EL DEBATE: 15 DE DICIMEBRE DE 1935 "SE HA LEVANTADO NO UN PUENTE SINO UNA MURALLA PARA ESTORBAR A LA C.E.D.A.".

"Se ha levantado no un puente, sino una muralla para estorbar a la C. E. D. A. el paso a que le daban un derecho, democráticamente indiscutible, la cantidad y el fervor público de sus huestes y su bien probada lealtad. Nada dice esto de la política de la derecha"


El Debate, 15 de diciembre de 1935


ANTE EL NUEVO GOBIERNO


El Debate, 15 de diciembre de 1935. Editorial. 1ª página


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Hay ya un Gobierno. Nada hemos de decir de su naturaleza y carácter. Salta a la vista. O no es nada o es un Gobierno para disolver las Cortes. No tiene otra justificación. Y pues tal es no hemos de pedirle otra cosa sino que si ha de disolver disuelva inmediatamente. Pero, aparte del Gobierno, aparte de las causas, del proceso y de la desviación de la crisis, nos importa hablar ante todo clara y rectamente de los efectos de su solución. 

Ofrécese a la consideración pública, en primer término, la perturbación grave que se ha producido a la formación de unas fuerzas políticas dentro de la legalidad republicana. Porque ni la República ni ningún otro régimen que atienda de manera sensata a su conservación y busque consolidarse en el espíritu de un pueblo, puede nunca despreciar el concurso de un extenso núcleo de opinión de sentido positivo, representado por un partido joven y fuerte y a la par significativo de lo netamente tradicional y conservador del alma de la Nación. Las fuerzas de la C. E. D. A. no habían atacado al régimen. Lo han servido, por el contrario. Lo han apoyado con generosidad. Sacrificaron para ello múltiples cosas, con desinterés y hasta con abnegación. 

Se ha levantado no un puente, sino una muralla para estorbar a la C. E. D. A. el paso a que le daban un derecho, democráticamente indiscutible, la cantidad y el fervor público de sus huestes y su bien probada lealtad. Nada dice esto de la política de la derecha. Es clara y diáfana en la calle, en el Parlamento y en el Poder. Con la legalidad siempre. Siempre inclinando su mejor voluntad al servicio del interés público y de España. 

Todos estos efectos se obran a impulsos de una injusticia contra la CEDA. Injusticia en la que no faltan extraños colaboradores. Juntos la suscriben el señor Martínez de Velasco y el señor Cambó, discrepantes en la crisis del tras- paso de servicios suscitada por el señor Royo; disociados también por. motivos de seriedad cuando hace no más tres días era el jefe agrario el encargado de formar Gobierno y ahora coincidentes en fútiles pretextos. 

A uno y a otro, empero, alcanza la responsabilidad de este proceso. Porque es el caso que muy poca perspectiva se ofrece ciertamente a su duración en el actual Gobierno, ante los nuevos estados de cosas que se avecinan. La política española pende de una próxima jornada electoral. Allí hemos de ir todos. 

Allá ha de ir también la C. E. D. A. La crisis actual no está resuelta más que en teoría. De espaldas al Parlamento, un Gobierno no es plenamente tal. La C. E. D. A. no ha perdido así ninguna batalla. Para las derechas que entraron en el régimen y del cual no han salido, no supone el episodio de ahora más que un breve alto en su camino, antes de acudir a otra liza decisiva. A ella van en circunstancias bien favorables, con el haber de sus sacrificios generosos, con el mérito de haber vencido una revolución, con la aureola de incomprensiones ingratas como premio a tantos servicios. Nada tienen que rectificar, nada que añadir a sus ideales ni a sus principios. Son los mismos, fortificados y realzados por el episodio de ahora, por el obstáculo puesto a su paso por quienes, mirando al bien de la República, debieran acelerar su con- solidación. Para las masas de la C. E. D. A. no hay ya más preocupación que una. La noblemente ciudadana de acudir a los comicios con todo su brío, con su mejor entusiasmo, para pesar más, para llegar solos si se triunfa bastante. Sin la menor vacilación, sin la menor cobardía. Cuando las masas criminales de la revolución enfundan sus armas, aún calientes de los disparos, para ir a la lucha legal, sería necedad insigne no acoger el consejo del enemigo y la prueba de la eficacia del procedimiento. 

Hemos creído siempre que la revolución en España surgió de un proceso histórico bien largo en el tiempo para que nadie la imagine nacida de la pasión espontánea de las urnas de 1931. Por eso, la realidad muestra ahora que lo que se fragu ó en medio siglo no se rectifica en un quinquenio. Hace falta mayor esfuerzo. Las grandes conquistas no suelen ser rápidas, cuando el enemigo es viejo y astuto y los obstáculos obstinados y tenaces. Suelen ser, además, obras continuadas de parciales triunfos, de victorias sucesivas y perseverantes. Una lucha más es la que ahora toca a la derecha española . Forjada en la lucha, unida y apiñada ante ella, con jefes que saben luchar sin descanso, el deber de la derecha ahora es desplegar su valo r digno y entero ante la jornada política que se avecina. Y porque tal valores y a realidad en el ambiente público, porque llega clamorosa la adhesión y el entusiasmo, es por lo que surge halagüeña la esperanza del porvenir.


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