urbana. Lenin piensa en un proceso revolucionario largo, con la existencia de pequeños grupos de combate que llevan a cabo acciones preparatorias para la obtención de armas, información, infraestructura y realizan acciones militares encaminadas a adiestrarse, conocer al enemigo, inflingirle derrotas parciales, liberar prisioneros, obtener armas medios económicos y enfrentarse a grupos contrarrevolucionarios.(3)
La acción de guerrillas se da en momentos de imposibilidad de lucha abierta debido a la debilidad del proletariado. Sirve para adiestrar y educar a las masas obreras a la espera de la insurrección definitiva que habría de producirse de forma rápida, en los centros urbanos decisivos y contando con una parte del Ejército (4).
Lenin plantea la necesidad del armamento del proletariado enfrentado a una burguesía siempre armada. El proletariado y sus aliados deben crear una milicia popular, integrada por toda la población obrera, que combine las funciones de ejército popular con las de policía. Tal milicia estaría dirigida por el proletariado y vinculada a los soviets que habrían de organizarse militarmente como órganos de la insurrección, de los que serían su brazo armadoS. Lenin pasa de insistir en la acción de pequeños destacamentos de combate que preparan el clima adecuado para la insurrección a defender la creación de milicias de acuerdo a unas claras normas estratégicas que serán luego recogidas por la Komintern en sus VI y VII Congresos
Para Lenin, las milicias deben contribuir a crear en las masas un espíritu de combate, de enfrentamiento con las fuerzas represivas del Estado, al margen del armamento de que dispusiesen. Deben tener un carácter de milicia general, por lo que insiste en la necesidad del adiestramiento en el manejo de las armas, al margen de que no se disponga de éstas y que serían tan variadas como «fusiles, pistolas, bombas, cuchillos, mazas, garrotes», etc.6
Los planteamientos de los comunistas españoles recogen especialmente de carácter general, no partidista, que deben tener las milicias y su función educadora, y ambas características intentan materializarlas en las que se llamaron MAOC, creadas por el PCE. Las resoluciones elaboradas por el VI Congreso de la Internacional Comunista sobre insurrección, lucha armada y milicias, que tenían algún precedente, como los escritos recogidos en obras colectivas como La insurrección armada, de la que aparecía como autor el seudónimo A. Neuberg (7), son la base teórica de la estrategia del PCE sobre trabajo en el Ejército y creación de milicias en el período republicano hasta 1935. El viraje que supone el VII Congreso de la Komintern influirá en las tesis del PCE sobre insurrección y milicias. En cierta medida, además de las directrices de la Internacional, la toma de conciencia de su propia debilidad y los cambios tácticos en su política determinan pequeñas modificaciones en las tesis insurreccionales del PCE.
La insurrección y su preparación habían de basarse en el trabajo del partido en dos frentes: la neutralización del Ejército burgués y el armamento y organización paramilitar del proletariado. La posición del PCE sobre la neutralización del Ejército se asienta, también, en las tesis leninistas expuestas. Era preciso contar con el Ejército a favor de la revolución en el momento de la insurrección, o al menos con el apoyo de una parte de él para neutralizar al resto. Además, la solidez del Ejército, pilar básico del Estado burgués, depende de su unidad. Cuanto más fraccionado esté, más fácil será el asalto al poder. Por tanto, la labor del PCE respecto al Ejército debía tener dos dimensiones: conseguir partidarios de las tesis revolucionarias en el interior y realizar una labor antimilitarista desde el exterior; de forma clandestina la primera y utilizando los órganos legales la segunda. Ambas actividades eran reputadas imprescindibles para conseguir la desmoralización de las fuerzas armadas de la burguesía.
El trabajo dentro del Ejército debía traducirse en la creación de células comunistas en el mismo, que en el momento de la insurrección neutralizaran a los mandos reaccionarios y consiguiesen atraer «a la mayoría de los soldados para ejecutar las misiones revolucionarias, conjuntamente con el proletariado),(9.) Esta labor fue realizada por el PCE publicando El Soldado Rojo. órgano de información dentro de los cuarteles y creando células en diversas unidades militares (10).
La labor de descomposición y neutralización del Ejército difícilmente podría tener un éxito absoluto consiguiendo ganar para la revolución a un sector significativo. Se contaba con que una parte trataría de aplastar la insurrección. Por ello era preciso crear unas fuerzas armadas propias, las milicias. «La preparación de la insurrección -se afirma en La insurrección armada- debe realizarse a la vez mediante la formación de fuerzas armadas proletarias propias» (11).
La posición del PCE sobre las milicias, sus funciones y finalidad, va a variar de acuerdo con los cambios que se producen en su estrategia política durante la República. Como hemos señalado, una inflexión importante en esa estrategia es la marcada por acontecimientos como el VII Congreso de la Internacional Comunista y el triunfo del Frente Popular en febrero de 1936. Hasta el comienzo de los años treinta las milicias, como «organizaciones semi-militares del proletariado», tienen como misión esencial la movilización y la educación del proletariado en la línea de la lucha de clases, la participación en la lucha política contra las organizaciones militares de la burguesía y el contribuir a la preparación obrera para la insurrección. Es decir: luchar por las reivindicaciones obreras, actuar de órgano de autodefensa del proletariado, educar y preparar a las masas para la revolución y, al mismo tiempo, reforzar la táctica política del partido en su intento de apartar a las masas de la socialdemocracia y el movimiento anarquista.
Proclamada la República en 1931, las instrucciones de la Internacional insisten en la lucha armada, la formación de soviets y la toma del poder por el proletariado dirigido por el PCE. Este aboga en sus proclamas por el armamento del pueblo y el desarme del Ejército y la Guardia Civil (12). Propugna la formación de milicias (no exclusivamente comunistas pero adiestradas por militantes comunistas) y la creación de soviets, como brazos armado y político del poder popular. El objetivo inmediato, sin embargo, sería la formación de organizaciones de autodefensa y comités obreros y campesinos con una labor sindical y reivindicativa a la espera del momento propicio para la insurrección.
El PCE huye de los planteamientos blanquistas sobre creación de una organización militar secreta y reducida que tome el poder y acepta la tesis leninista que proponía la formación de una milicia popular, encargada de asegurar los avances del proletariado y de servir de fuerza de choque en la insurrección: «Siempre que se plantea la cuestión de dotar a las luchas obreras de formas determinadas de organización - se afirma en Mundo Obrero el 12 de diciembre de 1931- hay que buscar aquellas que tengan un carácter más amplio y comprendan a la totalidad, o a la mayor parte de las masas (...). El hecho de que el objetivo final de todos sea la conquista del Poder, y que las milicias nazcan en una situación revolucionaria, no quiere decir que éstas se creen exclusivamente para la impugnación y el asalto al poder»(13).De esa forma se exponen ya dos características básicas de las milicias que propugna el PCE: ser amplias organizaciones no exclusivamente comunistas y, por otra parte, formadas y educadas en la lucha revolucionaria y preparadas para el asalto al Poder. Debían ser, por tanto, el núcleo básico del futuro Ejército del proletariado y vanguardia de la insurrección.
Hasta 1934, y antes de que entrara a formar parte de las Alianzas Obreras, el PCE defiende la política de Frente Único por la base y luego Frente Antifascista, buscando una mayor vinculación con las masas para sustraerlas del influjo del socialismo reformista. En esta estrategia, defendida por la Komintern, el partido debe contar con la posibilidad de organizar las fuerzas armadas de la revolución. La subida al poder de Hitler en Alemania en 1933 empuja a la Internacional Comunista a elaborar una política que persigue la creación de bloques anti- fascistas en cada país. El PCE propugnará entonces la formación de un Frente Antifascista para luchar contra la reacción y preparar la revolución, lo que exige la creación de milicias. «Los comunistas. los socia- listas y los anarquistas -se dice en un documento del PCE de 1933- procederán inmediatamente, junto con los demás trabajadores, a la creación de Comités de lucha antifascista en todos los lugares de traba- jo y en todos los pueblos, elegidos y compuestos por trabajadores de todas las tendencias. Inmediatamente, y sobre la misma base. se crearán milicias antifascistas obreras y campesinas en todas las ciudades y aldeas de España para luchar contra la reacción y para defender a los trabajadores contra las provocaciones y agresiones de los monárquicos y fascistas»(14).
Frente Antifascista y milicias están unidos y se complementan en la lucha revolucionaria: el Frente lleva a cabo la preparación ideológica de las masas, las dota de una fuerte organización, y «las milicias, como organización de frente único de autodefensa de los intereses de los obreros y campesinos, valen para limpiar los obstáculos que puedan presentarse en el camino del Frente Antifascista»(15).
El escaso éxito de la política de Frente Antifascista, el progreso del fascismo en Alemania y la inminencia de la insurrección de 1934, empujan al PCE a incorporarse a las Alianzas Obreras, abandonando la catalogación del socialismo reformista como «social-fascismo». La entra.da en las Alianzas Obreras, la preparación de la insurrección de Octubre y el fracaso de ésta llevan al PCE a reforzar la tesis de la necesidad de las milicias como vanguardia armada, escuela revolucionaria y vehículo para la unificación del proletariado bajo hegemonía comunista
El VII Congreso de la Internacional Comunista constituye un viraje radical de las tácticas políticas del movimiento comunista. Del tema insurreccional apenas si hay referencias en los textos del Congreso y al admitir que desde las urnas se pueden mejorar las expectativas para el triunfo de la insurrección se aleja el momento de ésta. Se suponía que los frentes populares darían lugar a gobiernos republicanos de izquierda, que completarían la revolución burguesa en sus respectivos Esta- dos. Estos gobiernos republicanos serían derrocados por la insurrección popular dirigida por el partido único del proletariado, que englobaría a la totalidad de los obreros y campesinos. El triunfo de la insurrección supondría la instauración de la dictadura del proletariado (17).
Las consignas emanadas del VII Congreso de la Komintern dan lugar a un cambio en la táctica política del PCE, al sustituir las tesis de la unidad por la base, de frente único, por las de «frente popular» de unidad por la cúspide. Respecto a las milicias, el VII Congreso de la Internacional Comunista proponía que se formasen grupos de autodefensa contra los asaltos de las bandas fascistas. No se aclara si estos grupos han de ser el núcleo del ejército del proletariado, ni se habla de su papel en la insurrección. Ahora bien, no se renuncia a la insurrección, únicamente se retrasa el momento de la misma, para centrar la acción en la lucha contra el fascismo, tarea que exige la colaboración con par- te de la burguesía. En esta perspectiva, la unificación ideológica y política del proletariado pasa a ser una de las tesis básicas del PCE (I8).
Respecto a la insurrección - en perspectiva, aunque en una segunda etapa- la elaboración teórica del PCE, después del fracaso de la revolución del 34, establece que sólo es posible si existe la unión del proletariado en torno a un partido marxista fuerte y se ha preparado a través de la formación y entrenamiento de las masas en la lucha diaria. Las milicias habrían de dirigir esta preparación y facilitar, con el acercamiento que supone la lucha cotidiana, la formación de aquel partido. Mientras tanto, respecto a las milicias, habría que reforzar su carácter antifascista como organizaciones de autodefensa del pueblo. Modesto, responsable nacional de las milicas del PCE afirma: «Son los MAOC una organización de autodefensa del pueblo, hijas del endurecimiento de la lucha provocado por la reacción rumbo a las elecciones de noviembre» 19.
El triunfo del Frente Popular no provoca un cambio brusco, pero sí significativo, en la posición del PCE sobre las milicias y sus funciones. En el programa electoral se exponía la doble vertiente de la lucha comunistas parlamentaria y extraparlamentaria que confluirían en un objetivo fundamental: la lucha revolucionaria por el poder. Se reivindicaba la creación de una milicia popular armada, formada por obreros y campesinos, cuya legalización defenderían los diputados comunistas en el Parlamento (20). El PCE consideraba la formación del Frente Popular un paso adelante para la consolidación y el desarrollo de la revolución. Suponía un avance en la organización de la misma, al ser una manifestación de la unidad de acción del proletariado a través de los acuerdos de los partidos marxistas. El Frente Popular servía para ampliar las conquistas del pueblo, pero para defenderse de la reacción y el fascismo era imprescindible «el establecimiento y ampliación de las milicias obreras y campesinas, haciendo de ellas amplias organizaciones de autodefensa de tipo popular»(21).
Con el triunfo del Frente Popular los planteamientos insurreccionales del PCE pierden radicalismo en favor de la lucha contra el fascismo, pero no desaparecen. En julio de 1936 se afirma en Mundo Obrero:
«Todos aquellos que consideren que la emancipación del proletariado se puede hacer por vía de evolución engañan al proletariado. Al enemigo se le vence con las armas cuando llega el momento oportuno»22.
En reunión del Comité Central Ampliado celebrada del 28 al 30 de marzo de 1936 no se rechaza la insurrección, pero se considera que la labor fundamental de los comunistas debe centrarse en la defensa de la revolución democrática burguesa que ha de preparar el camino para la revolución socialista.
En esta etapa, a las funciones conocidas de las milicias se le añaden otras. Se reitera su papel como escuela revolucionaria, como educadoras de las masas. Se reafirma su carácter antifascista, no exclusivamente comunista, con lo que se pretende facilitar las propuestas comunistas sobre unificación obrera, y es ahora cuando esa idea de la unificación alcanza su mayor desarrollo antes de la guerra. En abril el PCE se dirige «a los camaradas socialistas y a la organización juvenil unificada»(23) para la formación de milicias unidas.
Postergada la insurrección, se considera misión básica e inmediata de los MAOC la defensa de la actividad obrera: mítines, manifestaciones, venta de prensa, etc. Lo más llamativo sobre las funciones que el PCE atribuye a los MAOC será su oferta para defender al Estado burgués frente a los ataques de la derecha y el peligro de sedición militar, lo que era inimaginable cuando se crearon las milicias con la misión fundamental de derrocar a ese Estado.
Sobre las milicias como defensoras del Gobierno del Frente Popular son numerosos los testimonios. «Hay que colocar al pueblo en condiciones de luchar contra sus enemigos y defender el régimen político que se dió con todas las garantías -se afirma en Mundo Obrero-o Frente a la reacción debe existir un pueblo armado y firme. De aquí la necesidad de constituir sobre la marcha milicias obreras y campesinas»24. «Si el Gobierno necesita ayuda para acabar con la criminalidad fascista -se afirma en el mismo periódico el 17 de marzo de 1936-, las milicias obreras y campesinas y el pueblo se la prestarán sin regateos».
Ante los rumores sobre los proyectos de conspiración militar, desde la prensa comunista se insiste en la importancia y el papel de las milicias «como garantía del fracaso de los intentos preparados por la derecha que estaban creando un estado psicológico desde la Cámara, desde la calle, desde las patronales y desde las sacristías»(25). «El Gobierno sabe muy bien -se reitera en Mundo Obrero el 15 de Junio- que cuenta con las milicias para cuanto signifique mantener y desarrollar la política que se realice bajo el signo del Frente Popular. Y tenga en cuenta que si otros organismos, otras fuerzas que tenían que ser leales fallan, las milicias jamás fallarán».
Ante el clima de violencia de la primavera del 36 desde el PCE se insiste en la petición de depuración del Ejército y la Policía se solicita el armamento de la milicias. Sin embargo, el Gobierno frentepopulista en modo alguno tomó en cuenta el papel que las milicias podían jugar como defensoras de la democracia ante un golpe de Estado reaccionario y no ofreció facilidades para su armamento ni siquiera cuando parecía manifiesta la inminencia de la sublevación militar. Cuanto más, se trató con cierta benevolencia la tenencia ilegal de armas.
Aunque sin duda alguna serán las MAOC las milicias más conocidas, debido fundamentalmente a su vinculación a los primeros grupos que se oponen a la rebelión militar de julio, la idea general de la existencia de milicias, la insurrección como su objetivo político y su concepción, por tanto, instrumental, dentro de una estrategia de asalto al Estado, no fue patrimonio exclusivo del PCE sino que respondía a un pensamiento generado en la internacional Comunista antes de 1935.
Precedentes y creación de las MAOC
No disponemos de fuentes documentales precisas sobre el origen y creación efectiva de las MAOC. En esto, el caso comunista no se diferencia del de otras agrupaciones políticas, de derecha e izquierda, que también en la época propendieron a fomentar esos instrumentos que fueron las milicias, llegando a crearlas efectivamente. Tal fue el caso de carlistas y falangistas o el de los socialistas. La actuación mediante acciones violentas que planteaba el anarcosindicalismo tenía una instrumentación distinta. Para el estudio histórico de los orígenes de este tipo de organizaciones hemos de basarnos en buena medida en testimonios de protagonistas que no pueden ser adecuadamente depurados y en informaciones de prensa. (26)
En los años 20, el PCE, ante el hostigamiento policial y su propia debilidad intentó desde un principio articular diversas formas de auto- defensa vinculadas a su vez con los planteamientos revolucionarios e insurreccionales. En su II Congreso, celebrado en julio de 1923, Oscar Pérez Solís propugnó la creación de centurias obreras siguiendo el modelo de organización paramilitar del comunismo alemán, pero no llegaron a ser realidad. Durante la dictadura de Primo de Rivera el PCE sufrió una dura persecución que acabó con la detención de muchos de sus dirigentes. En 1926 el Buró Político se instaló en París y desde allí se propuso, sin éxito visible. la formación de un aparato paramilitar que estaría centrado en los barrios obreros. De hecho. durante el periodo de la dictadura, el PCE apenas si consiguió la organización de algunos grupos semiterroristas de matones, a pesar de la condena que siempre hizo del espontaneísmo anarquista y el terrorismo individual. Comín Colomer hace referencia a la actuación de «un grupo de choque de los jóvenes comunistas vizcaínos» que, en agosto de 1923, según él, trataron «de volar El Liberal, con Indalecio Prieto dentro»(27).
Comín atribuye asimismo a supuestas «milicias» comunistas algunas «acciones violentas» durante la huelga portuaria de Sevilla en 1930 y la denominada «semana trágica sevillana», en 1931. También tendrían que ver estos grupos con el intento insurreccional de Villa Don Fabrique y el de la cuenca del Llobregat, que no fue obra exclusiva de los anarquistas. Así pues, existiría «un dispositivo incipiente titulado Organización de Auto-Defensa, que asumía realmente la misión de proteger al partido y a sus dirigentes, y de la cual salieron los primeros brotes de la Guardia Roja que no alcanzó demasiada notoriedad»(28). Por otro lado, en 1931 el Comité Central del PCE propuso a la Unión de Juventudes Comunistas la formación de una Joven Guardia como grupo de choque, propuesta que no tuvo éxito alguno.
Creemos que las «milicias» a las que hace referencia Comín no eran, en realidad, más que «grupos de choque» y no milicias organizadas. Es decir, es posible que el PCE tuviese grupos de autodefensa para proteger sus actos y dirigentes, pero sin el carácter que define a las milicias: grupos organizados para preparar el asalto al Poder por la vía in- surreccional, contando con la participación de las masas en sus filas. Son ciertos los intentos pero también los fracasos.
No hay acuerdo sobre el momento -ni aún el año- de creación de las MAOC. Comín afirma que la creación del Frente Antifascista en Junio de 1933 «constituyó el primer fundamento de las milicias armadas»(29). En la historia del PCE dirigida por Dolores Ibarruri, Guerra y revolución en España, se sitúa la creación de las MAOC entre febrero y junio de ese mismo año»(30). Tagüeña afirma que el PCE empezó a organizar las milicias en la primavera de 1933, siendo su jefe en Madrid un joven vasco llamado Alcalde(31). Enrique Matorras señala que «en una reunión celebrada en el mes de mayo por el Buró Político del Partido, la delegación de la Internacional Comunista planteó la necesidad de crear una organización antifascista de frente único que estuviera controlada por el Partido y se en- cargara de llevar a la realidad la creación de milicias»(32).
La afirmación de Matorras corresponde muy probablemente a un hecho cierto, teniendo en cuenta la relación orgánica que hay entre el Frente y las milicas. Además, Modesto, responsable nacional de las MAOC a partir del verano de 1934, afirma lo mismo. Aunque en su libro Soy del Quinto Regimiento dice que las MAOC se crearon a finales de 1933 (33), en otro de sus escritos, Al servicio del pueblo, afirma: «Si el curioso historiador o el lector curioso se interesa por sus antecedentes, que no pierda el tiempo, son una cosa nueva, original, que crea el pue- bloque hace sus primeras armas en las manifestaciones de mayo de 1933»34. Enrique Lister, responsable de la actividad del PCE en los cuarteles desde 1935, considera que la formación de las MAOC comenzó en la primavera de 1933, «aunque hasta después de Octubre de 1934 no recibieron apenas atención»(35).
Las fuentes comunistas hacen referencia a la existencia de las MAOC ya en marzo de 1933. El día 18 uno de sus dirigentes participa (36) en un mitin ante varios miles de asistentes . El día 20. Mundo Obrero anuncia la presentación de las milicias en Madrid en un acto del Frente Antifascista. Las MAOC no cuajaron rápidamente y el 17 de julio se afirma que «apenas existen. lo que hay no son más que brotes débiles». Esta situación se mantendrá hasta las vísperas del triunfo del Frente Popular.
Así. pues, las MAOC surgen en el contexto de una amplia campaña antifascista llevada a cabo por el PCE entre febrero y junio de 1933. Junto a las MAOC se van a crear distintas organizaciones revolucionarias: Amigos de la Unión Soviética, Socorro Rojo Internacional, Socorro Obrero, Comités Antifascistas. Ayuda Antifascista del Ateneo. comisiones de barriada, comités de soldados, etc.
Si aceptamos las afirmaciones de Modesto, las MAOC sólo existirán de hecho antes de 1936 en Madrid y algunas zonas de la provincia, en especial la comarca de Villalba. Será a partir del 1.° de mayo de aquel año cuando se formen realmente en otras zonas (37). Considera Modesto que desde su aparición luchan por su legalización, «que conquistan después de febrero de 1936. Y, desde luego, sin serie servida en bandeja, sino como resultado de una actividad intensa». Tras el triunfo del Frente Popular, «el 19 de febrero, las MAOC legalizan sus estatutos. Lo esencial de sus misiones, en ellos estampadas, se ciñe al derecho de autodefensa»(38).
Desconocemos cuando se legaliza a las MAOC, si es que se hace. Pero en la práctica actúan como una organización legal. «Un golpe de fuerza para su legalización -escribe Modesto- es realizado el 29 de febrero en el mitin de homenaje a los amnistiados en la plaza de to- ros de Madrid (...). Al final del mitin, forman las MAOC en la plaza de toros y salen a la vía pública, cerrando el paso con sus pechos a la fuerza pública que quiere impedírselo y con una decisión manifiesta ganan el derecho a desfilar»(39). A fines de abril de 1936 el Comité Nacional de las MAOC remitió a los comités provinciales un modelo de estatutos para crear legalmente tales organizaciones (40)
Antes de 1933, por tanto, el PCE dispone de grupos de autodefensa o de choque, una especie de guardia de seguridad de militantes, locales y actos del partido. Pero la creación de milicias, entendiendo éstas como organizaciones paramilitares dirigidas a la lucha armada contra el Poder, la insurrección o el enfrentamiento con otras organizaciones (41), se iniciará en la primavera de 1933 en Madrid, y prácticamente no existirán en otras provincias hasta después del triunfo del Frente Popular.
A partir de este momento se crearán MAOC en distintas ciudades y zonas, en general débilmente organizadas, sin apenas armas y con escasa influencia.
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