ORIGEN Y USO DE LA VOZ TANGO.







Rinconete

Origen y uso de la voz tango

Por Arturo Montenegro

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En el tango, como en otras expresiones musicales de América, triunfa el mestizaje cultural, y este hecho afecta incluso a la etimología de esa voz que señala hacia uno de los más poderosos estereotipos de lo rioplatense. Como punto de partida en esta glosa de la palabra tango, leamos la definición que el Diccionario manual e ilustrado de la lengua española (Madrid, Espasa-Calpe, 1984) plantea de tangir. Derivado del latín tangere, este verbo significa «tañer, hacer sonar según arte un instrumento músico». Esta fórmula se vincula a un hallazgo de Daniel Devoto, quien descubrió el defectivo tango como primera persona del singular del verbo de marras en un romance viejo.

Aclaremos la pertinencia de lo descubierto por Devoto. Cita esta averiguación Blas Matamoro, a cuyo entender tango es, más bien, una expresión propia del bozal, el dialecto de los africanos esclavizados en la América Española. Dentro de los dominios del Río de la Plata, este autor aclara que, a principios del ochocientos, tango era «sinónimo de tambo, predominando el uso de esta segunda forma». En esta senda etimológica, Matamoro recuerda que en 1802 había en Buenos Aires una Casa y sitio de tango, esto es, un lugar donde los negros celebraban sus bailes y que, con el tiempo, devino en sociedad de socorros mutuos. Por lo demás, «si se admite el origen africano del vocablo, se tropieza con la dificultad de explicar históricamente su importación a América». Para sortear este problema, nuestro ensayista defiende que tambo y tango son voces de origen onomatopéyico: «Tambo se parece sugestivamente a tambor, el tam-tam o candombe de los bailes negros, largo instrumento de percusión manual». Naturalmente, en España hay una contradanza de origen renacentista que también recibe el mismo nombre, pero su genealogía es distinta (La ciudad del tango. Tango histórico y sociedad, Buenos Aires, Editorial Galerna, 1982, pp. 10-11).

Con otro significado, los españoles de comienzos del xix ya empleaban esta palabra. En el Diccionario de la lengua castellana compuesto por la Real Academia Española, reducido a un tomo para su más fácil uso (Madrid, Viuda de Ibarra, 1803) leemos que tango es «en algunas partes lo mismo que tángano». ¿Y qué es el tángano? Pues «el hueso, o piedra que se pone para el juego de este nombre».

Atento a los matices festivos y musicales del localismo folclórico, Vicente Salvá describe distintos tangos en su Nuevo diccionario de la lengua castellana, que comprende la última edición íntegra, muy rectificada y mejorada del publicado por la Academia Española, y unas veinte y seis mil voces, acepciones, frases y locuciones, entre ellas muchas americanas [...] (París, Vicente Salvá, 1846). Aludiendo a tres culturas emparentadas, Salvá halla que entre españoles el tango es una «reunión y baile de gitanos», mientras que para los cubanos es el «baile de negros bozales»; y en México, un «baile de la gente del pueblo». Aporta más detalles al respecto don Ramón Joaquín Domínguez, cuyo Diccionario Nacional o Gran Diccionario Clásico de la Lengua Española (Madrid-París, Establecimiento de Mellado, 1853) describe tango con los prejuicios clasistas y raciales propios de la época: «canción entremezclada con algunas palabras de la jerga que hablan los negros, la cual se ha hecho popular y de moda entre el vulgo, en estos últimos tiempos».

En busca de esas curiosidades que tan gratas fueron para él, consultamos a don Aniceto de Pagés por medio de su Gran diccionario de la lengua castellana (de Autoridades), con ejemplos de buenos escritores antiguos y modernos (Barcelona, Fomento Comercial del Libro, ca. 1914). Explica Pagés que éste es un «baile de sociedad importado de América en los primeros años de este siglo», pero luego cita un párrafo de Flora Osete más bien hostil y torpemente castizo: «Hay una diferencia esencial entre lo que se llama tango en Andalucía y esos tangos argentinos serios, casi fúnebres; el tango andaluz es sano, alegre, electriza la sangre; el tango argentino es enfermizo, tristón; enerva». Por suerte, el signo de los tiempos dio la razón a quienes no compartían un aserto tan desafortunado. Así, el Diccionario de la Real Academia Española de 1984 considera el tango un «baile argentino, difundido internacionalmente, de pareja enlazada, forma musical binaria y compás de dos por cuatro». El mismo diccionario añade una segunda acepción: «Música de este baile y letra con que se canta»; e incluye la voz tanguista, esto es, «mujer contratada para que baile con los clientes de un local de esparcimiento».

Óscar Conde, en su Diccionario etimológico del lunfardo (Buenos Aires, Libros Perfil, 1998) detalla las formas del afronegrismo tango, que si bien describió inicialmente un «lugar de baile», luego se aplicó a la modalidad musical que todos conocemos:

Danza popular de pareja enlazada, hoy difundida en muchos países del mundo, surgida en el Río de la Plata poco después de 1860, definida en compás de dos por cuatro en su primera etapa —entre su aparición y 1910 aproximadamente— y por lo general de cuatro por ocho a partir de entonces —aunque Astor Piazzolla adoptó el cuatro por cuatro a mediados del siglo xx—.

Para completar el conjunto posible de significados, Conde añade otras dos acepciones: «Composición musical apta para esta música» y «Canción popular del Río de la Plata, surgida en las últimas décadas del siglo xix, cuando a la música de tango se le adicionaron letrillas para ser cantadas sobre ésta, y definida en su forma actual a partir de 1915, cuando Pascual Contursi escribió la letra de Mi noche triste».

Aún más encantador si cabe es leer en el volumen de Conde otras definiciones manejadas dentro el gremio del tango. Por ejemplo, tanguería designa el «lugar donde se bailan o se escuchan conjuntos o intérpretes de tango»; tanguística viene a ser la «disciplina dedicada al estudio del tango»; y tanguero, ra, alude a lo «relativo al tango» y asimismo al «cantor o músico de tango» y al «aficionado a la música o al baile del tango». Por supuesto, tanguear significa «bailar el tango» y, a modo de contracción, tangar es una «variante alternativa de tanguear».


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