CARTA DEL GENERAL SEBASTIANI A JOVELLANOS Y LA CONTESTACIÓN DE ÉSTE A AQUÉL
CARTA DEL GENERAL SEBASTIANI A JOVELLANOS Y LA CONTESTACIÓN DE ÉSTE A AQUÉL
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JOVELLANOS EN LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA
Invitación del general francés Horacio Sebastiani y patriótica respuesta
Una de las páginas de gloría que se deben reconocer en Melchor de Jovellanos, es la anteposición de los conceptos de la Patria y de la Monarquía legítima, en los aciagos días de la Guerra de la Independencia, a los de toda reclamada reforma e intereses personales, cuando peligraban aquellos dos símbolos de la vida nacional.
En los momentos de desesperación que produjo el sangriento desastre de nuestro ejército en Medellín, donde perecieron al filo de los sables unos diez mil españoles, y cuando las huestes imperiales consideraban terminada la conquista, sin olvidar sus caudillos que por la fuerza de las armas no suelen concluir las guerras nacionales, aun registrando espantosas derrotas, el general Horacio Sebastiani ofrecía al insigne Jovellanos, en nombre del rey intruso, José Bonaparte, un nuevo porvenir político al país para su bienestar y grandeza, invitándole á tratar de los negocios de Estado, por considerarlo la genuina representación de los elementos de mayor cultura é influencia en el pueblo español.
La carta del general francés constituyó un acto habilísimo de política de atracción que se hacía todos los elementos disgustados y á la opinión general, cansada de los desaciertos de los validos y de las influencias que se solían ejercer, desde dentro y fuera del palacio, sobre todo la real familia.
La dinastía española se hallaba debilitada, el pueblo luchaba instintivamente por su independencia, quizá también por sus libertades conquistadas; pero una inspiración decisiva, tan espontánea como patriótica, guió á la nación, y la carta-respuesta del sabio supo exponerla y condensarla, produciendo en los ya famosos generales de Napoleón el Grande una terrible decepción; fue perder toda esperanza de llegar á la deseada paz.
Las líneas trazadas por el popular Jovellanos al francés, fueron rayos de luz que guiaron á los corazones para seguir defendiéndose.
Y cuando desde Bailen a la frontera todos los medios se oponían al éxito del Pretendiente, la habilidad sustituyó á la fuerza antes de cruzar los Pirineos el mermado ejército imperial, que sin haber conocido la paz en el territorio que ocupó, era reclamado por las exigencias de las guerras sostenidas en Europa.
En efecto, algunos apocados españoles que abrazaron la causa de Bonaparte, hicieron aparecer un decreto llamando a Jovellanos a los Consejos del pretendiente, tan sólo para hacer entrar en descomposición, ó dividir más, la dudosa unanimidad de criterio de la Junta Central, desde donde el gran hombre de Estado daba ya orientaciones para la nueva vida política, atento siempre, con férrea voluntad, al afianzamiento de la monarquía legítima, con opinión representada en Cámara Única, para asentarle con sólida base, en la unidad nacional.
Ambas cartas, dicen así:
Carta del general. Publicada en la “Gaceta de Gobierno”, el 12 de mayo de 1809, órgano de prensa de la Junta Central Suprema.
Al Excmo. Sr. D. Gaspar de Jovellanos.
Señor: La reputación de que gozáis en Europa, vuestras ideas liberales, vuestro amor por la patria, el deseo que manifestáis de verla feliz y floreciente, deben haceros abandonar un partido que sólo combate por la Inquisición, por mantener las preocupaciones, por el interés de algunos grandes de España y por los de Inglaterra. Prolongar esta lucha es querer aumentar las desgracias de la España. Un hombre cual vos sois, conocido por su carácter y sus talentos, debe conocer que la España puede esperar el resultado más feliz de la sumisión á un rey justo é ilustrado, cuyo genio y generosidad deben atraerle á todos los españoles que desean la tranquilidad y prosperidad de su patria. La libertad constitucional bajo un gobierno monárquico, el libre ejercicio de vuestra religión, la destrucción de los obstáculos que varios siglos ha se oponen á la regeneración de esta bella nación, serán el resultado feliz de la Constitución que os ha dado el genio vasto y sublime del emperador. Despedazados con facciones, abandonados por los ingleses, que jamás tuvieron otros proyectos que el de debilitaros, el de robaros vuestras flotas y destruir vuestro comercio, haciendo de Cádiz un nuevo Gibraltar, no podéis ser sordos á la voz de la patria, que os pide la paz y la tranquilidad. Trabajad en ella de acuerdo con nosotros, y que la energía de la España sólo se emplee desde hoy en cimentar su verdadera felicidad. Os presento una gloriosa carrera; no dudo que acojáis con gusto la ocasión de ser útil al rey José y á vuestros conciudadanos. Conocéis la fuerza y el número de nuestros ejércitos, sabéis que el partido en que os halláis no ha obtenido la menor vislumbre de suceso; hubierais llorado un día si las victorias le hubieran coronado; pero el Todopoderoso, en su infinita bondad, os ha libertado de esta desgracia.
Estoy pronto á entablar comunicaciones con vos, y daros pruebas de mi alta consideración.—Horacio Sebastiani.
Contestación de Jovellanos.
Señor General: Yo no sigo un partido; sigo la santa y justa causa que sostiene mi patria, que unánimemente adoptamos los que recibimos de su mano el augusto encargo de defenderla y regirla, y que todos habernos jurado seguir y sostener á costa de nuestras vidas. No lidiamos, como pretendéis, por la Inquisición ni por soñadas preocupaciones, ni por el interés de los grandes de España; lidiamos por los preciosos derechos de nuestro rey, nuestra religión, nuestra Constitución y nuestra independencia. Ni creáis que el deseo de conservarlos esté distante del de destruir cuantos obstáculos puedan oponerse á este fin; antes, por el contrario, y para usar de vuestra frase, el deseo y el propósito de regenerar la España y levantarla al grado de esplendor que ha tenido algún día, y que en adelante tendrá, es mirado por nos- otros como una de nuestras principales obligaciones. Acaso no pasará mucho tiempo sin que la Francia y la Europa entera re- conozcan que la misma nación que sabe sostener con tanto valor y constancia la causa de su rey y de su libertad, contra una agresión, tanto más injusta cuanto menos debía esperarla de los que se decían sus primeros amigos, tiene también bastante celo y fir- meza y sabiduría para corregir los abusos que la condujeron in- sensiblemente á la horrible suerte que le preparaban. No hay alma sensible que no llore los atroces males que esta agresión ha derramado sobre unos pueblos inocentes, á quienes después de pretender-denigrarlos con el infame título de rebeldes, se niega aún aquella humanidad que el derecho de la guerra exige, y encuentra en los más bárbaros enemigos. Pero ¿á quién serán imputados estos males? ¿A los que los causan, violando todos los principios de la naturaleza y la justicia, ó á los que lidian generosamente para defenderse de ellos, y alejarlos de una vez y para siempre de esta grande y noble nación? Porque, señor General, no os dejéis alucinar; estos sentimientos, que tengo el honor de expresaros, son los de la nación entera, sin que haya en ella un solo hombre bueno, aun entre los que vuestras armas oprimen
Sevilla, 24 de abril de 1809.
Gaspar Melchor de Jovellanos.
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