ESTANISLAO FIGUERAS Y LA "ESPANTÁ" DEL PRESIDENTE HASTA LOS COJONES DE TODOS NOSOTROS
Estanislao Figueras y la “espantá” del presidente: “Hasta los cojones de todos nosotros”
PRIMERA REPÚBLICA
¿Imaginan que Pedro Sánchez, sin avisar, lo dejara todo y se fuera a otro país? Pues eso fue lo que hizo Estanislao Figueras, presidente de la Primera República española, en 1873
Pero el nuevo mandatario tenía que enfrentarse a formidables retos, con dos guerras civiles al mismo tiempo: la sublevación carlista en el norte y el alzamiento independentista en Cuba. Resultaba complicado gobernar de cualquier manera cuando el Estado ni siquiera controlaba todo su territorio.
Las Cortes Constituyentes se inauguraron el 1 de junio de 1873. En su discurso, Figueras advirtió que se conformaba con haber sido uno de los fundadores de la República y que correspondía a otros la misión de consolidarla. Había llegado ya el momento de entregar sus poderes al Parlamento. Si las Cortes volvían a elegirle, no tenía intención de aceptar el cargo.
.Seis días después se proclamó la república federal. Otro catalán, Francesc Pi i Margall, se postuló para la presidencia, pero, al no conseguir apoyos, Figueras siguió como presidente en funciones. En medio de tantos problemas, no tuvo mejor idea que entregar su dimisión al vicepresidente del Congreso y marcharse a Francia en la noche del 10 de junio.
Jorge Vilches, en La Primera República Española (Espasa, 2023), considera que esta decisión no brilló por su sensatez: “[Figueras] se quedó solo, huyó y eligió el exilio para contar la verdad en lugar de decirla en el Gobierno o ante la Comisión Permanente, lo que habría sido más consecuente y responsable”-
Supuestamente, el primer mandatario de la República, antes de partir, habría dicho, con una expresión malsonante (el famoso “Señores, voy a serles franco, estoy hasta los cojones de todos nosotros”), que estaba harto de la clase política. ¿Es verdadera la cita o se trata de un comentario apócrifo, como tantos en la historia? En su prólogo a la obra de Peyrou, el especialista Ángel Duarte considera que la afirmación “es perfectamente plausible, si atendemos al carácter personal y al perfil político del republicanismo de Figueras”.
¿A que se debió un acto de apariencia tan sorprendente? El aislamiento político del protagonista se mezcló con su difícil situación personal. Tenía problemas de salud y se sentía deprimido por la reciente muerte de su esposa. Sin embargo, las circunstancias privadas no lo explican todo. El propio interesado justificaría su actuación como una forma de dejar el campo libre a Pi i Margall, su sustituto y rival. Según su versión de los hechos, había sacrificado su reputación personal por el bien de la causa republicana.
Tras su huida, a Figueras le llovieron las críticas. El novelista Benito Pérez Galdós, por ejemplo, le calificó de desertor. La prensa fue igualmente dura. Para La Época (16-06-1873), había demostrado su “falta de valor político”. El Imparcial (14-06-1873) le acusó de provocar una situación conflictiva para después marcharse y dejar el país empantanado: “Después de haber causado la alarma en la Asamblea y fuera de ella, se oculta, desaparece, se fuga, huye de Madrid y de España”.
Para La Iberia (12-06-1873), con Figueras no solo se había ido una alta personalidad. Su fuga simbolizaba también “el destierro de las esperanzas republicanas que él hizo concebir”. Por “esperanzas”, este periódico entendía, por ejemplo, el proyecto federalista que el antiguo presidente había trazado con “sus fascinadoras palabras”. La desaparición del mandatario venía a significar no un pequeño contratiempo, sino la catástrofe para toda su causa: “Han perdido los republicanos algo más que un hombre, han perdido el partido entero”.
En El Gobierno (13-06-1873) tampoco faltaron las palabras severas. No podía entenderse que Figueras emprendiera la huida sin ningún motivo aparente: “¿De quién huye? ¿A quién teme? ¿En qué peligra?”. Un acontecimiento de esta naturaleza hacía temer lo peor sobre el futuro de un régimen que apenas había dado sus primeros pasos: “¿Cuánto durará la república cuyo primer presidente se evapora?
Mientras tanto, en La Igualdad (12-06-1873) reinaba un sentimiento de estupefacción. A este medio, que se definía como “diario republicano federal”, los hechos le tocaban muy de cerca, puesto que Figueras había sido su director: “Nos sentimos profundamente conmovidos al vernos precisados a censurar a nuestro antiguo jefe, al hombre de nuestra confianza, al gran ciudadano a quien tan eminentes servicios debe todo el partido”.
El expresidente, según sus correligionarios, había cometido un suicidio político al protagonizar “un hecho inaudito, uno de esos acontecimientos que no tienen precedentes en la historia de ningún país”. Resultaba incomprensible que un estadista, de la noche a la mañana, decidiera escapar al extranjero sin dar a nadie la más mínima explicación, ni siquiera a sus amigos más íntimos ni a sus compañeros políticos de toda la vida. Un gesto así solo podía provocar sorpresa general y censuras unánimes. Los más indulgentes hablaban de “falta de valor y apocamiento de carácter”
La explicación de la falta de personalidad, sin embargo, no resulta creíble. Como han destacado en sus breves estudios biográficos María Ángeles Pérez Samper y Federico Martínez Roda, Figueras no era un pusilánime. Lo había demostrado en otros momentos de su vida. Como en las Cortes de 1854, cuando votó contra la monarquía en una demostración de coraje, porque no era fácil por entonces ir a contracorriente.
Mientras tanto, corrían los rumores. La Crónica (23-06-1873) informó de que Figueras, casi seguramente, iba a aceptar el puesto de embajador en París, aunque no tomaría posesión del mismo hasta que Francia reconociera al gobierno español. La república gala, sin embargo, nunca hizo tal cosa, como ninguna de las demás potencias europeas.
Durante sus últimos años, el antiguo presidente intentó recomponer la unidad de las filas republicanas, sin demasiado éxito, a la vez que se involucró en conspiraciones para proclamar una república sin adjetivos, ni federal ni unitaria. Por desgracia, al contrario que Pi i Margall, no ha recibido demasiada atención de los historiadores. Tal vez una futura biografía académica esclarezca los enigmas que aún rodean su figura.
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