LA NOVELA PERDIDA EN LA QUE RAMÓN SOÑÓ CON «DESTROZAR EL CRÁNEO» A SU HERMANO FRANCISCO FRANCO
La novela perdida en la que Ramón soñó con «destrozar el cráneo» a su hermano Francisco Franco
El relato del hermano del futuro dictador, publicado por la revista 'La Novela Proletaria' en 1932, anunciaba la Tercera República y proclamaba su odio a la religión católica a través de un enfrentamiento fratricida que acababa en una matanza
Ramón Franco, con su uniforme del Ejército, en la década de 1930 ABC |
Madrid
Ramón Franco quería saldar cuentas con su hermano y no encontró mejor forma de hacerlo que un cuento. Lo escribió en 1932 y lo publicó en el número 15 de 'La Novela Proletaria', una revista que albergaba los relatos de algunos autores republicanos y anarquistas decepcionados con la deriva moderada que, según ellos, estaba tomando la Segunda República. El título no podía ser más explícito: 'Abel mató a Caín' (1). Y en sus 32 páginas, los dos hijos de Adan y Eva representan, sin lugar a dudas, al autor y al futuro dictador, respectivamente.
La pequeña y desconocida novela comienza haciendo un recorrido ficticio por la infancia de ambos y concluye en el enfrentamiento de ambos cuando son adultos… pero con una diferencia: el que muere asesinado no es Abel, sino Caín, es decir, el general golpista. La prueba es que, desde el principio, la descripción que Ramón Franco hace de él y su hermano se asemeja mucho a la realidad:
«Cuando los padres trataban el porvenir de ambos, respecto a Caín no había discusión. Su índole fogosa y pendenciera indicaba que debía ser militar. No era Caín muy aficionado al estudio [...]. Abel, por su parte, leía de modo incansable los volúmenes de la magnífica biblioteca.
Abel y Caín son, efectivamente, un trasunto de las personalidades de Ramón y Francisco, siempre según la visión del primero. Mientras Abel (Ramón) es descrito como un servidor del pueblo, un defensor de la fraternidad humana y un enemigo acérrimo de la religión católica –«Cristo, divinizado y reverenciado en los altares, sirve solo para que se perpetúe el mal en su nombre», apunta–, Caín (Francisco) apoya a las castas, es enemigo de la igualdad social y quiere perpetuar los privilegios de los poderosos.
«El uniforme le ahogaba»
La historia familiar que traza 'Abel mató a Caín' también se ajusta a lo que conocemos de la familia Franco, con un padre «de genio violento y puntillosa honradez, que no toleraba los desvaríos de sus compañeros en aquella sociedad corrompida», describe Ramón en su cuento. Y al igual que los dos hermanos Franco, Caín y Abel también escogen la carrera militar, aunque el segundo nunca se sienta a gusto con el Ejército.
Así lo cuenta Ramón hablando de su alter ego: «En aquellos tiempos de gran inmoralidad, los hijos de los profesores y los caciques militares alcanzaban la primacía. Fue este su primer desengaño en la lucha con la vida. Desde entonces acarició el propósito de abandonar el uniforme, que le ahogaba con sus injusticias, para dedicarse a otros estudios y actividades. Consiguió lograr su anhelo de aventuras y emprendió largos viajes con éxito creciente. Su nombre interesó a las multitudes y sus rebeldías fueron populares».
En efecto, seis años antes, Ramón Franco había conseguido dos récords mundiales durante un vuelo con el 'Plus Ultra' entre España y Argentina: el de distancia recorrida con escalas y el de la mayor velocidad alcanzada con un hidroavión. Aquellas dos marcas le convirtieron en uno de los aventureros más reconocidos del planeta. Aún así, la rebeldía política de Abel en el relato también era la del autor en la vida real, donde consiguió un escaño en el Congreso de los Diputados con Esquerra Republicana de Catalunya y donde, un año antes de proclamarse la Segunda República, encabezó una insurrección contra el Gobierno de Berenguer.
«El carácter del movimiento es marcadamente comunista», aseguraba la nota de prensa entregada por el ministro de Gobernación, Leopoldo Matos, el 15 de diciembre de 1930. Ramón, junto a otros militares, había despegado de la base aérea de Cuatro Vientos para sobrevolar Madrid y lanzar proclamas contra el conocido régimen de la 'Dictablanda' establecido tras la dimisión de Primo de Rivera. «Sublevada la guarnición de Madrid; queda proclamada la República», se escuchó en la estación de radio del aeródromo. Horas después, sin embargo, fracasó y el pequeño de los Franco fue recluido en la cárcel hasta la amnistía de 1931.
Abel pasa meses en la cárcel
La parte más sangrienta del relato de Ramón –cuya caricatura aparece en la portada junto a la de un supuesto obrero armado con un cuchillo y un martillo– estaba aún por llegar. El enfrentamiento entre Caín y Abel 'Franco' se ve venir desde el principio. Se apunta por primera vez en la página 18, cuando este último se convierte en «un militante activo de las luchas sociales y es hecho preso en repetidas ocasiones». Y subraya: «Las campañas de Abel a favor de los oprimidos y sus ataques contra los poderosos y los mercaderes de la cristiandad le alejaron para siempre de su familia, que era burguesa e intransigente».
Mientras tanto, Caín es elogiado por todos los enemigos de la República por su capacidad militar, siendo considerado el único capaz de derribar al régimen. Un régimen contra el que Ramón, a pesar de su republicanismo, también se muestra crítico, pues lo considera demasiado blando al reprimir a los caciques y a los poderosos: «El Gobierno sigue insensible a las necesidades del pueblo y piensa que gobernar es sentarse en las poltronas ministeriales para ordenar, sin ton ni son, represiones violentas e injustificadas contra el pueblo trabajador».
El relato de Ramón desemboca en una revolución que busca implantar un nuevo régimen republicano, uno mucho más radical que el que ya existía en 1932. De hecho, él mismo lo bautiza como la 'Tercera República'. En los episodios iniciales de esta revuelta, el mismo Abel es arrestado y torturado por la Policía, a la que describe como un «verdugo con mentalidad y prácticas de la Santa Inquisición que busca arrancarle acusaciones». Sin embargo, lo único que consiguen los agentes es «cubrirlo de morados verdugones las carnes».
El enfrentamiento fratricida
El encierro de Abel (o Ramón) dura varios meses en esta novela, pero como «es el pueblo quien ha implantado la República –advierte–, es el pueblo quien se apresta a defenderla». Y continúa: «La protesta surge sin preparativos ni acuerdos previos. Alguien, no sé por qué, da un '¡viva la libertad!' y comienza imponente la algarada popular. La multitud se arroja contra la cárcel y las puertas, destrozadas, cesan de suprimir la libertad para los españoles a quienes tiene presos su ansia de ser libres».
El final del relato describe con suma habilidad la tensión creciente que se produce cuando se acerca el esperado enfrentamiento final entre Ramón y Francisco Franco… o Abel y Caín. Aquí los reproducimos:
«Desde un campamento vecino, avanzan sobre la capital numerosas fuerzas militares al mando de Caín, a las que previamente las había engañado en beneficio de la religión y el Estado semifeudal que se había desecho al hacerse astillas el trono. El pueblo, apercibido a defender su soberanía, que se encuentra en peligro de secuestro, vigila nervioso. Por la gran avenida que conduce al Parlamento, avanza Caín al frente de sus tropas, las mismas que meses antes habían vitoreado la República y desfilado ante el Congreso [...].
La noticia cae como una bomba en el Parlamento. El revuelo es enorme. Unos diputados se esfuman prudentemente y otros acuerdan defenderlo hasta morir y se declaran en sesión continua. ¡Resolución tardía! Esta acaba de recibir órdenes del nuevo Gobierno para que, incluso apelando a la fuerza de las armas, impida salir a los parlamentarios. El alboroto que se produce es indescriptible.
Caín llega frente a las Cortes cuando, por una de las calles laterales, se lanza a la avenida una grandiosa manifestación popular que eriza de banderas revolucionarias y blande armas por todas clases. Al frente de ellas está Abel. Y, por terrible burla del destino, Abel y Caín se encuentran cara a cara. Por un instante puede creerse que los hermanos van a parlamentar y un silencio imponente llena la espaciosa vía. Sin embargo, Abel ni siquiera tiene el propósito. Piensa que la robusta fama de Caín como jefe constituye el lazo que une a aquellas fuerzas. Se dice que la vida de un hombre vale infinitamente menos que la vida de un ideal, así que el brazo de Abel, alzándose justiciero, asesta su arma cuidadosamente. Un retumbo seco, unas leves volutas de humo y Caín, destrozado el cráneo, rueda exánime por el pavimento.
Las fuerzas militares, al quedar sin jefe, titubean acobardadas por la presencia del pueblo. Algunos oficiales retroceden. Otros tratan de resistir, pero los envuelve la muchedumbre, que conquista a los soldados para su causa en un abrazo fraternal. Todos juntos corren al Palacio de las Leyes donde los diputados que resisten tratan de votar una ley a toda prisa para desarmar a los civiles que han aplastado la intentona realista-clerical, pero ya es tarde. En las cámaras nace esplendorosa la Tercera República, aurora fecunda de una humanidad mejor. Y por la calle corre copiosamente la sangre de los traidores».
El autor termina su relato calificando de «santo» el crimen de Abel, el asesinato soñado de su hermano en aras de la revolución. Es probable que Francisco Franco leyera el cuento.
NOTAS A PIE DE PÁGINA
(1) Franco, Ramón: Abel mató a Caín. Ed. La Novela Proletaria. 1932
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