En la espiritualidad jesuítica, la humildad y la fuerza se consideran virtudes interconectadas y esenciales para la vida de los jesuitas. La humildad, vista como un acatamiento por amor, impulsa la acción y el servicio a los demás, mientras que la fuerza se manifiesta en la capacidad de subyugar el interés propio y escuchar a los demás.
El papel de la humildad en la vida jesuítica:
- San Ignacio de Loyola entiende la humildad como un amor que se traduce en obras de servicio, no solo en palabras, sino en acciones concretas.
- La humildad permite a los jesuitas escuchar, ser pacientes, abstenerse de juzgar y aplaudir los esfuerzos de los demás, demostrando una fuerza interior para priorizar las necesidades ajenas sobre las propias.
- La humildad se manifiesta en la disposición a servir a los demás, reconociendo que la fortaleza de los jesuitas proviene de la dependencia en Dios, como lo fue para Jesucristo.
- La humildad es vista como un camino hacia la paz interior, como lo enseña Jesús: "Aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón... y hallaréis descanso para vuestras almas".
- La sinceridad es considerada un medio para conseguir la humildad, como lo destaca San Josemaría.
- La humildad es fuente de alegría al reconocer la magnificencia infinita de Dios y su creación, como destaca Opus Dei.
El papel de la fuerza en la vida jesuítica:
- La fuerza se manifiesta en la capacidad de servir a los demás, incluso cuando implica sacrificio personal, como lo expresa el Papa Francisco.
- La fuerza es necesaria para perseverar en la misión jesuítica, a pesar de las dificultades y obstáculos.
- La oración, especialmente el examen de conciencia, es considerada una herramienta para cultivar la fuerza interior y la humildad, como lo destaca Opus Dei.
- La contemplación, entendida como un amor que se manifiesta en obras, es un ejercicio que fortalece el espíritu jesuítico.
- La predicación en pobreza y humildad es vista como una forma de predicar con el ejemplo, como lo destaca Jesuitas México.
En resumen, la humildad y la fuerza son dos caras de una misma moneda en la espiritualidad jesuítica. La humildad, como acatamiento por amor, impulsa la acción y el servicio, mientras que la fuerza se manifiesta en la capacidad de perseverar en la misión, servir a los demás y priorizar las necesidades ajenas.
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