LA TRAICIÓN DE ALBERTI A MUÑOZ SECA Y EL TRIUNFO DE BUERO VALLEJO
La traición de Alberti a Muñoz Seca y el triunfo de Buero Vallejo
A la izquierda Muñoz Seca y a la derecha: arriba Rafael Alberto y en la parte inferior, Buero Vallejo |
Todavía hoy sigue sorprendiéndonos lo diferente que fue la Guerra Civil Española para unas personas u otras. El conflicto fratricida en aquel Madrid bajo dominio republicano y cercado por los nacionalistas fue tremendamente dispar en función de un sinfín de variables como la ideología, los amigos o enemigos, las envidias e incluso las influencias. En esta nueva entrada de www.guerraenmadrid.com vamos a recordar a tres escritores españoles de aquella época cuya historia durante la guerra fue radicalmente opuesta al igual que su devenir durante aquellos tristes años.
Pedro Muñoz Seca era uno de los autores teatrales más insignes y populares de Madrid durante la II República y antes de ella. Nacido en el Puerto de Santa María en 1879, cuando se produjo el Alzamiento gozaba ya de 57 años y estaba en la plenitud de su carrera, siendo muy admirado en una época donde el teatro era el principal espectáculo internacional en contraposición al cine que empezaba a popularizarse. En aquellos años Muñoz Seca, hombre cercano, generoso y amigo de sus amigos, arrastraba una gran popularidad y admiración desde las más altas jerarquías de la política y finanza del país hasta los aficionados más humildes.
La sencillez de los personajes de sus obras teatrales resultaba muy accesible e identificable con la clase trabajadora. Esto se demostraba, por ejemplo, con aquellas palabras que pondría en su personaje Antoñito en el sainete que publicó en 1906 “La casa de la juerga”, unos versos que tuvieron durante la II República una gran actualidad en el plano político:
Muñoz Seca fue detenido en los primeros días de la sublevación por las milicias populares y después de pasar por su correspondiente checa fue recluido en la Prisión de San Antón. Desde el momento mismo de su detención la familia recurrió a todas las personas influyentes y amigos que él conociera y pocos o muy pocos se preocuparon por él e hicieron todo lo posible por sacarle de la cárcel. Si que destacó por su humanidad Antonio Paso, padre del famoso Alfonso Paso, que incluso tuvo que quitarse los calcetines que llevaba puestos para dárselos a Muñoz Seca el cual le decía que tenía mucho frío en la prisión. Sin embargo y a pesar de su popularidad y generosidad nadie, ni de la cultura ni la de política, fue capaz de liberarle de aquellas milicias que estaban creando el terror en la capital con detenciones y asesinatos injustificados.
Después de la guerra su hija Asunción denunciaba por ejemplo a Rafael Sánchez Guerra, un político que había sabido sobrevivir a los avatares revolucionarios acomodándose: Sánchez Guerra fue ayudante del presidente de la República Alcalá Zamora y teniente alcalde del Ayuntamiento de Madrid. Éste, a pesar de la convivencia y amistad mutua de ambas familias, ante la petición de Asunción Muñoz Seca de que usara de sus influencias para sacar a su padre de la cárcel, cuando todos en Madrid conocían las continuas sacas y asesinatos que se estaban produciendo le contestó textualmente “… que en lo único que les podía ayudar era decirles en qué cementerio ingresaba su padre”.
Pedro Muñoz Seca fue sacado de la cárcel de San Antón en la madrugada del 28 de noviembre de 1936, en una expedición de presos que fue ejecutada por las milicias encargadas de su conducción en Paracuellos del Jarama. La orden de saca, como todas las que se produjeron con anterioridad desde primeros de noviembre, aparece firmada el 27 de noviembre de 1936 por el Delegado de Orden Público Serrano Poncela, miembro de las Juventudes Socialistas Unificadas como su gran amigo y protector Santiago Carrillo, el cual firmaba las órdenes en blanco y los jefes de milicias se encargaban de poner la fecha y nombres de los ejecutados. El siguiente día el director de la Prisión y un funcionario firmarían las diligencias de cumplimiento de la orden con una relación de las personas que habían sido ejecutadas.
En distintas piezas de la Causa General de Madrid, aparecen alusiones de testigos e inculpados por el asesinato de Pedro Muñoz Seca. Por ejemplo es particularmente significativa por las referencias al autor teatral las manifestaciones que realiza después de la Guerra Civil Gregorio Muñoz Juan, hombre de 43 años con domicilio en la calle de Real, 32 de Paracuellos de Jarama.- El testigo afirmaba que desde el mes de septiembre de 1936 estuvo, al igual que otros muchos convecinos derechistas, obligado a cavar trincheras por imposición del Comité del Frente Popular de Paracuellos de Jarama y que el día 7 de noviembre por la mañana se presentaron los componentes del citado Comité y otros varios individuos que constituían el Comité del Frente Popular del barrio de las Ventas, obligándoles a dejar las trincheras en las que estaban ocupados, y bajar al sitio denominado “Arroyo de San José” para dedicarse, con más personas del vecindario de Paracuellos, a la apertura de zanjas.
Al llegar a aquel lugar sobre las 9 de la mañana observaron aproximadamente 200 cadáveres y unos 12 ó 15 milicianos desconocidos, armados de fusil, que se dedicaban a quitar a los cadáveres lo que llevaban en los bolsillos y las mejores prendas de vestir; oyó decir allí que las víctimas procedían de la Cárcel Modelo y habían llegado sobre las ocho de la mañana de aquel día en autobuses de dos pisos de los del servicio público en Madrid y fusilados inmediatamente. Desde este día 7 de noviembre Gregorio no dejó de trabajar en este paraje, dedicado a abrir fosas y enterrar cadáveres procedentes de las distintas prisiones de la capital: habían comenzado la saca de presos que en algunos aspectos se asemejan en la actualidad a los crímenes yihadistas que por desgracia podemos ver en la actualidad a través de la televisión.
Reproducimos textualmente lo que el testigo declararía de lo que vio el 28 de noviembre día del asesinato de Pedro Muñoz Seca:
«A primera hora de su mañana volvió a trabajar al “Arroyo de San José”, y vio como alrededor de las once, llegaban siete autobuses de dos pisos y otros tres de un piso, todos ellos de los del servicio público en Madrid, abarrotados de presos, atadas las manos a la espalda. Oyó comentar entonces que todos los presos procedían de la Cárcel de San Antón. Pararon los vehículos al lado de la zanja número 4, por su lado Sur. Los milicianos que iban de escolta, fueron sacándolos en grupos de 20 a 25 presos, que colocaban en fila junto a la zanja abierta, de espaldas a ésta, y desde unos seis metros de distancia, les hacían con sus fusiles fuego de frente. El penúltimo de los fusilados en aquella expedición fue Don Pedro Muñoz Seca, a quien mataron a muy pocos metros de distancia donde cavaba el declarante, en el extremo Oeste de la fosa número 4.- Como conocía de vista a este tan popular autor, prestó el testigo toda su atención a sus últimas instantes, y le vio caminar con ademán tranquilo los veinte metros que le separaban desde el autobús al punto dónde fue muerto, y al pasar junto a los cadáveres de los recién asesinados, decía: “Ahí va el último acto de la escena; hasta al morir, con la sonrisa en los labios. Este es el último epílogo de mi vida”.- Al acabar estas palabras recibió los tiros mortales. Oyó cómo muchos de los asesinados aquella mañana antes de morir, proferían, entre otras, estas expresiones: unos, “¡Os perdonamos de todo corazón, asesinos!”; otros “Nos matáis porque somos católicos y personas de orden”. Casi todos morían gritando: “¡Arriba España!”, “¡Viva Cristo Rey!”. Vio también aquella mañana como descendieron juntos, para ser matados, un señor alto, de luto, y sus dos hijos; aquél pidió permiso para hablar con ellos y, obtenido de los milicianos, los tres se salieron de la fila y empezaron a hablar en voz baja, juntas las tres caras. A los pocos instantes se acercaron dos milicianos y les gritaron: “Andad para alante”. El padre apartó de sí, en un rápido movimiento de hombros, a sus dos hijos, quedando los tres frente a sus verdugos, al tiempo que el anciano gritaba: “¡Fuego!” y, en el acto, caían los tres muertos.- Aquella tarde y en la mañana del día siguiente, enterraron los varios centenares de presos matados en esta expedición, que recibieron tierra en la zanja número 4 (al Oeste de los enterrados de la víspera y casi hasta el extremo Oeste, pues sólo quedaron unos tres metros de este lado sin tapar entonces); otros muertos de esta expedición fueron inhumados en la mitad Este de la zanja número 5; los restantes recibieron sepultura en diversas pequeñas zanjas que de días atrás estaban abiertas por la parte Oeste de las zanjas números 5 y 6 y no a gran distancia de éstas. Se fijó mucho en dónde enterraban a MUÑOZ SECA y, sin temor a equivocarse, puede señalar con precisión el punto de la zanja número 5 en que yacen sus restos».
Este testimonio por su crudeza y realismo lo prosigue el testigo el día siguiente 29 de noviembre “
«…A las nueve de la mañana, y cuando iban a enterrar a los cadáveres que quedaban de la víspera, encontraron, al Norte de la fosa número 4, otros 500 cadáveres, que según oyó decir procedían de las cárceles de San Antón y Porlier y que tuvieron que ser llevados aquella misma noche. Estos cadáveres fueron enterrados en la fosa número 5. A las 10 llegaron unos individuos en coche y bajaron a dos ancianas, a las que mataron a pistoletazos y fueron enterradas en las fosas pequeñas que hay al Oeste de los números 5 y 6».
La traición de Rafael Alberti
De los tres escritores a los que queremos hacer referencia, Pedro Muñoz Seca sufrió la peor suerte. También la familia de éste acudió a pedir ayuda a su paisano Rafael Alberti, nacido en el Puerto de Santa María como él en 1902, cuando Muñoz Seca contaba 23 años y sobresalía este en el ámbito literario. Alberti era el intelectual más sobresaliente en la Guerra Civil, presidiendo el Comité de Intelectuales Antifascistas junto a su pareja Maria Teresa León. Además, en dicho Comité, como en todas las facetas laborales, se habían creado órganos de depuración de sus integrantes y, Muñoz Seca desde un principio estuvo catalogado como monárquico y de derechas dada sus continuas colaboraciones en el periódico ABC y otros medios afines.
Nada quiso hacer Alberti por su paisano Muñoz Seca, a pesar de que el hermano del primero le rogaba que intentase sacarlo de la cárcel; pero él inflexible y queriendo mostrarse en consonancia con sus postulados comunistas y con la revolución proletaria de Rusia con cuyos intelectuales Mijail Kolsotv o Illa Ehrenburg se dedicaba plenamente a la propaganda revolucionaria, siempre en la retaguardia. Al finalizar la guerra y durante muchos años hasta la muerte de Franco viviría su exilio dorado cobrando directamente de Moscú de las rentas llevadas por Negrín al exterior; a su vuelta a España llegaría a gozar de popularidad siendo elegido incluso diputado a las Cortes.
Desde www.guerraenmadrid.com no nos inventamos absolutamente nada. La pasión de Alberti por la mano dura del comunismo soviético queda reflejado en una loa que él mismo escribió de su puño y letra dedicada a Stalin, para nosotros, al igual que Hitler, uno de los grandes genocidas de la historia: «Stalin ha muerto. Padre y maestro y camarada. Quiero llorar, quiero cantar. Que el agua clara me ilumine. Que su alma clara me ilumine. En esta noche que te vas».
Como puede observarse, el destino de ambos literatos portuenses fue radicalmente opuesto. Llama la atención que hoy en día mientras la casa donde nació Muñoz Seca solo una lápida recuerda su vida, en la que nación Alberti existe todo un Museo de veneración al insigne portuense que poco quiso hacer por salvar a su paisano de la muerte.
Otro escritor militante comunista y que no solo sobrevivió a la justicia franquista en la postguerra, , sino que triunfó en el ámbito teatral tras sufrir pocos años de cautiverio fue Antonio Buero Vallejo. Al estallar el alzamiento Buero Vallejo era un joven universitario matriculado en Bellas Artes dónde se inició en la carrera política, siendo elegido rápidamente como Secretario General de la FUE (Federación Universitaria Española) y ya a mediados de la campaña en el año 1938 se afilió al Partido Comunista y al Socorro Rojo Internacional.
Buero Vallejo, además de dedicarse a realizar carteles propagandísticos dada su adscripción comunista y su facilitad para la pintura, intervino como sanitario en los frentes de guerra, al término de la cual es contactado por miembros del PC en la clandestinidad en Madrid, dedicándose a falsificar documentaciones de falange y de otro tipo para elementos comunistas ocultos. Tal es así que incluso llegó a falsificar documentos para José Cazorla, sustituto de Santiago Carrillo en La Junta de Defensa de Madrid y uno de los máximos organizadores de la represión policial y saca de presos en los primeros meses de la guerra civil en la capital.
A pesar de haber sido condenado a la pena de muerte, Buero Vallejo apenas llegó a pasar por las cárceles franquistas cinco años dedicándose posteriormente, con total libertad a pesar de la Dictadura, a su carrera teatral con un gran éxito.
Bibliografía
– Causa General (CG)
– Archivo Histórico Militar (AHM)
– Paracuellos Katyn, César Vidal
– Un diplomático en el Madrid rojo, Felix Schlayer
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