WENCESLAO FERNÁNDEZ FLORES: EL TERROR ROJO



WENCESLAO FERNÁNDEZ FLORES: EL TERROR ROJO

    Había en esos momentos muchas milicianas que paseaban ostensiblemente con su mono varonil y su pistola.Iban par a los frentes de montaña y parece que se batían en aquellas desordenadas escaramuzas de los primeros tiempos en que, al cabo de cada inevitable derrota, mataban al capirán, atribuyéndole toda la culpa del desastre.

    La eficacia militar de estas mujeres no era grande, como es natural, y a cambio, perturbaban la moral de las tropas- si aquello se llamar tropa- con su concepto de amor que accedía a las mujeres generosidades. Por este motivo fueron eliminadas  a medida que la organización militar roja se  fue perfeccionado.

    Aunque ahora que hago referencia a aquellas dos mujeres que comprometieron su tranquilidad, por mí, por un desconocido, debo aclarar, en contraste, que la máxima crueldad perteneció entones a las mujeres

    Pedían sangre y sangre, con sed insaciable. Pero aún del que asesinaba con sus manos eran las denunciantes, las que estimulaban a los asesinos, las que- con los hijos en la mano- corrían , al nacer el día, para ver los cadáveres de los fusilados en los lugares donde era costumbre que aparecieran...

    En los barrios extremos de la ciudad, vivía una obrera a cuya puerta llamaban todas las madrugadas las vecinas, incitándola a ir con ellas para sacar su odio  y su macabra curiosidad. Llegaban al lugar de la ejecución y,, entre comentarios burlescos, entre insultos contra aquellos que yacían, conversaban sobre el número y la categoría de los asesinados. Si la cara de un muerto estaba oculta, la destapan o le movían con la punta del pie. Esta obrera a la que se me refiero, no por ideas políticas, sino por sensibilidad, se negaba a acompañar a aquellas furias.

    Tal proceder hacia que se sospechase de ella como fascista y tuvo que irse a casa de una persona de la familia en unbarrrio distante, para sí librarse de una perecución que acabaría por resultarle funesta.

    Cuando llegó a Vallecas, cerca de Madrid, un convoy con varias centenas de presos de Jaén- entre los cuales estaba el obispo- las turbas se entregaron a un matanza feroz en aquella estación, la cual solamente acabó, debido al cansancio de los asesinos, cuando no quedaba más que una o dos decenas de presos vivos. Ahí fueron la smujeres también las mujeres que se distinguieron por su encarnizamiento, por su crueldad, por su ahínco con que mataban y con que provocaron el exterminio de tanta gente indefensa, entre las que había mujeres y viejos acusados de simpatizar con las derechas.

    la capacidad para el mal en ellas es incalculable; para el a sangre fría, refinado en los por menosres, sin piedad, satisfecho con el sufrimiento ajeno; el mal para el que no bastaba con un tiro en la frente o la puñalada en el corazón, pero que precisaba de sentir placer con la tortura, insultar, escupir , despreciar, llevar el dolor hasta los últimos extremos.

    En las ladeas que estaban bajo el dominio rojo, muchos grupos de los que sembraban el terror crucificaban a las personas con la cabeza para abajo en los muros de las iglesias y, luego, encendían pequeñas hogueras por debajo de sus cráneos. Las mujeres encabezaban dichos grupos.

    Las terribles furias de la Revolución francesa fueron superadas por estos monstruoS. Tantos horrores hicieron que yo comprendo perfectamente que en el extranjero las personas que viien en un medio normal supongan que son invenciones. Cuando nosotros desaparezcamos, los que vivimos esa tremenda verdad, las generaciones que lleguen después reputarán estos hechos- lamentablemente exactísimos- como exageraciones de un partidismo inflamado

    Hasta que no  se esté junto a la mujer es imposible conocer la maldad humana para el mal

- Y también para los buenos impulsos- me dirán.

    Si. Ellas son más inferiores y también más elevadas que nosotros. A pesar de todas nuestras pretensiones, quedamos en una mediocridad que solo se torna grande enl os trabajos que realizamos para servirla.

    Porque el hombre no tiene razón de existir, biológicamente, si no le consideramos como un ser en relación a la mujer, como un órgano que se desprendió de la mujer...

    Pero esta no es , ciertamente, la ocasión de tratar este tema.

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