ENSEÑANZAS DE JUAN DE MAIRENA / ANTONIO MACHADO SOBRE LA SENCILLEZ EXPRESIVA


Enseñanzas de Juan de Mairena / Antonio Machado sobre la sencillez expresiva

ENLACE

Como es sabido, Juan de Mairena fue uno de los muchos heterónimos apócrifos utilizados por Antonio Machado, quien en uno de sus proverbios de Nuevas canciones aconsejaba: «Busca a tu complementario, / que marcha siempre contigo, / y suele ser tu contrario». El otro frente al yo, el apócrifo, el complementario, son conceptos claves en buena parte de la obra de Machado. Como bien explica Muñoz Millanes, esta noción de «lo apócrifo» es central en Juan de Mairena, y añade que se trata de un concepto «bastante complejo y elusivo»[1].




En varios pasajes, Mairena / Machado reflexiona acerca del Barroco literario, y la principal crítica que le hace se centrará precisamente en su retoricismo alambicado, en su hueca palabrería. Estas ideas mairenianas —machadianas, en el fondo— sobre la necesaria sencillez de la expresión literaria las podríamos ilustrar con varios pasajes de Juan de Mairena, pero quiero recordar tan solo dos ejemplos destacables. En el capítulo I, «Habla Juan de Mairena a sus alumnos», leemos lo siguiente (son unas palabras que suelen recordarse con frecuencia):


—Señor Pérez, salga usted a la pizarra y escriba: «Los eventos consuetudinarios que acontecen en la rúa».

El alumno escribe lo que se le dicta.

—Vaya usted poniendo eso en lenguaje poético.

El alumno, después de meditar, escribe: «Lo que pasa en la calle».

Mairena. —No está mal[2].



Esta misma idea, la necesidad de huir del barroquismo, de la expresión grandilocuente y retórica, la desarrolla Machado en el capítulo V, que se presenta bajo el epígrafe «(Ejercicios poéticos sobre temas barrocos)»:

Lo clásico —habla Mairena a sus alumnos— es el empleo del sustantivo, acompañado de un adjetivo definidor. Así, Homero llama hueca a la nave; con lo cual se acerca más a una definición que a una descripción de la nave. En la nave de Homero, en verdad, se navega todavía y se navegará mientras rija el principio de Arquímedes. Lo barroco no añade nada a lo clásico, pero perturba su equilibrio, exaltando la importancia del adjetivo definidor hasta hacerle asumir la propia función del sustantivo[3].

Y en el capítulo XXXVII, bajo el titulillo «(Amplificación superflua)», leemos:


Darete el dulce fruto sazonado del peral en la rama ponderosa.

—¿Quieres decir que me darás una pera?

—¡Claro![4]

Sin duda, Machado no gustaba de expresiones perifrásticas del tipo «crestadas aves / cuyo lascivo esposo vigilante / doméstico es del sol nuncio canoro» (Góngora, Soledad primera, vv. 292-294). Rechaza tajantemente a través de su Mairena el culto a la dificultad, a lo difícil artificial, el uso de imágenes rebuscadas que solo sirven, en su opinión, para disfrazar conceptos fríos. Por el contrario, en la escritura poética deben prevalecer las intuiciones. Por eso para él el Barroco, por lo general, no tiene la gracia y sencillez de lo espontáneo (le gustan, eso sí, los autores populares, cercanos al pueblo, o mejor dicho, que son voz del pueblo: especialmente Cervantes y Lope de Vega).

Pero esto constituye ya materia para una entrada futura…



___________________________________________________________________________________

[1] José Muñoz Millanes, «En torno a Juan de Mairena», en Silva. Studia philologica in honorem Isaías Lerner, coord. Isabel Lozano-Renieblas y Juan Carlos Mercado, Madrid, Castalia, 2001, p. 487.

[2] Antonio Machado, Juan de Mairena. Sentencias, donaires, apuntes y recuerdos de un profesor apócrifo (1936), ed. de Pablo del Barco, Madrid, Alianza Editorial, 2004, p. 53.

[3] Antonio Machado, Juan de Mairena, ed. cit., pp. 76-77.

[4] Antonio Machado, Juan de Mairena, ed. cit., p. 237.

Comentarios