PABLO IGLESIAS POSSE :«PARA IMPEDIR QUE EL Sr. MAURA VUELVA AL PODER, MIS AMIGOS ESTÁN DISPUESTOS A LLEGAR HASTA EL ATENTADO PERSONAL»
PABLO IGLESIAS POSSE :«PARA IMPEDIR QUE EL Sr. MAURA VUELVA AL PODER, MIS AMIGOS ESTÁN DISPUESTOS A LLEGAR HASTA EL ATENTADO PERSONAL»
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Diario sesiones Congreso, 7 de julio de 1910, página 430 |
Recorte del periódico "La Correspondencia", del 8 de julio de 1910, en el que se refleja las polémicas declaraciones de Pablo Iglesias, fundador del PSOE, en su primera sesión como diputado, donde amenaza con "el atentado personal" al presidente Maura. Poco después Maura es tiroteado en la calle.
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Escándalo formidable
El Sr. IGLESIAS: Para impedir que el Sr. Maura vuelva al poder, mis amigos están dispuestos a llegar hasta el atentado personal.
Estas palabras producen un efecto en la Cámara imposible de describir.
Tanto los ministros, como los diputados liberales y conservadores, puestos de pie, indignados, gritan de modo formidable.
Muchos conservadores increpan al Sr. Iglesias; entre ellos se distingue el Sr. Moral, al que sujetan varios correligionarios.
Los republicanos se enfurecen y se disponen á la defensa, creyendo que se les va á agredir. El vocerío se hace ensordecedor.
El Sr. Maura, impasible, procura calmar los ánimos de su minoría.
Levántase de su asiento y trata de hacer sentar y callar á los más exaltados.
El presidente de la CÁMARA, en tanto, rompe varias campanillas para imponer el orden, sin conseguirlo, y dice:
—Retire S. S. esas palabras, que constituyen un delito.
El Sr. IGLESIAS hace gestos de hablar; pero no logra hacerse entender. El escándalo arrecia. Los conservadores gritan: ¡fuera! ifuera!, y algunos republicanos, entre ellos D. Emiliano Iglesias, adoptan una actitud agresiva pronunciando palabras que no se perciben; pero que motivan la intervención del presidente de la Cámara, diciendo que se procederá á expulsar al diputado que pronuncie determinados conceptos.
«Repito—dice—que retire s. S. esas palabras. No constará la frase en el acta.
El Sr. IGLESIAS: Las explicaré.
El Sr. PRESIDENTE: Las retirará.
El Sr. IGLESIAS: Es una frase que dije fuera de aquí.
El Sr. PRESIDENTE: Pero que en el Congreso no pueden pronunciarse. (Muchas voces: Ni fuera tampoco.)
El Sr. PRESIDENTE: Tengo la, seguridad de que S. S. se está arrepintiendo de lo que ha dicho, pues no se iba á fiar en la inmunidad parlamentaria para cometer un delito. Rectifique S.S estas palabras
El Sr. IGLESIAS: He querido decir que si el Sr. Maura se obstinara en seguir la funesta política desarrollada, debería llegarse hasta el atentado.
Se reproduce el escándalo. El presidente recurre de nuevo á los campanillazos y de un golpe vuelca el tintero. En vano trata de imponer el orden. Dirigiéndose á la Cámara, dice:
«La Cámara debe fiar en la presidencia... Retire el Sr. Iglesias sus palabras.
El Sr. IGLESIAS: No las retiro. (Se sienta).
El presidente manda que se lea el artículo del Reglamento que se refiere á palabras mal sonantes.
(Muchas voces: ¡No basta! ¡No es aplicable! Se trata de un delito.)
El Sr. PEDREGAL: No hay artículo en el reglamento que sea aplicable.
El Sr. ARMIÑAN: Tampoco ha habido nunca caso semejante en la Cámara. (Muy bien, en varios bancos.)
El escándalo no parece que va á tener fin; no se ve solución al incidente y el conde de Romanones, cansado de romper campanillas, dá un puñetazo y derrama el tintero. Se levanta el Sr. Canalejas, produciéndose un silencio general
El presidente del CONSEJO: Estamos siendo desde estos bancos testigos de una contienda entre dos minorías, imparcialmente, sin utilizar en nuestro provecho los cargos que se acumulan contra una de ellas, enemiga política.
Pero la otra, para combatir el proceder político de la conservadora, emplea procedimientos algo violentos, y la frase que acaba de ser pronunciada, incitando al atentado, repugna á toda conciencia jurídica, y la Cámara entera se haría cómplice de ella, si no la rechazara.
Ha dicho el Sr. Iglesias que no ha hecho sino repetir aquí lo que dijo fuera. Esta declaración es grave, porque obligará al Gobierno á inspeccionar con gran celo, para reprimirlos, esos actos que se ejecutan en las asambleas populares.
Yo creo que el Sr. Iglesias no tendrá inconveniente en declarar que no es licito, que no ha pasado por su pensamiento hacer objeto de alguna amenaza á ningún diputado, y que deben considerarse como no dichas esas palabras.
Se puede pedir la execración de algún político sin tener que hacer la apología del crimen. Eso se ha dicho, sin duda, en un momento de ofuscación; si no fuera así y hubiera necesidad de ampliar el Reglamento de la Cámara para determinar el proceder que hay* de seguirse, se ampliará. El Gobierno está aquí para hacer respetar el derecho de todos los diputados. (Aplausos prolongados.)
El Sr. AZCÁRATE: El Sr. Iglesias empezaba á explicar sus palabras. Estas tenían un sentido hipotético. Creo que deberá encomendarse al Sr. Iglesias la explicación de lo que haya querido decir.
El Sr. CANALEJAS: Un hombre de sinceridad, como creo que es el Sr. Iglesias, no puede explicar ni alterar ese concepto, que opino deberá retirar.
El Sr. IGLESIAS: No me he propuesto hacer apología del crimen, ni amenaza alguna. Insisto en que, cuando un hombre ha realizado una política como la que ha realizado el señor Maura, é insiste en ella, es cuando se debe llegar hasta ciertos extremos.
Si mantener esto me cuesta ir á los Tribunales ó salir de la Cámara, á todo estoy decidido.
El Presidente del CONSEJO: No pueden satisfacer á nadie las palabras del Sr. Iglesias. Reflexione S. S. No irá á los Tribunales y precisamente porque le defiende la inmunidad parlamentaria es por lo que debe pensar en lo que diga. La inmunidad parlamentaria no se hizo para poder injuriar; fué para otra cosa. (Muy bien.)
¿Vino aquí S. S. á buscar un pretexto para salir otra vez? (Grandes rumores.)
No queremos eso. Tiene S. S. sobre sí una gran responsabilidad: la de representar al partido socialista español, que todos deseamos oir y atender.
Dice el Sr. Iglesias que lo que dijo fuera de aquí no puede retirarlo. Es verdad. Pero lo dicho aquí es otra cosa...
El Sr. IGLESIAS: No he oído bien á su señoría. (Baja á los primeros bancos.)
El presidente del CONSEJO: Que si S. S. entendió que lo que dijo en otra parte no puede retirarlo, bien está; pero que no podemos tolerar que lo reproduzca aquí. En su consecuencia, se hará constar que el Sr. Iglesias no ha pronunciado el concepto. Sr.IGLESIAS: Es lo primero que dije.
El PRESIDENTE: Quedan retiradas las palabras del Sr. Iglesias.
El Sr. DATO pide la palabra. (Expectación. Los republicanos protestan.) El prestigio del Parlamento—dice—no ha quedado á salvo, según entiende la minoría liberal conservadora. Llevamos ya aquí varias sesiones de amarguras y dolores; se nos han lanzado toda clase de acusaciones injusta», injurias y calumnias, y yo pregunto: ¿Hemos de continuar aquí como hombres de honor, ó no podremos continuar aquí? (Muy bien.)
Nosotros no admitiremos jamás los insultos como armas de combate, y, por lo tanto, pedimos se nos guarden las consideraciones á que tenemos derecho.
Ruego al Gobierno que se asocie á estas palabras y á que manifieste que ha oído con profundo sentimiento las palabras pronunciadas por el Sr. Iglesias.
En el curso acalorado de un debate caben conceptos apasionados, hasta calumniosos, hasta injuriosos, si queréis. Lo que no cabe es la inculpación al crimen, más grave aun que el crimen mismo. (Muy bien.) Ello no es gallardo. Cuando se trata de hacer algo, se da la cara, se va frente á frente. S. S. es un hombre honrado, que no ha querido decir lo que ha dicho ni ha podido hacer mención da un atentado. Yo soy abogado de S. S.; soy su mejor defensor. Creo, además, que he hablado, no ya como conservador, sino como diputado.
El Sr. CANALEJAS: Yo no tengo más qua decir.
El Sr. FELIU pide la palabra.
El presidente de la CÁMARA: Creo terminado este incidente. Apelo al buen juicio del Sr. Felíu; no creo oportuno volver sobre el asunto. (El Sr. Felíu se sienta.)
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